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OCULTISMO
OVNIs PARAPSICOLOGÍA
Año 7 Martes 6
de febrero de
2007 N° 163
AL FILO DE
LA REALIDAD "Disiento con lo que
dices, estoy en total desacuerdo con ello, pero defendería
con mi vida tu derecho a decirlo".
Voltaire.
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)))
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Desde Paraná (Entre Ríos,
Argentina)
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en todo el mundo *
— UN PASO AL
MÁS ALLÁ (primera parte)
por Gustavo
Fernández
Al Filo
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Rosario del Tala,
Entre Ríos, Argentina: OVNIs, fenómenos parapsicológicos,
seres sobrenaturales y hasta un telúrico y abandonado centro
secreto de experimentos
innominados.
UN PASO AL MÁS
ALLÁ
(Primera
parte)
escribe: Gustavo
Fernández
Investigación:
Claudia
Sione, Gustavo Fernández y
Omar Izaguirre
Antes de comenzar, el autor de este trabajo necesita hacer una
aclaración que cree importante. Existe una innegable tendencia
en el mundo de lo fenoménicamente extraño a creer que el lugar
donde cada uno reside es algo así como el ombligo del
Universo. Que, para el caso de eventos presuntamente
extraterrestres o parapsicológicos, para qué viajar a la
India, el monte Shasta, Tiahuanaco o un prosaico Uritorco si
para episodios insólitos tenemos el fondo de nuestra casa.
Vayan a discutirle a un mexicano de Cholula la preeminencia
energética de su lar, a un habitante de Rennes Le Chateau que
la Magdalena caminó por sus viñedos, a un paisano de la “piel
de toro” las radiaciones del macizo de Montserrat o los
efluvios mortalmente mágicos del pueblo embrujado de Ochate y
no digamos, a un carioca que las “Sete Cidades” no serían, por
supuesto, el enclave esotérico “mais grande do mundo”, y
prepárense en el mejor de los casos para un glacial silencio
indiferente y, en el peor, para una avalancha de apasionadas
descripciones que dan fe de que sí, que la Excalibur debió ser
enterrada en roca de por ahí y si no lo fue, grueso error el
de Merlín.
Así que
uno, habitante de esta paisajística y frívola ciudad que es
Paraná, capital de la provincia de Entre Ríos, Argentina,
sospecha que el hecho de estar dedicando tanto espacio en los
últimos números a casuística local puede ser interpretado por
los lectores del resto del mundo como una patriótica
manifestación de apoteosis del terruño. Así que me curo en
salud y digo: ¿Qué culpa tiene un servidor de que todo esto
ocurra a kilómetros de donde “casualmente” uno (yo) viva? Pero
si me detengo a meditar en profundidad, comienzo a sospechar
de que yo, porteño contumaz, no llegué “accidentalmente” a
radicarme en esta localidad dieciocho años atrás. Más allá de
los motivos aparentes que uno crea haber aducido al paso del
tiempo, se siente la presencia como de una gigantesca mano
invisible que mueve nuestros destinos como peones de un
ajedrez pancósmico. Si así fuere, aquél saber popular de
“pinta tu aldea, y pintarás el Universo” adquiere entonces
radical significado. En honor y cumplimiento del cual,
presentamos esta
investigación.
“Los
fenómenos específicos nunca son eventos aislados, sino que
forman parte de una secuencia más amplia de causa y efecto.
Y los que parecen casos especiales y únicos, son también el
resultado del mecanismo coordinado de las leyes universales.
Si consideramos a un suceso separado de sus interconexiones
causales, lo encumbraremos a la categoría mítica de enigma
de la naturaleza. Para eliminar los misterios del horizonte
de la ciencia y reemplazarlos por la comprensión
inteligente, nada mejor que rastrear el más vasto panorama
causal de los acontecimientos a primera vista
emancipados.”
Ignacio Darnaude
Rojas-Marcos
“Dios y
el Universo según los
Extraterrestres”
(publicado en "Al
Filo de la Realidad Nº 162)
[Solicitar
por email o Ver
en la
web]
¿Recuerdan ustedes estas fotos? Es posible que en medio del
fárrago informativo —donde no dejamos de
contribuir con lo nuestro para ocupar intelectual y
visualmente al lector— hayan pasado
inadvertidas o momentáneamente olvidadas. Pero no se alcanzará
la comprensión holística de los fenómenos que pasaremos a
describir en una pequeña ciudad del centro de la provincia
argentina de Entre Ríos, si no volvemos a enfocarnos
momentáneamente en ellas. Formaron parte de un principio de
hipótesis explicativa paranormal que comenzamos a dibujar en
el N° 160 de nuestra revista [Solicitar por
email o Ver
en la web] y a ella remitimos si se
desea refrescar oportunidades y circunstancias en que las
mismas fueron obtenidas.
Recordemos, sólo a efectos ilustrativos, que la primera
muestra un rostro claramente humanoide (estuve tentado de
acotar, un “gris”) sobre la pared tiznada de una humilde
vivienda que se incendiara accidentalmente en esa población.
Por si se lo preguntan, a la solitaria propietaria de la misma
y algún que otro ocasional huésped (pues eventualmente suele
rentar alguna habitación a pensionados) no les ocurrieron, ni
en esas fechas ni en otras que conozcamos, eventos
paranormales de naturaleza alguna. Pero la presunción de una
mancha errática producida por el fuego debe dejar paso a la
inexplicable certeza, si se quiere intuitiva, de que allí se
presenta un rostro y no otra cosa, algo así como nuestra “cara
de Bélmez” provinciana y poco
mediática.
La
fotografía que se exhibe fue tomada por personal policial como
parte de la investigación de oficio que se hiciera sobre ese
episodio. Y el fotógrafo en cuestión fue nuestro
colaborador, Omar Izaguirre,
miembro de la Policía de la Provincia de Entre Ríos.
Hasta aquí, nada particular; apenas una “fotografía
paranormal” más. Pero se suman un par de facetas más que
interesantes. Por un lado, poco tiempo después de obtenida
esta placa y en la propia vivienda de Omar —que comparte con
su esposa y dos hijos— comenzó a materializarse, en la puerta
de madera de acceso a uno de los dormitorios, la figura que
aparece en la fotografía Nº 2. Lavada y vuelta a barnizar
dicha abertura, la imagen surge espontánea y rápidamente una y
otra vez. Y que otra “fotografía paranormal” aparezca en el
domicilio de un funcionario policial a pocos días de obtener
el otro registro (y, debemos precisar, a no más de doscientos
metros en línea recta desde una casa a la otra) quizás no
sería asaz extraño si no se sumara un tercer factor
apasionante: Omar, junto a otros policías, protagonizó un
período de “tiempo perdido” hace unos años persiguiendo, en
misión oficial, a un OVNI en las afueras de Rosario del
Tala.
Esto,
que quizás en otras latitudes habría merecido espacios
preponderantes en la prensa y disparado todo un movimiento de
interés mediático, pasó en nuestro país poco menos que
inadvertido, en una geografía donde, debemos puntualizar, no
son extrañas las abducciones y desapariciones, a veces
permanentes, a veces masivas (ver, por ejemplo, el artículo
sobre la desaparición de toda una familia en “Al Filo de la
Realidad” Nº 137 [Solicitar por
email]). Por otro
lado y ya en esta provincia se habían producido, antes y
después, casos muy similares (tanto por involucrar personal
policial como por ocurrir en caminos aledaños y rutas
provinciales durante la persecución de OVNIs). Pero no nos
detendremos en exceso en este episodio en particular, en parte
por pesar sobre Izaguirre y sus compañeros expresas directivas
de la superioridad de no dar detalles sobre el particular, en
parte porque nuestro propio colaborador siente un inexplicable
temor cuando revive esas circunstancias, al punto de temer lo
que una eventual sesión hipnótica podría revelarle sobre el
particular. Pero recordemos que ya en nuestra serie
“Mutilaciones de Ganado: El Informa Total”, y describiendo la
casuística de julio de 2002, publicábamos lo
siguiente:
“Pero el caso más
extraordinario se produjo con los policías de dos
patrulleros en el puesto caminero del cruce de las rutas 39
y 6. Los policías, según una descripción del Diario Uno de
Paraná, vieron cómo una luz potente estaba evolucionando en
el cielo nocturno el lunes 1º de julio pasado. Se acercaba a
los patrulleros, y en un momento comenzó a producir "chispas
como la de un flash de fotógrafo", espectáculo colorido y de
destellos "admirables".
“En
un momento dado, la luz empezó a retirarse y los vehículos
dejaron de funcionar, los motores no respondían, las luces
estaban apagadas. Luego de media hora, cuando la extraña
luminosidad había desaparecido, la sirena se encendió
"intempestivamente" y luego los motores volvieron a
responder a la llave de encendido. Los cinco ocupantes de
ambos automóviles Renault 19, uno de la localidad de Rosario
del Tala y otro de la comisaría de Gobernador Solá no
hallaron explicaciones posibles a lo que vieron. En algún
momento, la luz se había acercado mucho a los vehículos y
los uniformados atinaron a llevarse la mano a las armas
reglamentarias, pero parece que la luz extraña no se inmutó
porque siguió volando junto a los patrulleros que la seguían
y se retiró cuando quiso, después de los flashes
fotográficos.”
Lo que no supimos en ese momento, lo que no se publicó en
ningún medio, es que de la dotación policial de Tala (como,
abreviadamente, llamaremos al lugar de ahora en más) no se
había comisionado un automóvil, sino dos. Dos horas más tarde,
de este segundo no se tenían noticias, mientras los móviles
desperdigados por la región tratando infructuosa y
desesperadamente de contactarlos. En uno de esos móviles de
apoyo estaba Omar Izaguirre, quien de pronto escucha junto a
su compañero cómo por el radio se notificaba la aparición de
los “momentáneamente desaparecidos” a unas decenas de
kilómetros de distancia. Hacia allí convergen entonces
numerosos efectivos, nuestro corresponsal entre ellos, para
encontrar dos policías sorprendidos por semejante despliegue
ya que, luego de observar al OVNI que por un momento parecía
dirigirse en su dirección, habían sido encandilados por un
“flash” y perdido la conciencia por lo que estimaban “unos
segundos”... pero que en la realidad resultaron algo más de
dos horas.
Todos estos hechos
quizás bastarían para dotar a ese lugar geográfico de un alto
índice de extrañeza, pero las cosas no terminan allí. Ya en
1955 las apariciones eran bastante comunes, tal como lo
informa la página web “Gaceta Ovni” ( www.gacetaovni.com ) en esta
crónica:
“Hacia 1955,
el pueblo de Rosario del Tala, ubicado en la región central
de la Provincia de Entre Ríos (Argentina) no ocupaba más que
unas cinco cuadras de extensión. "Era un pueblo muy chico
—recuerda uno de sus pobladores— y muy tranquilo. No
teníamos comodidades de ninguna clase y llevábamos una vida
muy humilde".
Tranquilino
López, contaba con unos 40 años por aquel entonces, y vivía
algo apartado del pequeño poblado, en el ángulo de una
estancia donde habitaba de "prestado", en un ranchito muy
precario construido de adobe, con apenas dos habitaciones y
un cuarto contiguo que utilizaban de cocina.
En ese
cuartucho había un pequeño círculo de ladrillos para poner
leña y apoyar la olla donde preparaban sus alimentos, y la
mujer de Tranquilino pasaba horas allí, cocinando para sus
cinco hijos.
La vivienda no
tenía ni luz ni agua potable; dedicados a cuidar del ganado
del dueño del campo practicaban el trueque con sus vecinos
para intercambiarse trabajos por mercaderías, o por techo,
como en este caso.
Alrededor de la
zona abundaban los pantanos, y cerca de la casa había un
lago y un riacho que desaguaba en el río Gualeguay, curso
trazado naturalmente entre escabrosas playas de barrancos, a
veces tan altos como 7 metros respecto del
agua.
Como es de
esperarse llevaban una vida muy tranquila, salvo por algunas
noches en que algo, para muchos increíble, se presentaba a
menudo.
LA LUZ
MALA
La gente suele
hacer referencias como esta, periódicas apariciones de
fenómenos luminosos que se pasean por los campos sin
solución de continuidad. Pero para 1955, en Rosario del
Tala, y en especial cerca de la casa de Tranquilino López,
solía presentarse muy frecuentemente una y varias luces
rondando las inmediaciones cuyos colores variaban del verde
al azul, regularmente y con más asiduidad en el primer tono
"casi como un verde fosforescente".
Estas masas
globulares muy luminosas, corrientemente tenían un tamaño
aproximado de entre 40 a 50 centímetros de diámetro, con una
luminescencia semejante a un cuerpo gaseoso, ligeramente
envuelto por un aro nebular muy difuminado, en cuyo borde
exterior se percibía una suerte de vapor "como el que larga
el asfalto cuando lo calienta el sol del
verano".
Su manera de
moverse era también peculiar. Casi siempre andaba a no más
de un metro del suelo, pero con una característica
invariable: daba saltos, "como si anduviera sobre un resorte
que no tocaba el piso".
Era la creencia
popular que a esas luces había que dejarlas tranquilas. Se
insistía en que en varias oportunidades unos arriesgados
campesinos las habían molestado y que ellas, como respuesta
se acercaron tanto a los hombres que hasta los arrojó de sus
caballos.
Como sea, los
pobladores guardaban un gran respeto por la luz y cada vez
que aparecía, sólo se limitaban a contemplarla, con una
creciente inquietud, hasta que finalmente se
retiraba.
EN LA CASA DE
TRAQUILINO
Según se
comentaba, las luces aparecían en cantidades cuando se
avecinaba una tormenta, aunque podían ser vistas en
cualquier clima y época del año. Y es bueno anotar que
algunos analistas relacionan la aparición de luces
justamente por actividad electromagnética en la atmósfera o
por la existencia de pantanos, ambas cosas coincidentes en
Rosario del Tala.
Pero en abril
de 1955, durante un clima aun caluroso con noches benignas,
algo extraño comenzó a ocurrir.
Cierta noche
una nueva luz verdosa apareció muy cerca de la casa de la
familia López, inquietando a sus integrantes que se
refugiaron dentro. Fueron varias, una tras otra que la luz
verdosa rodeaba la vivienda de Tranquilino, saltando de aquí
para allá y sembrando temor en los más
pequeños.
Como la
aparición de la luz se había hecho insistente, Tranquilino,
también asustado se cansó de esconderse y decidió
enfrentarla.
Era una noche
de luna muy clara, la mujer estaba terminando la cena en la
olla de hierro, y sus hijos aguardaban reunirse en la mesa,
esperando afuera y tomando el fresco cuando la luz apareció,
puntualmente a las 22, como lo venía haciendo noches
anteriores, pero esta vez aún más cerca, tanto que pasó a
menos de un metro de las paredes de la casa obligando a una
nueva huida.
Las puertas se
cerraron tras la familia, ahora entregada a la espera de que
la luz se retirara, como cada noche de la última semana.
Pero Tranquilino, sintiéndose invadido, resuelto y con
coraje, blandió su facón y pretendió perseguirla, y "como si
se diera cuenta" entró la luz rápidamente a la cocina y
literalmente arrojó al suelo de tierra la olla con toda la
comida.
Con su facón en
alto, el hombre rodeó la casa corriendo a la evasiva luz,
notando claramente que ésta se burlaba de su amenaza,
saltando, esquivándolo, mostrando una agilidad y dominio de
la situación que desbordaba a Tranquilino.
El hombre
pretendió acercarse una vez más, pero la luz se corrió,
manteniendo cierta distancia entre ambos, y lentamente, con
dirección norte, el fenómeno se fue alejando. Tranquilino
fue detrás.
Sus hijos
vieron cómo el padre seguía los pasos de la esfera luminosa,
gritándole insultos y amenazándola envalentonado. Y se
perdió de vista.
CAMINO
IMPOSIBLE
Intentando sin
éxito darle alcance, el hombre se dio cuenta de que algo no
andaba bien. Adentrándose en la oscuridad quiso detener su
loca carrera pero no pudo, como si una extraña fuerza
le impidiera hacerlo.
No sobreviven
con claridad los hechos de la persecución pero Tranquilino
relató insistentemente aquella inusitada
experiencia.
Sin saber cómo,
marchaba por los campos, sorteando obstáculos imposibles,
convencido de que un influjo maléfico le conducía tras la
luz que a su paso marchaba por delante, saltando, pegando
brincos sobre una base invisible.
Repentinamente
se detuvo, y con ello la luz desapareció.
Al paso de las
horas, en la casa la intranquilidad fue creciendo hasta que
los hijos mayores, a eso de las cinco de la mañana cuando
alboreaba el nuevo día, decidieron salir en su búsqueda, a
caballo.
Marcharon hacia
el norte, y mientras el sol despuntaba en el cielo peinaron
una amplia zona, saltando arroyos, el río y bordeando
algunos pantanos hasta que muy entrada la mañana lo
encontraron, sentado sobre el pasto, a más de cinco leguas
de su casa.
Sólo un par de
días después los integrantes de la familia López cayeron en
cuentas del insólito suceso.
El hombre, en
medio de la noche, y recorriendo una larguísima distancia,
había sorteado alambrados, arroyos, un río de casi 40 metros
de ancho bordeado por barrancos insalvables, sin ninguna
explicación de cómo lo había logrado.
En sus largas
sobremesas, durante los años que siguieron, el Sr. López
adjudicó el hecho a que una fuerza invisible lo había
llevado, tal y como uno lleva caminando cualquier cosa entre
las manos.
Desde aquella
noche la luz no volvió al hogar de Tranquilino aunque
siguieron apareciendo frecuentemente por la zona, siendo
motoras de otras experiencias alucinantes que iremos
tratando más adelante.
Lo que nos interesa particularmente de este caso es la
relación existente entre el exiguo tamaño de la esfera
luminosa y su comportamiento inteligente. Fuera del hecho de
que la misma esfera, a relativa distancia sería interpretada
como “un OVNI más”, y dejando de lado la teoría explicativa de
las “caneplas”, esas hipotéticas sondas vigilantes
extraterrestres cuya naturaleza y función nos es “conocida”
más por declaraciones de contactados que como resultado de
conclusiones investigativas, es imposible no pensar más bien
en seres inteligentes que son las propias masas lumínicas.
Hasta su propio comportamiento, un poco infantil, chusco,
burlón, travieso y poco funcional a una hipotética prospección
científica extraterrestre, las hermana aún más con la
literatura élfica de todas las épocas y continentes. La
“teleportación” de Tranquilino no es ajena quizás al “viaje al
país de las hadas” de tanto folklore y, otra vez, es necesario
mudar nuestro paradigma dominante. Alguna vez lo expusimos
claramente así: si una “luz” tiene comportamiento inteligente
y como telón de fondo el cielo, y no es lógicamente asimilable
a ninguna explicación humana, resulta ser, para la mayoría de
los ovnílogos, un OVNI (que resuena, en la mentalidad de
muchos, como sinónimo de “nave extraterrestre”). Pero
trasladen la misma luz a los alrededores de la actividad
humana, sigan constatando su comportamiento quizás inteligente
y su naturaleza no “natural” y como entonces tendremos
que sospechar duendes y elementales, el academicismo
instituido de la Ovnilogía “seria” frunce el ceño y desecha el
caso. Por ejemplo, eliminen las personas de fondo y ubiquen
esta imagen sobre el cielo de una ciudad, y tendrán un
OVNI:
O tomen el objeto que a plena luz del día aparece en esta
placa:
... Si se quiere, un típico “platillo”... sólo
que no tiene más de treinta centímetros de diámetro.
Aclaración necesaria para tontos: si publicamos esta
fotografía —tomada en Ecuador, en julio de 2003, por un
colaborador de esta revista— en concurso con la exposición de
estos hechos es porque estamos convencidos, luego de los
análisis pertinentes, de su autenticidad. A nuestro parecer no
es un fraude, ni pasó un insecto, un pajarito frente a la
cámara o alguien arrojó un papel estrujado. Dicho esto,
continuemos.
De forma
tal que en la casuística ovnilógica en general y la de Tala en
particular, no debemos pensar tanto en “naves extraterrestres”
como quizás en “entidades no físicas”. Pero que, como iremos
viendo, se multiplican en sus manifestaciones en este lugar,
en consonancia con otras características particularmente
significativas de la zona que iremos develando y que sustentan
nuestra convicción de que Tala es “zona de
ventana” o, para decirlo más de acuerdo al lenguaje dominante,
un portal dimensional. No lejano, por otra parte, de uno ya
investigado en esta revista: Pronunciamiento
(ver el episodio de la vaca mutilada que sobrevivió a la
agresión [video: ver
online en YouTube y también disponible para
descargar en distinta calidad]) y en plena coincidencia
con el caso Colonia Elía estudiado por este
mismo equipo (donde, recordarán ustedes, Claudia Sione tomó,
sin saberlo, la imagen de un ser reptiloide). Como el
testimonio tiene la importancia que amerita, y Colonia Elía se
encuentra muy próxima a Tala (que pertenezcan a distintos
departamentos provinciales es una nimiedad que realmente no
creo tengan en cuenta esas inteligencias, provengan de donde
provinieren) volveremos a reproducir ese trabajo.
CASO
COLONIA ELÍA: NUEVAS EVIDENCIAS DE UN PORTAL
DIMENSIONAL
Investigación
en el terreno:
Claudia Sione, Daniel
Padilla y Omar Izaguirre
El episodio es
asaz conocido, cuanto menos por la Red: una familia de Colonia
Elía, provincia de Entre Ríos (Arg), denunció que a partir del
10 de septiembre de 2003 un extraño ser (al que la prensa,
como siempre superficial y oportunista, no hesitó en bautizar
como “lobizón”) venía asolando su chacra, con apariciones
reiteradas donde, entre trampas tendidas que no daban
resultado, irrupciones casi lovecraftianas en la morada, donde
el ser permanecía acurrucado sobre un “freezer” tenuamente
iluminado por la luz de la Luna, disparos que ¿dan? en el
blanco con indiferencia y todo este pandemonio por el
paupérrimo resultado de once pollos aparentemente eviscerados
en monástico refrigerio de la entidad, conformaban un bizarro
cuadro sobre el cual uno —yo, por ejemplo— podría ceder
fácilmente a la tentación de clasificar, cuanto menos, como
“dudoso”. Pero como el prejuzgar escépticamente es tan erróneo
como la credulidad ingenua, hacia allí se acercó
oportunamente, cual adelantado, nuestro amigo Daniel
Padilla, quien constató, sorpresivamente, el alto
“índice de extrañeza” que presentaba el fenómeno. Recabó
información, facilitó a los protagonistas el material y la
técnica para saber “levantar” huellas eventuales y, a los
pocos días, nos comunicó sus apreciaciones en primera
instancia.
Sabedores de la
experiencia de campo de Daniel, su primer informe positivo nos
alentó a profundizar la investigación. De forma tal que el 30
de octubre partió hacia la ciudad de Colón —campamento base,
por llamarlo de alguna manera— mi esposa
Claudia, sumándose luego otro amigo,
Omar Izaguirre.
Ese mismo día
el grupo se apersonó en Colonia Elía, departamento de
Concepción del Uruguay. La finca de los Restaino —tal el
apellido de los testigos— se encuentra en las afueras del
exiguo poblado, a unos mil quinientos metros del cementerio
local. Allí tuvieron oportunidad de conversar con los dueños
de casa, especialmente con la señora María del Carmen Merello
y su hijo y principal y reiterado testigo, Matías Restaino, de
17 años. La sencillez y parquedad de la gente de campo, que
puede suponer un inicial impedimento para profundizar en la
obtención de testimonios, se superó rápidamente, en base a la
cierta amistad que Daniel había sabido generar en sus
anteriores visitas y
también por un recurso imbatible que Claudia sabe esgrimir en
reunión con la gente sencilla: proponer la infaltable
“mateada”.
Bien, hagamos
un racconto de los
hechos. Todo comenzó, como dijéramos, a partir de la noche del
10 de septiembre. Los Restaino comenzaron a observar que
algunas mañanas sus pollos —sólo los pollos, lo que es
interesante considerando que cuentan con una gran variedad de
animales de granja, cualquiera de ellos mucho más sustancioso
a la hora de resultar el bocado de este “animal”, si es que se
trata de un “animal” y no de un ser con cierta inteligencia
que genera sus acciones, más que como un fin en sí mismas,
como signos o símbolo de otra cosa— aparecían destripados, con
sus vísceras despojadas. En esos primeros tiempos parecía que
el animal de presa —pues eso se suponía— sólo se interesaba
por esa parte anatómica. Lo cierto es que esta curiosa dieta
lo hubiera expuesto a soberanos peligros; en varias
oportunidades, el batifondo generado por su irrupción hacía
que los varones Restaino salieran a ver qué pasaba —y, de
hecho, terminar drásticamente con la criatura— para darse de
narices con “eso”.
“Eso” era
descrito como un ser bípedo —que, no obstante, al huir en
ciertos tramos tendía a hacerlo “como en cuatro patas”— de
aproximadamente un metro ochenta de estatura. Cuello muy corto
o directamente inexistente, ojos rojizos, cubierto de una
hirsuta pelambre de color blanco amarillento con manchas
marrones en el lomo o espalda. Aún hoy y extrañamente, los
Restaino —por lo menos la mujer, que fue quien más se explayó—
creen que se trata de un “aguará-guazú”. Y digo extrañamente
porque uno se pregunta cómo sobrevive a cualquier reflexión la
imagen de un bípedo de 1,80 metros que, además, “gruñe como un
tigre”.
Este ser tiene,
de felino si cabe, sus orejas cortas pero marcadamente
puntiagudas. Papá Restaino (Oscar) agrega colmillos que los
otros testigos no manifiestan y sí, evidentemente, garras. Por
si quedaban dudas, el ser dejó su “autógrafo” en la forma de
tres surcos profundos y paralelos, en uno de los árboles
cercanos al gallinero.
Árbol donde el animal imprimió sus
garras. Los Restaino manifiestan
que personal policial se llevó
seguramente para análisis una
“garra” —una uña, no el miembro
entero— que habría quedado incrustada en él.
El gallinero sistemáticamente atacado por el ser. La
lona cubre un área
derribada por el intruso quien, extrañamente, no
incursionó en otro
gran galpón de aves ubicado al otro lado de la
casa.
Una noche, Matías se lo encontró,
frente a frente, a una distancia quizás no superior a los tres
metros. El ser simplemente le miró fijo, gruñó hostilmente y
se dio a la fuga, internándose en el tupido monte de
vegetación achaparrada y plagado de alimañas que crece a los
fondos de la vivienda. El mismo fondo donde nuestros
investigadores obtendrían después una extraña instantánea.
Pero no nos adelantemos a los
acontecimientos.
Volvamos a los episodios. Otra noche
—cuya fecha no precisan— Matías ingresó a la vivienda y vio al
animal agazapado sobre un “freezer”. Saltó y escapó por una
ventana. Otra noche, el mismo se dirigía ya a descansar luego
de una ronda —que realizó con su carabina— cuando, al entrar
en su dormitorio allí estaba el “bicho” (como lo llama la
familia). Instintivamente, Matías levantó el arma y disparó,
pero no una, sino dos, tres, cuatro veces, mientras el ser se
lanzaba a través de la habitación en dirección a la ventana y
saltaba al exterior. Está seguro de haberle impactado. Pero el
ser no parece haber acusado
recibo.
Y tenía (o tiene, quién sabe) un
comportamiento inteligente. En una oportunidad, deja un pollo,
despanzurrado, sobre un automóvil. En otra ocasión, lo
descubren —imagino que con el susto subsiguiente— espiándolos
desde el exterior de una ventana, curioso. Suponen incluso que
en algún momento se ocultó en el interior de un lavarropas
abandonado en el exterior de la casa, que usan como “botinero”
de calzado en desuso, pues una mañana encontraron sin
explicación posible todo el contenido de este electrodoméstico
desparramado.
Bosquejo
del lugar de los hechos. Se observa a la derecha el gallinero
atacado por el ser, el árbol donde dejó su impronta, el corral
de los puercos donde se internaron nuestros investigadores y
experimentaron los curiosos efectos que describiremos después
y el lugar donde estaría la entidad —cerca de la desvencijada
carrocería de un auto abandonado— que aparecería en la
fotografía.
En este punto es interesante señalar
uno de los tres asuntos que despertaron una reacción de alerta
de nuestros investigadores pero que, sopesando todo el
conjunto de la información, explican matices humanos
—inevitables— presentes en este caso. Los Restaino dicen que
el ser presentaba garras, concretamente en los miembros
superiores, y apuntan que desde sus primeras apariciones
habían aparecido huellas en el lugar. Empero, luego de que
Daniel les facilitara material y les enseñara a tomar moldes
en yeso de las huellas, presentaron al equipo, en esta visita,
una inopinada “colección” de huellas demasiado humanas. Manos
y pies. Otros investigadores que en sus páginas Web las
muestran —sin mencionar siquiera cómo una gente de campo de
escasísima ilustración y ninguna experiencia de trabajo
investigativo era capaz de tomar tan correctamente moldes de
huellas, y eso porque les hubiera obligado a darle el crédito
a Daniel Padilla, crédito al mérito de otros que, como
sabemos, en la Ovnilogía de aquí y de todas partes se mezquina
más que a la madre— no repararon en esta evidente
contradicción. Y aquí, antes de avanzar con el relato (y no
para denostarlo sino, por el contrario, para presentar sus pro
y sus contras o, en el mejor de los casos, comprender el marco
de naturalidad que lo rodea) debemos señalar otros detalles
que nos menciona Claudia:
- Si bien en
un principio los Restaino se muestran desconfiados ante los
desconocidos —e incluso se menciona que estaban más que
molestos por la repercusión periodística— han comenzado a
guardar en carpeta todo recorte periodístico que habla de su
experiencia, carpeta que muestran con orgullo a todo
visitante.
- Más aún:
han abierto un “libro de visitas” donde piden a todos los
recién llegados que estampen su rúbrica.
- Las huellas dejan de ser “de garras” y pasan a ser
de manos y pies absolutamente humanos, casi, diríamos, del
porte de uno de los chicos Restaino.
- Una muestra de pelo, presuntamente del animal —y
que está en vías de análisis, de todas formas— tiene
exactamente la apariencia y color del pelo de uno de los
grandes perros de la familia (más exactamente de la cola).
Es como si de pronto esta familia, sorprendida y tal vez
halagada por ser objeto de atención por parte de tanta gente
muchas veces llegadas de lejanos lugares, se viera impelida
a preparar alguna clase de “souvenires” a los investigadores
visitantes, como si de realimentar el mito se
tratara.
¿Esto significa
que fabulan?. A todas
luces el hecho es real. Entonces, si es como sospechamos,
¿por qué lo hacen?. Porque son humanos, con las grandezas y
miserias que todos —ustedes y yo— tenemos. Porque de pronto,
estos son la versión mclujaniana y tercermundista de sus
“quince minutos de fama”. La oportunidad, quizás única e
irrepetible, de sentirse trascender de la chatura y
mediocridad de todos los días, de la rutina de una vida
doblada sobre la faena del campo, de tener una historia que
contar y donde ser el eje central de la misma.
Esta es la última foto tomada
antes de que la cámara se descompusiera y de donde un
análisis detallado surge la observación de la
entidad.
La segunda parte
de la historia jamás contada
Tal como señaláramos, el 30 de octubre nuestra gente se
apersonó en el lugar. Lo de siempre: fotos, entrevistas por
separado y en conjunto a los testigos, relevamiento del lugar,
bocetos, apuntes, opiniones intercambiadas, recolección de
muestras. En un determinado momento, mientras Daniel sigue
enfrascado en una conversación con Gabriel, el hermano de
Matías, Claudia y Omar se dirigen hacia los fondos de la
chacra, cruzando con cuidado el alambrado electrificado
—“boyerito”, les decimos aquí— que limita el lugar. En ese
momento, Claudia, que sostenía en su mano la cámara
digital,
escucha un ruido característico: la cámara se había
disparado sola. Esto sabemos podría ser accidental —los
disparadores de estas cámaras son por demás sensibles— si no
fuera por un “pequeño” detalle: como era la primera vez que
Claudia operaba una de estas cámaras, tomaba la exagerada
precaución de apagarla completamente y obturar el objetivo
manualmente entre foto y foto. Así que no sólo se trataba
de dispararse sola; necesaria y previamente, tenía que
desplegarse la tapa y encenderse. El ruido que llamó su
atención fue, más exactamente, el desplegarse automático del
zoom.
“Un accidente o metí la pata”, pensó mi pelirroja mujer.
Expresando apenas su desconcierto a Omar, miró con
detenimiento el aparato y descubrió que había vuelto a
apagarse y cubrirse, solo. Pero como la tecnología no es,
precisamente, uno de los fuertes de Claudia, esto no le llamó
mayormente la atención en ese momento (sí después, conversando
con sus compañeros de grupo sobre los hechos). Sí lo hizo, en
cambio, que comenzara a sentirse progresivamente descompuesta:
una opresión en la nuca, náuseas, dolor de cabeza, un
palpitar sugestivo del abdomen. Todo lo cual habría carecido
de importancia si no hubiera advenido esa sensación de
malestar, cuando Omar, abruptamente, le dijo que era él
quien se sentía mal. Ambos decidieron entonces regresar
con Daniel, a quien en ese momento nada le contaron de sus
vivencias. Pero, extrañamente, la cámara no volvería a
funcionar. Ni siquiera se encendía, lo cual le dio la
oportunidad a Daniel y Omar de hacerle chanzas a Claudia sobre
el hecho de que habría roto la máquina, lo que comenzó a
desesperarla.
Pero fue casi al final de la jornada, cuando ya se aprestaban
a retirarse, cuando Daniel decidió, solo, aventurarse hacia
los fondos de la finca. Allí, donde estaba la porqueriza.
Allí, hacia donde desaparecía el ser. Allí, donde se había
disparado involuntariamente la cámara fotográfica. Y de allí
Daniel también regresó descompuesto.
Todo esto lo conversaban en el automóvil ya de regreso a la
ciudad de Colón, cuando Claudia, nerviosa por la posibilidad
de que la cámara se hubiese descompuesto culpa de ella —ante
comentarios en tono de broma que, aprovechándose de su
desconocimiento de electrónica, le hacían los otros dos—
decide tratar de tomar una imagen del espléndido atardecer que
caía sobre el campo. Entonces, al encender la máquina, una
extraña indicación en el visor le llama la atención: indicaba
“Card Full”, es decir, memoria completa —cuando sólo había
tirado siete fotos de un total estimado de unas 30 que tendría
que haber podido capturar— y los muchachos, al
revisarla, la tranquilizan diciéndole que se había quedado sin
pilas (por lo visto, ellos tampoco supieron interpretar
correctamente el mensaje en el display). Apenas habían tomado
siete fotografías, la última, precisa y “casualmente” la
que se había disparado sola. No le dieron a esto mayor
importancia hasta que la cámara volvió a mis manos: yo mismo
le había puesto excelentes baterías nuevas el día anterior a
la investigación y, cuando la enciendo en casa, descubro que
funcionaba perfectamente con su memoria disponible, al
punto tal que tomo algunas imágenes de nuestros hijos sin
ningún problema.
“Quique” Marzo, nuestro inefable Administrador, rápidamente me
pasa copias de las fotos que comienzo a analizar. Y en una de
ellas —sí, ya saben en cuál— un extraño objeto azulado me
llama la atención. Con los cuidados del caso, la amplío, y
entonces aparece esto otro, que abre una dimensión
paralela a la
historia como la contaron otros investigadores, abonando mi
hipótesis de que muchos puntos del planeta (y la costa del río
Uruguay en particular) fungen como “ventanas” o “portales”
hacia órdenes distintos de Realidad, mundos o dimensiones
paralelas. En la foto,
casi mirando a los investigadores, invisible —o inadvertido— a
ojo desnudo pero evidente en la fotografía, semioculto por la
maleza, aparece un ser de cabeza claramente reptiloide, con su
largo y prominente hocico, ojos, el trazo de la boca insinuado
y una “cresta” en la parte superior y central del cráneo.
Aquí lo reproducimos.
Ampliación del rostro de la entidad
¿Qué podemos decir ante esta pieza de evidencia?. Los
escépticos de siempre hablarán de juegos de luces y sombras,
proyecciones del inconsciente, ilusión de los sentidos. Pero,
oh los escépticos... Nada azul existe en la vegetación de esa
zona, el rostro es claramente discernible —y personalmente
intuyo hasta un cuerpo completo y de pie en la figura
anterior— y en cuanto a la naturaleza del ser, nuestra
presunción es que en ese lugar, vaya a saberse si por un
período de tiempo determinado o no, por encima del pretendido
“aguará guazú en dos patas” de los Restaino y el “lobizón” de
la irredenta prensa vernácula, una extraña geometría del
tiempo y el espacio abre accesos hacia y desde otros planos de
existencia. Ambos seres —el peludo fagocitador de tripas
avícolas y el sospechado reptil humanoide— bien pueden ser
materializaciones de entidades que desde uno o más de esos
planos paralelos a nuestro coexistir irrumpen con fines
extraños pero inteligentes.
Y sobre cómo, para este segundo caso, aparece ante el objetivo
lo que no se ve a simple vista, es necesario recurrir —otra
vez— a nuestro ensayo “La fotografía psíquica entre la
Parapsicología y los OVNIs”
Algunos investigadores mostraron a los Restaino
imágenes de archivo de entidades —asociadas o no a OVNIs—
manifestadas en otras partes del mundo, y los testigos
buscaron similitudes, debiendo para ello forzar sus propias
descripciones. Presentamos aquí el primero —y hasta ahora
único— “retrato robot” hecho en el momento y el lugar por
Claudia Sione bajo la mirada aprobatoria y la descripción
verbal de la familia.
Una reflexión
final. En estos meses uno de los temas de trabajo versa,
precisamente, sobre las fotografías paranormales. Hemos
progresado mucho en nuestros debates, no sólo en el aporte de
material exclusivo hecho llegar por colaboradores espontáneos
sino en la discusión para dilucidar la gran pregunta: ¿cuándo
algo exótico que aparece en una fotografía es “paranormal” —en
el más estricto sentido etimológico de la palabra— y cuándo es
una simple confusión? ¿Cualquier mancha extraña en una toma es
una “energía desconocida”? Evidentemente, no. ¿Cualquier línea
sinuosa con dos sombras oscuras es un rostro? Claro que no.
¿Entonces? Si acuden a los artículos de mi autoría
referenciados al final de este trabajo, encontrarán que muchos
documentos son incontrastables: no hay manera de
interpretar de otra forma lo que allí se ve. Pero la
experiencia de Claudia, Omar y Daniel aporta otro tratamiento
del tema: más allá del evidente “rostro” que exhibimos,
simultáneamente —en
tiempo y lugar— ocurren extraños fenómenos que no son
asociados sino hasta tiempo después (hablo de los síntomas físicos que
además fueron independientes en los tres ya que tardíamente se
participan de sus sensaciones, y en el antinatural,
antielectrónico y antimecánico comportamiento de la cámara).
Concluyo que, entonces, estamos ante la fuerte presunción de
tener en nuestras manos una fotografía decididamente
paranormal cuando, junto a la evidencia en sí, en ese lugar y
momento concurren otros episodios ajenos pero insólitos,
siendo más certeramente paranormal cuanto más significativo
sea el número de estos episodios.
Todo esto nos
brinda, en lo particular, la expectativa de que en Colonia
Elía u otros parajes cercanos —como los casos ocurridos en
Pronunciamiento, no muy distante de allí y que oportunamente
reflejáramos en AFR— pronto estaremos en presencia de otros
casos que reportaremos a ustedes. Y en lo general, que
lentamente podemos ir organizando, si bien no una hipótesis en
términos académicos, cuanto menos una línea de acción
verificable operativamente en el
terreno.
Las huellas de la discordia. Obtenidas por los Restaino
con material y enseñanzas de Daniel Padilla, son reproducidas
por otros investigadores sin señalar este detalle ni, como ya
apuntáramos, la evidente contradicción entre la asignación de
“garras” superiores y el aspecto evidentemente humano de
éstas. Con respecto a los inferiores, Matías no los describió
específicamente, debido a que, según sus propias palabras, “no
los vio porque estaban cubiertos de pelos”. Entonces, si estos
vaciados de las huellas fueran coincidentes con esta
observación, se advertirían señales de improntas pilosas que,
de hecho, no aparecen. Aún más: los Restaino observan el
retrato robot mostrado más arriba y quedan conformes; en dicho
dibujo Claudia le dio pies humanoides que no
objetaron.
De todas estas investigaciones
podemos ir rescatando algunos elementos de juicio
interesantes. Por ejemplo, mientras que lo que tomamos (o
llamamos) OVNIs tanto pueden ser visibles a simple vista como
no (y aparecer recién al revisarse la fotografía) en estos
casos de “fotografías paranormales” nunca se ve a simple
vista el objeto o ente de extrañeza: sólo se toma
conciencia de que estuvo allí cuando, paradójicamente, ya no
es el testigo quien está allí. Arriesgo una explicación: es
una evidencia de una inteligencia detrás de la mecánica de
producción del fenómeno, que quizás quiere evitarnos el
“estrés” (el tremendo julepe, bah) de
encontrarnos desprevenidamente cara a cara con él. Una segunda
conclusión: la fotografía paranormal es un “emergente”,
“estímulo-señal” o advertencia de que la o las personas
intervinientes están en el epicentro de una “zona caliente” o
son —o serán— protagonistas de otros eventos paranormales.
Estas fotos nunca vienen solas. Y si creen que esta
afirmación es una abierta contradicción al comentario hecho al
comienzo de este artículo cuando decíamos que la fotografía
del rostro humanoide en esa casita de Tala no iba relacionado
con ningún episodio extraño vivido por la propietaria u otros
inquilinos, pues lamento decepcionarlos, pero no hay tal
contradicción: quien tomó la fotografía fue nuestro
colaborador (que ya se las ha visto negras en más de una
oportunidad, por lo que ustedes conocen a esta altura); no la
dueña del lugar. Y si extendemos nuestro comentario,
podemos sostener fundamentados en la experiencia que no
habrá ni un solo fotógrafo o fotógrafa de placas “extrañas”
que no haya vivido, esté viviendo o le sucedan en tiempo más o
menos inmediato, otros episodios paranormales que sin duda
darán un sesgo a sus vidas, cuando menos, en lo que a
paradigmas se refiere.
Otros
episodios
El 24 de enero de 2005, a las
23 horas, un sargento y tres policías que estaban destacados
en el Puesto Caminero 639 (sobre la Ruta Provincial 39)
observaron una luz “como una nube blanca brillante”, a la que
describieron como un círculo con un orificio oscuro en el
centro, de tamaño similar a la Luna Llena. En silencio pasó
sobre sus cabezas, disminuyendo de tamaño. Es interesante
señalar que uno de los uniformados implicados, entrevistado
por nuestro equipo, comentó que las apariciones de OVNIs sobre
ese puesto eran “muy comunes”, recordando ésa en particular, y
que en todos los casos las mismas son precedidas por “un
estruendo” donde luego “la luz aparece de golpe”. Imposible no
pensar en que el “estruendo” es consecuencia tal vez de la
apertura de algo así como un “portal”, concomitante con la
característica visual de una “luz” (ovni) surgiendo
repentinamente de la nada.
El
cruce de apariciones OVNIs reiteradas
Puesto
Caminero 639
La ruta vista
desde el puesto, hacia donde se alejaban los objetos que allí
aparecían
Observen ustedes la siguiente
ilustración. Coincide en un todo con lo manifestado por los
policías a nuestros investigadores. Empero, este dibujo no fue
hecho por ninguno de ellos, sino por el señor Daniel Medina
también en la provincia de Entre Ríos, cuyas observaciones de
objetos no identificados —y, en uno de los casos, sus
tripulantes— describiéramos en AFR Nº 129 [Solicitar por
email].
Dibujos hechos
por los propios policías de "la luz con el agujero en el
centro".
Compárese con la
descripción de Daniel Medina.
En fecha imprecisa del año 1997,
cierto día alrededor de las 20 ó 21 horas, desde ese
mismo puesto policial se escuchó una explosión, observándose
en la penumbra del cielo una estela “como la que deja un avión
a chorro”. La misma adoptó la forma de una media luna y se
dirigió al poblado de Maciá, para detenerse luego e invertir
su marcha esta vez hacia la vertical de una próxima estación
de servicio. Desde la localidad de Sauce Norte, otros
efectivos policiales lo seguían con prismáticos, y los mismos
manifestaron que “presentaba luces”. Finalmente se perdió
hacia, precisamente, Rosario del Tala.
Empero, su
seguimiento no terminó allí. Otros testigos vieron cómo “dos
luces chicas amarillas entraban en la media luna” y
testificaron su recorrido sobre los pueblos de Basavilbaso,
Concepción del Uruguay e, incluso, en la vecina República
Oriental del Uruguay. Es de destacar que cuando pasó por la
vertical del Puesto Caminero de referencia, se encendieron
espontáneamente las luces del móvil, antes que el objeto
desapareciera.
OVNIs sobre el
cuartel
En las afueras de Tala tiene su asiento una agrupación
importante del Ejército Argentino: el Grupo de Artillería de
la Brigada II. Cuenta con amplias instalaciones que cubren
centenares de hectáreas, campo de polo para oficiales y otras
lindezas. Pues bien, durante julio y agosto de 2005, objetos
no identificados, a partir de las 21 horas de cada día (tal
como informa este escueto artículo, aparecido en el diario
local y única referencia periodística aceptada) evolucionaban
sobre el lugar asentándose en sus suelos con
frecuencia.
Por
descontado: las autoridades se niegan a facilitar toda
información sobre este suceso. Es interesante señalar,
especialmente para los investigadores de otros países, que salvo órdenes
expresas del Estado Mayor, el responsable de cada unidad
militar suele discernir a su arbitrio si se comenta el
hipotético episodio ocurrido en su jurisdicción así como si se
permite el ingreso de analistas civiles. Contamos con casos
donde no solamente no ha habido obstrucción de los
responsables militares sino, incluso, abierto apoyo en vías de
saber más sobre la naturaleza de lo ocurrido. Asimismo y como
en este caso, el silencio es la única respuesta oficial,
quizás por lo embarazoso de tener que aceptar que la seguridad
propia es tan reiteradamente (y fácilmente) vulnerada por
ingenios de procedencia desconocida.
Fue
subrepticiamente, entonces, como se pudieron recorrer algunas
instalaciones, con expresa prohibición de tomar fotografías.
Fue desde el vehículo de Omar que, clandestinamente, pudimos
recabar las imágenes de los lugares de los sucesos, si bien
nos fue imposible en consecuencia recabar más información que
esa escuetamente resumida en el periódico.
¿Un “Área 51”
centenaria?
En mi
investigación sobre los eventos de la ciudad santafecina de
Carcarañá (publicada en AFR Nº 5 y 7 bajo el título
“El mundo subterráneo y el visitante de Marte” [Solicitar AFR
Nº 5 por email, Solicitar AFR
Nº 7 por email]) dije que
tenía entonces la sospecha de que cuando enigmas de distinto
cuño, terrestre o no, se reúnen en un mismo lugar, algo
pasa. Y cito: “...Los hechos están allí. Es
posible que el “meteorito” no haya existido (ya hablaré de
eso). Los túneles respiran un aire sospechosamente delictivo.
Los OVNIs andan por los cielos y seguramente les importará un
bledo las puntas de flechas o las osamentas antediluvianas
sepultadas en los campos sobre los que se pasean... pero todo
está, precisamente, ahí. A lo largo de un
siglo, todos estos misterios tienen un foco existencial de
pocos kilómetros cuadrados...”. A esta altura de los
hechos ya no existe la sospecha. Fue reemplazada por la
certeza.
Es como si la
energía de ciertos lugares atrajera a humanos y no humanos por
igual, concitara similares intereses o vibraciones, o unos
fueran consecuencia de otros. Pero daré un paso quizás hacia
el vacío. Consecuente con la larga investigación con que desde
hace años les vengo aburriendo sobre los Illuminati y sus
vinculaciones, ora con lo esotérico, ora con lo no humano (o
meramente extraterrestre) sospecho que ciertos grupos de poder
de orden mundial vienen aprovechando desde la noche de los
tiempos (y de manera evidente en la historia de estos últimos
siglos) el conocimiento de que ciertos lugares son “puertas
idóneas” para el contacto con algún “Más Allá” que entreveo,
quizás como parte de su simbiótico acuerdo. Vamos a hablar del
que puede ser uno de esos lugares, y va de suyo que, aquí,
Claudia y Omar sólo aportan su investigación en el terreno. La
responsabilidad de las especulaciones es mía,
exclusivamente.
Y sería sencillo
suponer, como quizás harán algunos ahora, que este centro
secreto —pero no clandestino— de experimentación genética
puede tener explicaciones sencillas. En épocas en que
Argentina era como una finca más del Imperio Británico,
nuestro país podía ser el lugar ideal para realizar
experimentos agrícolas en suelos fértiles al extremo, casi a
costos cero. O experimentos de otra índole, con una autoridad
siempre corrupta y proclive a la genuflexión con los europeos
primero y los yankees después. Pero no.
Propongo esto:
que una sociedad secreta y omnipresente en el gobierno
mundial, los Illuminati, sabe de la existencia de esos
“portales” y de alguna forma los emplea o ha empleado conforme
a sus fines. Que no es ajeno a ello que en los mismos se
centren, como en este caso, áreas de extraños experimentos que
parecen no haber existido nunca... pero allí están. Ya conocen
lo que vengo hilando en mi serial “Guardianes de
la Luz, Barones de las Tinieblas” (N. del E.:
para solicitar la serie completa por email, ver enlaces
al final). Una especie no humana, superior intelectualmente,
proveniente de un universo paralelo, inmaterial, energética,
necesita, como toda vida, alimentarse para sobrevivir. Y una
especie así no degustaría hamburguesas, sino energía.
Emociones. Sentimientos. Dolor. Físico y psíquico. Las
“exploraciones médicas” de los “alienígenas” no parecen tener
fines científicos, ni siquiera útiles. Sus instrumentos son
arcaicos. Sus técnicas de intrusión, dolorosas, atemorizantes.
Nos preguntamos cuál es el fin de tanto sufrimiento, sin
sospechar que, tal vez, el sufrimiento es el fin. En esos planos,
afortunadamente para nosotros, también están los otros, porque
toda sombra ocurre pues en algún lugar donde hay una luz que
la produce. Los Guardianes. Pero no es éste el lugar de
extendernos sobre ellos.
Lo acepto: esto
parece una locura. Pero cuando se viene construyendo
pacientemente un muro, año tras año, con miles de pequeños e
inadvertidos ladrillos que uno va recogiendo por el camino, se
observan espacios donde ya se calcula el tamaño y forma del
ladrillo que allí ha de caber. Si ustedes están alguna vez de
pie en la inmensidad del campo, en el medio de la nada, entre
los restos de laboratorios que no deben existir, donde
aterrizan OVNIs con cierta frecuencia, entre edificaciones de
unos cien años aptas para maquinarias desconocidas y
gigantescas que nadie sabe cuáles fueron ni dónde están, y a
la vista de unos ominosos grilletes usados para sabe Dios qué
fines, no lejos de donde aparecen seres sobrenaturales, la
gente padece de formas obsesivas y cotidianas de
paranormalidad, los vacunos son sistemáticamente
descuartizados por agentes desconocidos, se encuentran
esqueletos de animales imposibles... ¿qué
pensarían?
Esta es la
granja “La Experimental”. Hagámosla breve: pese a lo que
indica el cartel de la entrada, allí no se realizan
emprendimientos vinculados a la agricultura, ganadería ni nada
que se le parezca. Hay “potreros” (terrenos) trabajados, pero
parece más en función del sustento de unos pocos que de una
explotación comercial. Salvo la vivienda que ocupa un cuidador
y su familia, el resto de las edificaciones —que sólo pudieron
observarse y fotografiarse desde cierta distancia, a excepción
de un “baño” al que ya nos referiremos— están conservados
vacíos pero en aceptable buen estado. Ocupa quizás unas mil
hectáreas y si bien hoy en día está desmalezada, supo ser
monte cerrado en el pasado, un pasado de no más de cien años,
donde los
“doctores” (así denominaba la gente del lugar a los
extranjeros dueños del establecimiento) llegaban por avión
(estamos hablando de aviones, pistas de aterrizaje y hangares
circa 1920, lo que era toda una avanzada tecnológica).
Puntualicemos: nadie sabe quiénes eran: se dice “ingleses”
como se dice “alemanes”. Tanto pudieron ser norteamericanos o
polacos o habitantes del planeta Ummo.
Puntualicemos más aún: el cuidador
—parco como el que más, con un exagerado machete en su diestra
que no soltó en ningún momento de la visita— dijo que su
propietaria es una dama de la ciudad de Santa Fe que la tenía
“para descansar los fines de semana”. A mi modo de ver, poco
creíble: enorme, desprovista de todo atractivo, sin siquiera
piscina, seguramente onerosa impositivamente, un “elefante
blanco” del cual cualquier pudiente trataría de desprenderse a
cambio de un lugar de solaz más “chic”. Claro, dirán
ustedes, será buena idea contactar a la dueña y hacerle
algunas preguntas. Imposible: en Catastro, en Rentas de la
provincia, “La Experimental” no existe, no existió
nunca.
En el
mundo civilizado, esto desataría un escándalo y una
investigación oficial. Descuiden: esto es
Argentina.
Lo que
aquí cuenta es lo que hay. Construcciones y más construcciones
con fines imprecisos. Se dice que en el pasado se hacían
“experimentos secretos con semillas”; esto era lo que los
“doctores” decían a la peonada. Prácticamente no había
caminos, de modo que el personal vivía en ciertas barracas y
tenía prohibido bajo penas gravísimas acceder a determinadas
instalaciones.
En lo que
se llama el “hangar”, demasiado enorme para las aeronaves de
la época, debe haber estado (y en esto son concordantes los
recuerdos del vulgo) instalada gigantesca maquinaria. Pero las
maquinarias, sobre todo si son “gigantescas”, se emplean para
producir determinados artículos, o para generar energía
—electricidad, o lo que fuere— pero, ¿para experimentos con
semillas?. Laboratorios, parcelas, sí, pero, ¿grandes
maquinarias?
Grandes
maquinarias que, según relatara la esposa del cuidador, “está
enterrada en algún lugar del campo, por ahí atrás”. Sí, por
ese “ahí atrás” donde el anterior cuidador (hoy desaparecido)
dijo haber visto una noche aterrizar un OVNI y otras,
ser sobrevolado por extrañas luces silenciosas que iluminaban
“a giorno” todo el lugar. ¿Qué es atraído por qué?.
¿Experimentos con semillas?
Apenas se pudo curiosear en lo que
los cuidadores llaman un “baño”. Aquí lo mostramos.
Extrañamente, el suelo del mismo está como levantado y se ha
cubierto de una carpeta de cemento armado. En la misma, de
manera torpe, quizás con un palillo o un dedo, alguien
escribió una fecha: 1929. No termino
de comprender por qué para algún albañil habría sido de algún
interés dejar constancia de cuándo se realizó algo tan anodino
como el contrapiso nuevo de un baño. Por lo menos, presta
alguna utilidad: como ya no quedan contemporáneos a los
primeros tiempos de “La Experimental” y dado que,
paradójicamente, nadie, ni historiadores locales, han
realizado crónica alguna sobre la misma, esa fecha permite
confirmar en principio que, cuando menos para entonces, el
lugar existía y si se hicieron refacciones (como esa carpeta
de material) sería sin duda algo anterior. Quizás podamos
remontarla hasta principios de siglo XX.
Y los grilletes. Están ahí, casi a
las puertas de una de las edificaciones “prohibidas”, tan
antiguos como ésta misma. Quizás las víctimas no eran humanas,
sólo vacunos. Pero engrillados, allí, cerca de los
laboratorios, engrillados en serie, uno al lado del otro...
¿Experimentos con semillas?
A la sombra de nuevos
enigmas
A algunos kilómetros, sobre la ruta
39, existe un restaurante (“comedor”, se les acostumbra llamar
en el interior de nuestro país) a cuyo propietario
entrevistamos. Debemos, por expreso pedido, reservar su nombre
y ubicación exacta, cuando menos por ahora. Digamos que pocos
días después de los sucesos del cuartel militar, una noche
entre las 21 y las 23 horas, una “luz” proveniente del
horizonte vino a detenerse sobre los árboles de la fotografía,
en el campo propiedad del titular del citado comedor, quien no
se encontraba a la sazón, estando a cargo un peón de campo.
Éste observó cómo la “luz”, luego de detenerse, comenzó a
elevarse, reduciendo su tamaño hasta desaparecer, no
pudiéndose mirar directamente por la intensidad lumínica. Pero
antes de desvanecerse, ocurrieron unos hechos apasionantes. La
“luz” despedía “como papelitos encendidos” que, pese a haber
mucho viento, literalmente llovieron sobre dos de los árboles
que comenzaron a “humear de adentro hacia fuera”, hasta
carbonizarse completamente. El peón quiso aproximarse pero los
cuatro perros del lugar, habitualmente obedientes, se
alteraron en su desesperación de impedírselo, cruzándose una y
otra vez en su canino para obstaculizar su avance, en su afán
de que el testigo no se acercara. Desistió de hacerlo, y sin
duda fue por su bien: al otro día al pie de esos árboles
aparecieron muertos dos gatos con extrañas quemaduras y
abundantes hemorragias espontáneas por sus orificios
naturales, así como una oveja que abortara espontáneamente su
cría. El proceso de “quemarse de adentro hacia fuera” no puede
menos que hacernos pensar en radiación de microondas; lo que
no sería ajeno a una larga casuística bien documentada.
Paralelamente, el aborto de la oveja y las hemorragias de los
felinos remite a las desagradables consecuencias de una
exposición radiactiva.
Incidentalmente, cabe relatar que en
el desvío que las líneas de tensión eléctrica presentan en la
entrada de la finca (la derivación que transporta a la misma
la electricidad distribuida por la línea general) se encontró,
al otro día, que la línea de electricidad se encontraba
“pelada” en tres sectores (de unos treinta centímetros cada
uno, distantes entre sí un espacio similar) siendo la opinión
del dueño del lugar que “los ovnis se prenden de allí
para tomar energía”.
Fantasmogénesis y
poltergeists
Bien. Si la totalidad de los
fenómenos que ocurren en Tala finalizaran aquí, pues
estaríamos “simplemente” ante otra “zona caliente” de
apariciones OVNI y poco más. Empero y como hemos ido
descubriendo en sucesivas visitas, el tema es mucho más
complejo aún. Permítanme resumirlo en estas
líneas:
Además de las apariciones
OVNI y esa extraña planta experimental, Tala tiene un
altísimo índice de fenomenología paranormal en su población.
Aún más y como veremos enseguida, muchos de estos fenómenos
no tienen registros con anterioridad, cuando menos en
nuestras latitudes. Y, por si fuera poco, hasta donde
Claudia Sione ha realizado los estudios de fotografías
Kirlian del caso, el número de personas con “potencialidad
parapsicológica” —algo que ya es fácilmente discernible, por
tipificable, a través de la electrofotografía— en esa ciudad es,
también, mucho más elevado que en cualquier otra localidad.
Ahora bien y con todo respeto: decir “mayor potencialidad
parapsicológica” en la población promedio no es sinónimo de
“mayor espiritualidad” ni “mayor intelectualidad” pues,
simultáneamente, puede apreciarse lo que llamaríamos no
solamente una marcada “pauperización cultural” aun en
segmentos de la población local que se supone calificados,
sino —sin querer pecar de moralistas— una, digamos
“elasticidad moral” (para no hablar de liberalidad casi
libertina) atípica en los generalmente mojigatos pueblos del
interior.
Pero comencemos a
poner orden en las evidencias para que ese orden sea sensible
a las ideas. Presentamos a continuación una fotografía “de
época” (como acostumbraba a llamarse) de un estudio
fotográfico local ya desaparecido. La placa es de mediados de
los años ’30 e inopinadamente el niño que aparece en razón de
su primera comunión es acompañado en la imagen por una figura
que, a la izquierda (en el original es crudamente más
distinguible) puede reconocerse —al decir de quienes la han
visto— como Jesús. Y aquí no podemos menos que asociarla con
aquella imagen que aparece en la puerta del dormitorio de la
casa de Omar Izaguirre.
Pero...
Pero permítanme
aquí hacer una salvedad. Precisamente porque es inevitable esa
asociación, necesito preguntarles una cosa. ¿Cómo pueden
ustedes estar seguros de que en estos casos se trata,
efectivamente de Jesucristo? Convengamos en que la espontánea
“identificación” como tal es un “reflejo cultural”: responde
al estereotipo crístico. Pero, ¿es ello suficiente? Obviamente
no. Por lo tanto, debemos suspender todo juicio
interpretativo, toda vez que como tampoco existe un “mensaje”
asociado a estas apariciones (ni un sensible efecto en el
entorno) los criterios —que podemos no compartir, pero debemos
atender— habitualmente empleados por los teólogos para validar
una aparición no son aplicables. Aún más; podemos
sensiblemente o bien contemplar un fenómeno de
fantasmogénesis, teleplastias y psicofotografías provocados
inconscientemente por los humanos del lugar, o bien una
inteligencia exterior y ajena se vale de esa “mise en
scène” para llamar la atención y dejar su
impronta.
Continuará....
Es Matías quien hace esta analogía. Aclara que nunca ha visto
directamente uno excepto por televisión, pero que le resulta
muy semejante tanto por altitud de tono como por
reverberación.
Características Técnicas:
Marca: Fujifilm.
Modelo: FinePix
A205.
Número de pixeles: 2,0 Millones de
pixeles.
CCD: CCD de 1/2,7 de pulgada ; 2,11 millones de
pixeles totales.
Enfoque: Auto foco: Normal: de 80 cm
a infinito; Macro: de 10 a 100 cm
aprox.
Objetivo: Objetivo zoom Fujinon de 3X, F3 a F4,8
(equivalente a f=36-108mm en una cámara de 35
mm).
Flash: Automático, de 3,5 m
máximo.
Formatos de archivo: Fotografía: JPEG (Exif ver.
2.2).
Fuente de Alimentación: 2 pilas alcalinas
AA/Ni-MH.
Extrañamente, los síntomas no cesaron allí. A su regreso y
durante varios días experimentó ascensos bruscos de
temperatura y una extraña deshidratación evidente en labios
resecos, síntomas que desaparecieron tan espontáneamente como
se presentaron.
Sepan disculpar: no pude evitar la tentación de hacer este
juego de palabras.
Publicado en “Al Filo de la Realidad” N° 9.
Serie "Guardianes de la
Luz, Barones de las Tinieblas"
Para
solicitar, clic y enviar el mensaje vacío (lo que importa es
el asunto)
En
ediciones anteriores de Al Filo de la
Realidad:
AFR Nº
158:
¿Mengele Aún
Vive? por Gustavo Fernández Lo
Absurdo en el Comportamiento Ovni
por
Miguel Ángel Gómez Pombo
Los Misterios De Un
Pantano por Michele
Delio Salvador Freixedo: Predicador De Lo
Extraterrestre por Hidalgo Vega
Luis David
Lección de Esoterismo Práctico
Nº 19:
La Transmutación Alquímica del
Yo.
Fenómenos
Paranormales: ¿Qué los causa? por
Moisés Garrido
Perú: El
Incidente Chulucanas por Dr. Anthony
Choy
¡Bongiovanni...
Dale nomás, dale que va, que allá en el horno se
vamo’ encontrá!
por Gustavo
Fernández
¿Conveniencia o
Aggiornamiento? ¿Alternativas o Complementarias?
por
Gustavo Fernández
Si Israel es el Pueblo
Elegido, a mí, Dios que no me elija.
por
Ángel Rodríguez Álvarez
Fotografías Paranormales:
¿La Oportunidad, el Lugar o el Sujeto?
por
Gustavo Fernández
La Psicomitología
Personal.
Monotemático: Dios y el
Universo según los Extraterrestres.
por
Ignacio Darnaude Rojas-Marcos
por
Claudia Sione
Noticias
MÁS ALLÁ DEL
LÍMITE
Todos están
invitados a escuchar el programa radial "Más
Allá del Límite" todos los Domingos a las 21:00 horas en la FM "Gran
Rosario" 88.9 MHz del dial de Frecuencia Modulada. El Programa
cuenta con los Tel: 4242769 para salir al aire durante el
programa. Y el tel: 4211059, para dejar mensajes de los
oyentes. Para llamados desde el interior de Argentina: 0341,
desde el exterior: 054 - 341- + teléfonos. Desde
cualquier parte del mundo se puede escuchar el programa de
radio en vivo vía:
www.radiogranrosario.com.ar
LAS FRONTERAS DEL
ADIMENSIONALISMO
Nuestro lector Joan Lluís Montané, crítico de arte, escritor y esposo de
la artista Francisca Blázquez, nos ha invitado a conocer la
página con obras de esta creadora plástica. Realmente la
recomendamos. Está en http://www.franciscablazquez.net/ y si buscan ustedes imágenes que
estimulen la imaginación, que brinden nuevos giros a la idea
de la manipulaciòn del tiempo y el espacio, pues vale la pena
darse una vueltita.
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DE CONTACTO:
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academia privada dedicada a la investigación, difusión y
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fundada el 15 de octubre de 1985 e inscripta en la
Superintendencia de Enseñanza Privada dependiente del
Ministerio de Educación de la República Argentina, bajo el
número 9492/93.
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