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Lunes,
15/12/2003
Seres del espacio "dieron el primer
aliento civilizador" a los bereberes |
Casi dos horas de
documental le ha llevado a Juan José Benítez llegar a la conclusión que muchos intuíamos desde las
primeras escenas de El anillo de
plata: que los
atrasados bereberes le deben todo a los extraterrestres,
quienes, "sin duda, les dieron el primer aliento civilizador".
Otra vez recurre a los marcianos el autor de Caballo de
Troya para explicar los, para él, inexplicables avances de
nuestros antepasados. Antes, el ufólogo intenta maquillar su
carcajeante propuesta, hablándonos de un pasado en el cual el
Sahara fue un vergel, algo que no ha sabido Benítez gracias a
las revelaciones de los marcianos ni a las confidencias que
dice que le hace el mismo Dios, sino a la ciencia
oficial que habitualmente desprecia. En el noveno episodio
de Planeta encantado, nada de lo que afirma el
fabricante de misterios sobre el Sahara azul es nuevo;
lo único de su cosecha son los alienígenas y su intervención
en la historia humana.
Hay tanta ilógica
en el razonar del director de la serie que emite
Televisión Española (TVE) que resulta difícil entender cómo alguien
puede tomarle en serio. Sahara azul es continuación de
la anterior entrega y arranca con Benítez enseñando a sus
guías de Tassili la piedra que, según Dionisio Ávila, le
tiraron unos extraterrestres que estaban a pie de su nave en
Los Villares (Jaén), el 16 de julio de 1996. Entre los signos
del pedrusco, hay un IOI -"palo-cero-palo"- que
coincide con el grabado de un anillo de plata -con nueve
palos y otros tantos ceros:
IOIOIOIOIOIOIOIOIO- que Benítez asegura haber
encontrado en aguas del mar Rojo el mismo día de la aparición
del ovni en Andalucía. A partir de ahí, unos expertos
cuya identidad no se facilita leen en el anillo las
coordenadas de Tassili, a donde monta el periodista navarro
una expedición acompañado de su esposa y su hijo fotógrafo,
quienes forman parte del equipo de la producción. Y ahí
empieza la segunda parte de este viaje previsible, con los
guías argelinos diciéndole al ufólogo que en el IOI de
la piedra reconocen signos del bereben antiguo. Dada la
vulgaridad de los signos -palo y cero aparecen
en casi todas las lenguas-, el testimonio de los tuareg sólo
demuestra la ingenuidad de Benítez.
Decepcionado por la
incapacidad de sus guías para descifrar el mensaje de la
piedra -"Una cosa es hablar bereber y otra muy distinta,
traducirlo"-, el escritor especula sobre el origen de la
lengua tamazight, como se llama en realidad. Los lingüistas no
lo tienen del todo claro y aprovecha eso para doblar la
Historia a la medida de sus extraterrestres. Cita por el
apellido a unos expertos que mantienen que el bereber
-oral y escrito- surgió hace entre 8.000 y 10.000 años, y, sin
mostrar ninguna de las pruebas "abrumadoras" que asegura
tener, sentencia que hay que reescribir la Historia: el
bereber es la lengua escrita más antigua, más de 4.000 años
antes que la primera escritura cuneiforme de Mesopotamia.
Estamos ante un bombazo similar al de las visitas de
extraterrestres en platillos volantes, de las cuales Benítez
también dice poseer pruebas desde hace casi treinta años. No
pierdan el tiempo buscando por ahí algo que corrobore la
sorprendente afirmación sobre la escritura bereber porque los
primeros textos en ese idioma datan del siglo II antes de
nuestra era, aunque eso poco importe al novelista.
Benítez mantiene
que la aparición del bereber coincide con la de la ganadería y
la agricultura en los pueblos del norte de África y ello le da
pie para predicar su buena nueva, una realidad ante la que "es
posible que la ciencia sonría burlona". "Ésta es mi teoría.
Hace unos 9.000 años, una o varias civilizaciones no humanas
tomaron el centro del jardín del corazón del Sahara como base
de operaciones y prendieron la mecha de una nueva Humanidad",
sentencia el ufólogo. Saca a relucir su "instinto" y "larga
experiencia como investigador" -los mismos que le llevaron a
tomar en Bilbao el canto de un sapo por el sonido de una nave
de otro mundo- para argumentar que los marcianos
retratados en las pinturas de Tassili hicieron
experimentos genéticos para mejorar las razas. A eso se
deberían, según él, los animales fantásticos del arte
prehistórico de la región, que reflejarían intentos fallidos
de crear animales domésticos en el laboratorio. En su delirio,
el novelista compara el perfil de un túmulo funerario con el
platillo volante fotografiado el 7 de mayo de 1952 en Barra da
Tijuca, Brasil. Para el director de Planeta encantado,
la escritura bereber antigua, la de la piedra de Los Villares
y la del anillo que sólo se cree él que encontró en aguas del
mar Rojo "tienen un mismo origen: los gigantes de Tassili". Lo
que no nos cuenta es el final de toda esa historia ya
excesivamente alargada en la que los hermanos mayores
cósmicos sacan de su ignorancia a los habitantes del norte de
África. Se lo reserva para una próxima entrega, ya que ésta
acaba con un frustrante "Continuará...".
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Escrito por Luis Alfonso Gámez a las 12:14 am Hacer comentario (0) |
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permanente Enigmas
del pasado, Juan
José Benítez, Tergiversación
de la Historia, Dossier
'Planeta encantado' |
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Lunes,
08/12/2003
'IOI': un anillo para engañarlos a todos y
llenar de extraterrestres la Prehistoria |
Los visitantes de
otros mundos tienen debilidad por presentarse ante individuos
solitarios, atemorizarles y despegar inmediatamente de vuelta
a su planeta. Desde que los platillos volantes aterrizaron en
la cultura popular a finales de los años 40, sus pilotos han
preferido los parajes aislados a los núcleos urbanos y los
interlocutores sin preparación a los cultos. El avistamiento
de Los Villares (Jaén) con el que arranca El anillo de
plata, octavo episodio de la serie de televisión
Planeta encantado, encaja en ese patrón. Sucedió el 16
julio de 1996 en medio del campo andaluz, donde Dionisio Ávila
-"un hombre sencillo, muy querido y respetado por sus
paisanos", en palabras de Juan José Benítez- vio un platillo volante clásico a ras de suelo y a
tres de sus tripulantes. Del testigo, el novelista nos cuenta,
además del cariño que los vecinos le profesan, que "no sabe
leer ni escribir", como si eso hiciera más creíble una
historia que no se diferencia en nada de los miles de
fantásticos relatos de encuentros con seres extraterrestres
que llenan los libros de ufología. Que a uno le adoren sus
paisanos y que sea analfabeto no dice nada a favor de su
credibilidad. Estaríamos, por tanto, ante otro suceso ovni del
montón si no fuera porque los marcianos jienenses dejaron a su
testigo una prueba. Al menos, eso mantiene el analfabeto
protagonista y creen Iker Jiménez, Lorenzo Fernández y Benítez, tres autores de
reconocida fiabilidad.
Resulta que, antes
de poner espacio de por medio, los alienígenas de Los Villares
lanzaron hacia el testigo, de 66 años entonces, una luz que
resultó ser una piedra con grabados, entre ellos IOI
-"palo-cero-palo", dice el autor de Caballo de Troya-,
signos que Ávila había visto en la cúpula del platillo
volante. Aquel mismo día, el novelista y su esposa buceaban en
el mar Rojo cuando ella se hirió en una pierna con un coral,
tras lo cual perdió un anillo de oro. Un misterioso, cómo no,
individuo sacó del agua a la mujer de Benítez mientras éste se
quedaba -"movido por una fuerza que no he conseguido
explicar"- a buscar la joya. Y él encontró un anillo, pero de
plata y con nueve palos y otros tantos ceros:
IOIOIOIOIOIOIOIOIO. "¿Casualidad? Lo dudo", sentencia
el periodista, convencido -no podía ser de otro modo- de que
ha sido elegido por seres extraterrestres para no se sabe qué
y de que existe algún tipo de conexión entre la piedra de Los
Villares y el anillo de mar Rojo.
Tiene razón
Benítez. No creo que la historia del anillo
de plata sea fruto de la
casualidad. Casi tanta gracia como el intento del novelista de
vender el descubrimiento del anillo como un hecho real -¿se
acuerdan de cuando hacía lo mismo con la trama de Caballo
de Troya?- es que la joya le lleve hasta Tassili N'Ajjer,
en el Sahara argelino. Para ello, después de análisis de la
piedra y del anillo en los que dice que investigadores
universitarios y del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC) no encuentran nada misterioso, Benítez recurre a otros
expertos que sí, incluido un presunto especialista en
termovisión y un informático "oficial de la Armada", quien lee
en los signos de la joya las coordenadas de Tassili. A partir
de aquí, el anillo pasa a un segundo plano, en favor de los
visitantes alienígenas que, según el director de Planeta
encantado, los hombres del Neolítico pintaron en el
Sahara.
El largo preámbulo
de "El anillo de plata" es algo que únicamente los fans
del escritor navarro pueden tomar en serio. Lo realmente
preocupante viene cuando, una vez más, el autor reescribe el
pasado al gusto marciano. Tras la estela de Erich von Däniken en
Recuerdos del futuro (1968), Benítez llena Tassili de
platillos volantes y alienígenas con escafandra, sin que
aparezca en ningún momento un prehistoriador. Basta la
autoridad del ufólogo. ¡Cómo va a necesitar recurrir a un
experto el investigador que sentó a Jesús en el
Coliseo antes de que lo construyeran! La ciencia oficial está confundida
y, alli donde Henri Lhote, descubridor de las pinturas de
Tassili, veía nativos con máscaras y trajes rituales, el
director de Planeta encantado encuentra a parientes
prehistóricos de ET. Su descaro llega al punto de redibujar al
denominado Gran Dios Marciano para que parezca un
astronauta del siglo XX, ciñendo su traje espacial aquí y
allá, haciéndoselo a medida y colocándole accesorios. Algunos
de los alienígenas de Benítez son hembras demasiado humanas,
con pechos cónicos, y otros visitantes usan como armas arcos y
flechas -¿pero no estaban adelantados?-; hay seres con cuerpo
humano y cabeza de pájaro o león; las féminas tienen uno, dos
o tres ojos. "Excepto por los brazaletes, esclavinas y
cinturones, estas astronautas parecen estar desnudas.
Sus pechos, los dedos de las manos y los pies, y otros
detalles que no serían visibles debajo de un traje espacial,
aparecen dibujados con toda claridad. ¿Por qué los viajeros
del espacio iban a llevar sofisticados cascos
espaciales provistos con antenas mientras tenían
desnudo el resto del cuerpo", se pregunta William Stiebing en
Astronautas en la antigüedad (1984).
Benítez no explica
a su público nada de esto, ni que lo que él y Von Däniken
identifican como escafandras de ciertas figuras femeninas son
para los arqueólogos cestos que las indígenas llevan sobre la
cabeza, como ocurre todavía en África y otras partes del
mundo. Se detiene a describir la zoología fantástica o
disparatada pintada en Tassili sin explicar en ningún momento
que el conjunto artístico abarca miles de pinturas hechas
durante siglos por diferentes artistas con diferentes estilos,
con lo que da la impresión al telespectador de que hace unos
9.000 años todas las fantasías eran realidad en el Sahara.
Aisla figuras del escenario, las saca de contexto, se olvida
de lo que le molesta y escoge lo que encaja menos mal con su
disparatada visión del pasado de los pueblos no europeos, a
los cuales él y sus colegas consideran, al parecer, incapaces
de evolucionar culturalmente sin ayuda exterior. Tampoco dice
el ufólogo que, asociados a los frescos de visitantes del
espacio de Tassili, no se han hallado ni esqueletos de
gigantes ni armas láser ni otros restos de tecnología
alienígena, sino los típicos de la Edad de Piedra. Hasta que
no se demuestre lo contrario, los únicos extraterrestres que
han llegado al Sahara lo han hecho en los cerebros de
fabricantes de enigmas como Benítez, quien seguirá explotando
el inexistente misterio de la piedra de Los Villares y el
anillo de plata en próximas entregas de Planeta
encantado.
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Escrito por Luis Alfonso Gámez a las 01:46 am Ver/Hacer comentario (2) |
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permanente Ovnis,
Juan
José Benítez, Dossier
'Planeta encantado' |
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Jueves,
04/12/2003
Los escépticos españoles se movilizan
contra el 'Planeta encantado' de Benítez |
Dos meses después
del estreno en Televisión Española
(TVE) de Planeta
encantado, serie dirigida y presentada por Juan José Benítez, los escépticos españoles se han movilizado y
redactado un manifiesto que, en
forma de Carta abierta a RTVE, puede firmar quien lo
desee. El texto, iniciativa del abogado tinerfeño Luis Javier
Capote Pérez, profesor de la Universidad de La Laguna y miembro de ARP-Sociedad para el
Avance del Pensamiento Crítico, denuncia como la serie documental del novelista
navarro "intenta presentar como hipótesis válidas o como
realidades lo que desde un punto de vista histórico y
científico son únicamente leyendas, cuando no burdas
falsedades", y pone algunos ejemplos. Los escépticos reclaman
la "retirada inmediata" del programa o, en su defecto, "la
emisión de una previa advertencia en la que se haga constar a
la audiencia que buena parte -por no decir todo- lo que van a
escuchar ha sido refutado válidamente por la ciencia". El
texto completo puede leerse en la web que ha habilitado Capote
Pérez para recoger las
firmas, que cuando escribo estas líneas ya superan el
centenar.
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Escrito por Luis Alfonso Gámez a las 11:35 am Hacer comentario (0) |
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Juan
José Benítez, Dossier
'Planeta encantado' |
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Lunes,
24/11/2003
Juan José Benítez, en busca del Arca
perdida |
El Arca de la
Alianza -en la que Yahvé ordenó a Moisés que guardara las
Tablas de la Ley- trae de cabeza a los aficionados a lo
paranormal desde hace cuarenta años. Fue Robert Charroux
quien, en el libro Cien mil años de historia
desconocida (1963), habló de ella por primera vez como de
"un condensador eléctrico", citando una obra de 1948 en la que
Maurice Denis-Papin decía que se trataba de "una especie de
cofre eléctrico capaz de producir poderosas descargas, del
orden de los 500 a 700 voltios". Sin embargo, suele atribuirse
el descubrimiento del misterio de este objeto sagrado a
Erich von Däniken, el hostelero suizo metido a perseguidor de
extraterrestres en el pasado. "Estaba cargada eléctricamente.
Hoy, al reconstruir y aplicar las instrucciones transmitidas a
Moisés, resulta una tensión eléctrica con varios centenares de
voltios", escribió en Recuerdos del futuro (1968), sin
citar ni a Charroux ni a Denis-Papin. En esa línea, Juan José
Benítez se apropia del
presunto enigma del Arca de la Alianza en el séptimo episodio
de Planeta encantado, titulado Una caja de madera y
oro.
"Hace 3.200 años
aproximadamente, este gesto habría sido fatal. Al tocar el
Arca de la Alianza, habría caído fulminado", dice el novelista
al inicio del documental mientras toca una reconstrucción
digital del contenedor de la Tablas de la Ley. El autor de
Caballo de Troya se refiere al episodio bíblico en el
que un hombre muere al tocar el cofre para evitar que caiga al
suelo cuando es transportado en un carro. "Al llegar a la era
de Nacón, tendió Oza la mano hacia el Arca de Dios y la
agarró, porque los bueyes recalcitraban. Encendiose de pronto
contra Oza la cólera de Yahvé, y cayó allí muerto, junto al
Arca de Dios" (Samuel II 6, 6-7). Esta historia ha sido
utilizada durante décadas como prueba de que la caja era el
condensador eléctrico defendido por Charroux y Von Däniken,
quienes añadían de su cosecha en sus libros que Oza cayó
"fulminado" y que el Arca estaba "envuelta a menudo en
chisporroteos", cosas que no se dicen en el
Éxodo.
¿Cómo llegaron
estos autores a la conclusión de que el Arca de la Alianza es
un artilugio eléctrico? No lo sabemos, pero es imposible,
siguiendo al pie de la letra las instrucciones de Yahvé
(Éxodo, 10-23), construir algo parecido a un
condensador. El cofre bíblico es una caja de madera recubierta
de oro "por dentro y por fuera", con cuatro anillos de oro en
los que encajan dos barras de madera, también cubiertas de
oro, y coronada por dos querubines, igualmente dorados. Von
Däniken no sabe de lo que habla. Lo demostró hace más de
treinta años Clifford Wilson en Crash go the chariots
(1972), ensayo en el que un técnico en electrónica explica
que, para que haya un condensador, tiene que haber un polo
positivo y otro negativo separados por un aislante, algo que
en el Arca de la Alianza no existe. Además, un cajón
electrificado, si estaba todo recubierto de oro, tenía que
haber dejado fritos a todos los que lo tocaran -sin
excepción-, pero en la Biblia tampoco se dice que los
portadores del Arca deban llevar vestimentas especiales, y eso
que Yahvé es muy meticuloso en sus instrucciones. Igual de
ridícula es la afirmación de Von Däniken de que el objeto es
una especie de transmisor de radio entre Yahvé y Moisés. ¿Para
qué lo necesitaban si habían hablado varias veces antes de que
existiera el Arca? La ilógica lógica del autor de Recuerdos
del futuro no conoce límites.
Benítez coge los
fragmentos de la Biblia en los que se cita el Arca de la
Alianza y también los reinterpreta a su gusto. Así, convierte
el cofre en un arma "mortífera" al servicio del pueblo elegido
y cifra las víctimas de las acciones del "objeto santo" en más
de un millón de muertos. Da por hecho, por ejemplo, que el
ejército de Josué conquistó Jericó después de que sus murallas
se derrumbaran por arte de magia gracias al cajón de madera y
oro. La opinión de los historiadores es otra. "La famosa
escena de las fuerzas israelitas marchando con el Arca de la
Alianza en torno a la ciudad amurallada y provocando el
derrumbamiento de los poderosos muros de Jericó al son de las
trompetas de guerra era, por decirlo sencillamente, un
espejismo romántico", indican, en La Biblia
desenterrada (2001), los arqueólogos Israel
Finkelstein y Neil Asher
Silberman tras explicar que
el Jericó de entonces "era pequeño y pobre, casi
insignificante, y, además, no había sido fortificado".
El periodista
navarro nos narra también cómo, en tiempos de Salomón, se
construyó en Jerusalén un templo para el Arca y, después, ésta
desapareció misteriosamente. Antes, visitó Jerusalén la reina
de Saba, que volvió a su tierra -para el novelista, la actual
Etiopía- embarazada de Salomón. El hijo de ambos, Menelik, fue
enviado a Jerusalén años después para conocer a su padre y ser
educado, y, cuando regresó a Etiopía, se llevó consigo el Arca
de la Alianza. La robó. Esta historia da pie a Benítez para
jugar a Indiana Jones, en busca del Arca perdida
por Etiopía y decirnos al final que no hay ninguna pista
fiable de que el cofre esté en el país, ya que toda la
historia del hijo de la reina de Saba y el rey Salomón es un
mito creado por los cristianos etíopes, hacia el siglo XII,
para dar un origen sagrado a la dinastía real. "La presencia
del Arca en Etiopía no resiste el menor análisis histórico",
concluye con buen tino Benítez, quien podía haber recordado a
sus espectadores que la Constitución vigente en el país
africano hasta 1974 establecía que el emperador descendia de
Menelik I y que, en Etiopía, hay tantas reproducciones del
Arca de la Alianza como iglesias.
El novelista, sin
embargo, no se ha parado a pensar en que los libros de la
Biblia que mencionan el Arca de la Alianza persiguen
exactamente lo mismo que la leyenda etíope de Menelik: otorgar
al pueblo protagonista el rango de elegido de Dios. Si algo
saben los historiadores, es que no hay pruebas de que el
pueblo de Israel fuera esclavizado en Egipto, de la existencia
de Moisés, de los cuarenta años de exilio en el desierto, de
la conquista de Canaán ni de nada parecido. Son hechos tan
históricos como la expulsión de Adán y Eva del Paraíso. Por
eso, carece de sentido perder un minuto en intentar averiguar
qué era el Arca de la Alianza: no se trata nada más que de un
objeto mítico dentro de una historia mítica, el sagrario ideal
en el que guardar las leyes dadas por la divinidad a sus
elegidos. De ahí que Benítez yerre cuando, tras reconocer que
su búsqueda ha sido infructuosa, apunta que el Arca de la
Alianza se encuentra en "las grutas o laberintos que hay bajo
la roca que hoy protege la cúpula de la mezquita de Omar" y
que ésa es "la razón más importante y secreta por la que
Jerusalén jamás será devuelta a los palestinos". Eso es,
simplemente, una tontería.
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Escrito por Luis Alfonso Gámez a las 01:12 am Ver/Hacer comentario (15) |
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del pasado, Juan
José Benítez, Dossier
'Planeta encantado', Enigmas
de la religión |
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Lunes,
17/11/2003
La sábana santa: cuando tres laboratorios
científicos desmontan el invento de los vendedores de
misterios |
Desacreditar a toda
costa los resultados de la prueba del carbono 14 que estableció que el sudario de Turín data
del siglo XIV, y, por consiguiente, no pudo envolver a Jesús
sin viaje temporal de por medio, ha sido el objetivo de los
sindonólogos desde que en 1988 se sometió a ese análisis un
trozo de la presunta reliquia. La más burda de las jugadas
corrió a cargo, en nuestro país, del Centro Español de Sindonología (CES): su presidente, Celestino Cano, dijo en
1989 que la prueba del radiocarbono no se había hecho bien,
"como más tarde ratificó el propio inventor del sistema".
Willard F.
Libby, Nobel de Química en
1960 por el descubrimiento de este sistema de fechación,
quería -según Cano y sus colegas- comprobar la metodología
seguida por los laboratorios que hicieron la medición,
lamentaba que toda la tela a analizar procediera de un mismo
lugar y sospechaba que la muestra podía estar
contaminada.
Recientemente, la
periodista madrileña Carmen Porter ha recordado, en su
libro La sábana santa. ¿Fotografía de Jesucristo?
(Edaf, 2003), que "algunos medios de comunicación" aseguraron
que Libby había hecho esas declaraciones antes de morir en
1980 y las ha presentado como prueba de que el del
radiocarbono no fue el examen definitivo. La estrategia de
Cano, de resucitar a un muerto -el laureado científico
falleció en 1980-, puede resultar hasta divertida; la de
Porter, de dar por buenas las afirmaciones del Nobel, pero por
si acaso atribuirlas a la prensa, es una muestra, en el mejor
de los casos, de ignorancia. Porque la autora reproduce las
presuntas declaraciones de Libby, tan imposibles -¿cómo podía
pronunciarse de algo que iba a ocurrir mucho después de su
muerte?- como un lamento de Albert Einstein por el accidente del transbordador
Columbia, sin
advertir al lector de que todo es mentira, de que Libby nunca
dijo eso y que se lo inventaron los mismos sindonólogos a los
que ella recurre para respaldar la autenticidad de la sábana
santa. El libro de Porter es, al margen de esta anécdota, una
obra alejada del mínimo escepticismo recomendable en todo
periodista y cargada de esas ansias de los
misteriólogos más jóvenes por convertir un viaje en
avión de línea o un rutinario trayecto en tren en una aventura
que para sí quisiera Indiana Jones, aunque no haya pasado
nada. (Si desean ahondar en lo que piensa esta autora de la
sábana santa, lean "Una fotografía
desenfocada (I)", "Una fotografía
desenfocada (II)" y
"Una fotografía
desenfocada (III)" y
"Una fotografía
desenfocada (IV)",
artículos publicados por José Luis Calvo.)
No esperaba
sorpresas del episodio de Planeta encantado dedicado al
sudario de Turín, y no las ha habido. Un as en la manga de
Dios, la sexta entrega de la serie dirigida por Juan José Benítez que emite Televisión Española
(TVE), vuelve a recordarnos
que el análisis del radiocarbono es la china en el zapato de
los fabricantes de enigmas cuando de la sábana santa se trata.
Al igual que Celestino Cano y Carmen Porter, el autor de
Caballo de Troya hace trampas a la hora de contar la
historia, no ya porque se invente un pasado premedieval de la
pieza -cosa que han hecho otros-, sino porque tergiversa los
hechos claves más recientes. Así, presenta el test del
radiocarbono no como la prueba que al final -después de los
análisis de la imagen por ordenador, de los granos de polen,
de las manchas de sangre...- reveló que la reliquia no
es tal, sino como un análisis más al que han seguido en el
tiempo otros que han superado sus resultados.
¿Cuáles son esos
otros estudios que, según Benítez, contradicen lo
publicado en su día en la revista Nature? Los
hechos en los años 70 del siglo pasado por el Proyecto para la
Investigación del Sudario de Turín (STURP), los mismos sobre cuya fiabilidad existen
dudas desde siempre, que se hicieron al margen de toda la
metodología científica, que la prueba del radiocarbono
deslegitimó, que se realizaron antes que ésta -y no después,
como quiere dar a entender el ufólogo- y que hemos comentado
aquí somera y extensamente. Ayer,
podía leerse en las páginas de Televisión del diario
El País que el documental de Benítez "sostiene que los últimos
experimentos sobre la autenticidad de la sábana santa
cuestionan la validez de las pruebas de datación que afirman
que su origen es medieval. Si el lienzo es auténtico, se
abrirían posibilidades inquietantes, puesto que, en un futuro
no muy lejano, la ciencia podría extraer el ADN de los restos
de sangre que están depositados en él". No merece la pena
detenerse a contar cuántos disparates hay en esas dos frases.
Resulta triste, no obstante, comprobar cómo, a pesar de que
generaciones de niños españoles aprendieron con Barrio
Sésamo que lo que ocurrió en 1978 pasó antes que lo
que sucedió en 1988, algún redactor del diario madrileño no
entendió esa lección y sigue la senda marcada por el
novelista, quien mantiene, por ejemplo, que el trabajo de John
Jackson y Eric Jumper, dos destacados miembros del STURP, fue
un "nuevo mazazo al carbono 14", aunque lo hicieron más de
diez años antes de la prueba del radiocarbono.
Benítez no descubre
nada nuevo en Un as en la manga de Dios. Se limita a
repetir lo que ha dicho desde hace un cuarto de siglo, a hacer
una morbosa descripción de las lesiones que presenta el hombre
de la sában, a vincular engañosamente a la NASA con el STURP,
a dar crédito a afirmaciones como las de Francis Filas -que ve
monedas romanas donde nadie las encuentra- y Max Frei -que,
tras autentificar los falsos diarios de Hitler, encontró polen
de plantas de Oriente Próximo en el sudario-, y a prometernos,
al final, la resurrección. El momento cumbre de la producción
se da al inicio, cuando el novelista fecha al minuto la hora
de la Resurrección -ocurrió a las 3.10 horas del 9 de abril
del año 30- y asistimos a la recreación de lo que, en opinión
del quinto evangelista, ocurrió en el sepulcro de
Jerusalén donde se depositó el cadáver del rey de los
judíos.
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Escrito por Luis Alfonso Gámez a las 12:09 am Ver/Hacer comentario (10) |
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José Benítez, Dossier
'Planeta encantado', Enigmas
de la religión |
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Lunes,
10/11/2003
Colón fue el último en llegar a América
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Fenicios, griegos y
romanos clásicos, bereberes, árabes, mandingas, vikingos...
Todos esos pueblos pisaron América antes de 1492, según
Juan José Benítez. "Colón fue el último", dice el periodista en el
quinto episodio de Planeta encantado, la serie que
emite Televisión Española (TVE) y que ya ha empezado a venderse por
entregas en los quioscos. Metido a historiador, el ufólogo,
quien ya nos descubrió que Jesús estuvo sentado en
las gradas del Coliseo romano antes de que se
construyese, confunde
posibilidad con realidad y presenta pruebas tan convincentes
de los viajes precolombinos cómo las que hay de que nos
visitan seres extraterrestres en platillos
volantes.
Hay restos materiales
que demuestran que, antes de la llegada de Cristóbal Colón,
los vikingos visitaron
lo que luego se llamó América. Pudo ocurrir alrededor del año 1000, después de que
Erik el Rojo se instaló en Groenlandia tras ser desterrado de
Islandia por haber matado a dos hombres, y está narrado en la
denominada Saga de Groenlandia y Saga de Erik el
Rojo. Tras el
descubrimiento accidental de nuevas tierras al oeste por parte
de una barco extraviado, Leif Erikson, hijo de Erik el Rojo,
llegó a un lugar que bautizó como Vinland (tierra del vino),
donde hacia 1022 se estableció un asentamiento de vikingos
groenlandeses, pero los colonizadores cayeron ante los
indígenas. Hoy en día, no se sabe dónde estaba Vinland, pero
podría tratarse de cualquier sitio entre la isla de
Newfounland, al norte, hasta Cape Cod, al sur. Sea cual sea el
caso, los vikingos desembarcaron en América antes que Colón y,
aunque el experimento les salió mal, hay algunos artefactos
precolombinos y un asentamiento al norte de Newfoundland que
lo demuestran. Sin embargo, su descubrimiento no supuso
nada ni para Europa ni para América.
En El secreto de
Colón, Benítez equipara los viajes de los vikingos con los
de otros pueblos. ¿Pudieron fenicios, griegos y romanos
clásicos, bereberes, árabes y mandingas visitar América antes
de 1492, al igual que al parecer ocurrió en el caso de los
descendientes de Erik el Rojo? Claro. ¿Lo hicieron? No hay
pruebas. Decir que hubo expediciones trastlánticas de esos
pueblos es, sin restos arqueológicos que los apoyen, simple y
llanamente especular. Por supuesto que los vientos y las
corrientes marinas pudieron arrastrar hasta el Nuevo Mundo
alguna nave romana, griega o del pueblo que se quiera. Pero
que algo sea posible no quiere decir que haya ocurrido en
realidad. ¿Dónde están las mezquitas que cita Benítez, las
estatuas a Júpiter y Atenea u otros restos culturales
inequívocamente no americanos?
El autor de
Caballo de Troya sostiene, además, que en ciertos
puertos andaluces se comerciaba antes del Descubrimiento con
mercancía "típica americana" y cita, entre otros productos, el
maíz, al que se hace "expresa mención" en textos anteriores a
1492. William Stiebing explica muy bien, en Astronautas en
la Antigüedad (1984) porque éste y otros intentos de
recurrir al idioma para demostrar la existencia del maíz en
Europa antes de Colon "han fracasado. En su mayoría dependen
del dudoso supuesto de que los nombres vernáculos para el maíz
después de los tiempos de Colón también se refieren al maíz de
antes de 1492. El error de dicho supuesto se puede demostrar
observando la palabra inglesa corn. Este término
proviene de una palabra anglosajona que se refiere a las
semillas de cualquier tipo de cereal (todavía se emplea con
este significado). No obstante, en el uso coloquial se aplica
al cereal que más se cosecha en cada una de las diversas
regiones donde se habla inglés. De este modo, en Escocia e
Irlanda corn se refiere a la cebada, en Inglaterra al
trigo y en Estados Unidos y Australia al maíz. De la misma
manera, las palabras para el maíz en portugués, italiano y
otros idiomas del Viejo Mundo no significaban necesariamente
maíz en los tiempos precolombinos".
Pero el gran secreto
de Cristóbal Colón -el que da título a este episodio de
Planeta encantado- es, según Benítez, que sabía que
América estaba allí gracias al testimonio de un navegante al
que conoció en Porto Santo, en las Azores, años antes de salir
de Palos de Moguer. La idea no es nueva. Surgió poco después
del Descubrimiento como rumor y quedó plasmada en algunos
textos de la época. Se conoce como la leyenda del piloto
anónimo y parte del hecho de que una nave que viajaba de
África a Europa, a mediados del siglo XV, se habría desviado
hacia el Caribe empujada por un temporal. A partir de aquí,
hay distintas versiones, de las que el autor navarro se
inclina por una en la que los expedicionarios accidentales
navegan durante dos años de isla en isla, se mezclan con los
nativos y regresan a casa sólo después de haber contraído "la
temible sífilis". En su lecho de muerte, uno de los
supervivientes de esa aventura habría hablado a Colón de la
existencia de lo que luego se bautizó como América.
"Esta asombrosa y
secreta historia, guardada celosamente por el Almirante, me
fue facilitada hace ya veinticinco años por el entonces prior
de los franciscanos de La Rábida, Francisco de Asís Oterín",
afirma el periodista, como si estuviera hablando de algo
nuevo, cuando desde fray Bartolomé de las Casas (1472-1566) ha
habido autores que han hablado de un piloto que informó a
Colón. Falso secretismo al margen, al igual que no hay pruebas
irrefutables de que algunos pueblos de la Antigüedad pisaran
América, tampoco las hay de la existencia real del navegante
desconocido, cosa que, obviamente, Benítez oculta a sus
televidentes. Se sabe que Colón conocía los trabajos de
Toscanelli, geógrafo florentino que defendía que podía
llegarse a Asia oriental -a las Indias- por una ruta
occidental, ya que en aquella época la idea de que la Tierra
era redonda ya era un lugar común entre los estudiosos. Las
cartas marcadas de Colón a las que alude Benítez, en
referencia a la información facilitada al Almirante por el
prenauta -como llama el periodista al desconocido
piloto-, no son nada más que una leyenda, mientras no se
demuestre lo contrario. La Historia no se escribe sobre
rumores, sino sobre hechos y rastros materiales; al igual que
el periodismo. Lo que, desde hace casi tres décadas, hace el
director de Planeta encantado es otra
cosa. |
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del pasado, Juan
José Benítez, Tergiversación
de la Historia, Dossier
'Planeta encantado' |
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Martes,
04/11/2003
Mutismo escéptico: el que calla otorga
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Ha pasado un mes
desde el estreno, en Televisión Española
(TVE), de la serie
documental Planeta encantado. Hemos visto cómo
hubo hombres que
convivieron con los dinosaurios, la magia hizo volar los
moais de Pascua desde la
cantera en la que fueron tallados hasta sus altares, la tribu dogon fue
visitada por extraterrestres procedentes de Sirio y Jesús asistió a
espectáculos en el Coliseo romano cuando este edificio aún no se había construido. Todo
ello de la mano de un Juan José Benítez aventurero, vestido de Panama Jack y Coronel Tapiocca.
El escepticismo
organizado se movilizó en septiembre contra un disparatado
artículo publicado en
Investigación y
Ciencia, la versión
española de Scientific
American, que defendía
la posibilidad de magnetizar el agua, una mentira con la que
algunos estafadores han hecho mucho dinero en el universo de
las teletiendas. Poco después, la peculiar visión de
la Historia del autor de Caballo de Troya se empezaba
a propagar desde una cadena de titularidad pública sin que
nadie haya dicho, hasta el momento, esta boca es mía en los
medios de comunicación de masas. Nadie ha protestado en un
país en el que hay unas cuantas universidades y museos, así
como una
organización que "impulsa
el desarrollo de la ciencia, el pensamiento crítico, la
educación científica y el uso de la razón; promueve la
investigación crítica de las afirmaciones paranormales y
pseudocientíficas desde un punto de vista científico y
racional, y divulga la información sobre los resultados de
estas investigaciones entre la comunidad científica y el
público en general". Académicos, historiadores, directores de
museos y escépticos de a pie parecen haber renunciado a
plantar cara al discurso pseudohistórico de Benítez. O eso o
Planeta encantado es un producto veraz y los
indocumentados son historiadores como José Luis Calvo y
Julio
Arrieta, críticos como
Pedro Jorge Romero y el equipo de Microsiervos, y el autor de estas líneas, entre
otros.
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Dossier
'Planeta encantado' |
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Lunes,
03/11/2003
Jesús de Nazaret estuvo sentado en la
grada del Coliseo romano antes de que se construyera
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"Nadie imagina hoy
a Jesús de Nazaret caminando o sentado en las gradas de este
formidable Coliseo romano. Sin embargo, así fue. Durante su
estancia en la Roma del emperador Tiberio, el Maestro disfrutó
también de los juegos y de la belleza de la capital del
Imperio", sentencia Juan José
Benítez mientras pasea por
el anfiteatro Flavio. En la cuarta entrega de Planeta
encantado, el periodista navarro interpreta el papel de
quinto evangelista en el que tan a gusto se siente desde que
publicó el primer volumen de Caballo de Troya, novela
más que inspirada en el Libro de Urantia y en documentos atribuidos a los falsos
extraterrestres del planeta Ummo. Mensaje enterrado -el
episodio dedicado a la vida de Jesús de Nazaret- se presenta
como "un puñado de pequeñas grandes historias" con las que el
escritor pretende demostrar la "vergonzosa e interminable
sucesión de errores y manipulaciones" de que han sido objeto
la vida y el mensaje de Jesús. Estaría bien que Benítez se
mirara al espejo, porque sus revelaciones oscilan entre lo
conocido por cualquiera desde hace décadas y la versión
delirante de la historia, con el imprescindible aliño
marciano.
Los dos primeros
errores que descubre, por mucho que se empeñe el
novelista, son de sobra conocidos. Que, si en realidad
existió, el Jesús bíblico no nació en el año 0, sino hasta
siete años antes, y que no vino al mundo un 25 de diciembre,
día de una festividad pagana de la que se apropió
posteriormente el Cristianismo, eran secretos a voces cuando
Benítez todavía estudiaba Periodismo en la Universidad de Navarra. Por eso, que diga que, "hoy, muy pocos saben" que la
Iglesia asumió un festejo pagano para conmemorar el nacimiento
de su Mesías, da risa. Tras ese tramposo preámbulo, aparece la
estrella de Belén, para cuya explicación el director de
Planeta encantado rechaza cualquier fenómeno
astronómico, así como las interpretaciones teológicas que
consideran todo el episodio de los Reyes Magos, éstos
incluidos, un mito introducido por el evangelista Mateo para
divinizar al protagonista. Para el ufólogo, "sólo pudo
tratarse de un objeto brillante capaz de guiar a una caravana
a lo largo de 1.300 kilómetros y, en consecuencia, tripulado
inteligentemente". A partir de aquí, el despiporre, siempre
según fuentes anónimas a las que Benítez alude como "mis
noticias" y "mis informaciones", como podremos comprobar,
bastante mal informadas.
El periodista se
saca de la manga un Jesús de ficción que se salvó por los
pelos de "la sangrienta represión de Herodes", quien, según
él, habría matado a "dieciséis niños de Belén" a la caza del
futuro rey de los judíos. Un Mesías que jamás se perdió en el
templo, sino que pasó esos tres días "en casa de su amigo
Lázaro, en Betania", y que, a los 27 años, recorrió de
incógnito "el Mediterráneo y parte de Oriente", en un
envidiable viaje de estudios con escalas en Alejandría, Creta,
Cartago, Roma, Atenas, Damasco, Babilonia... Y aquí es donde
sale Benítez en el Coliseo romano, pletórico, diciéndonos que
en las gradas de ese anfiteatro se sentó Jesús a ver los
juegos a principios de la tercera década del siglo I. Cuando
le comenté la anécdota al periodista y arqueólogo Julio Arrieta, me tomó por loco: "¿Qué dices? ¿En serio? ¡No puede
ser!". Mi memoria es bastante mala mientras que la de Arrieta
funciona con precisión suiza, así que inocentemente le
pregunté por qué, tras lo cual me caí del caballo, como Pablo
camino de Damasco, pero de risa. "Difícilmente pudo estar
Jesús -ni él ni nadie- en el Coliseo entonces porque todavía
no existía el edificio. En los tiempos en que Jesús debía
andar currando con su viejo en la carpintería, el lugar donde
se iba a construir el anfiteatro era una laguna", me explicó
Arrieta, quien añadió que el edificio se empezó a levantar en
72 y se inauguró en 80. Estamos, una vez más, ante un jugoso
fruto del periodismo de investigación que practica
Benítez, a quien 8 millones de euros no dan para mirar en una
enciclopedia o preguntar a un historiador.
El autor de
Caballo de Troya nos cuenta después que Jesús no se
retiró cuarenta días y cuarenta noches al desierto, sino que
pasó ese tiempo "con sencillos beduinos". Además, si no hizo
nada por evitar la ejecución de Juan Bautista, fue porque éste
le hacía sombra y le venía bien quitárselo de en medio. Todo
ello según los mismos misteriosos informantes que sientan a
Jesús en un Coliseo inexistente y que permiten a Benítez datar
hechos bíblicos con una fiabilidad digna del arzobispo
anglicano James Ussher, quien en el siglo XVII llegó a la
conclusión de que Dios creó el Universo a las nueve de la
mañana del 23 de octubre de 4004 antes de nuestra era. Así, el
ufólogo asegura que la escena bíblica en la cual Jesús expulsa
a los mercaderes del templo -otra falsificación de los hechos,
dice, ya que no hubo latigazos ni nada parecido- ocurrió el 30
de abril del año 30 y data al minuto dos de "las apariciones
del resucitado" que la Iglesia "ha silenciado". Los dos
episodios post mortem son, junto a la escena del
Coliseo, lo mejor del episodio, ya que el creador de misterios
pone en boca de Jesús palabras en las que aboga por la
igualdad de mujeres y hombres entre sus mensajeros y afirma
que su doctrina no es propiedad de un pueblo determinado, sino
de todos los seres humanos. Benítez no sólo oculta a los
espectadores quiénes son sus informantes, sino que además
también les escatima el hecho de que las bonitas y
políticamente correctas frases que pronuncia su Mesías
televisivo, así como las fechas que él da, provienen de la
saga Caballo de Troya. Vamos, que estamos ante una
novela, simple y llanamente ficción.
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Escrito por Luis Alfonso Gámez a las 01:41 am Ver/Hacer comentario (9) |
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Lunes,
20/10/2003
Los hombres-peces de Sirio viajan en
carros de supermercado interestelares |
Hombres-peces del
sistema estelar de Sirio llegaron a la Tierra hace unos mil
años, entraron en contacto con el pueblo dogon en lo que hoy
es Mali y prometieron regresar. Es el último
descubrimiento de Juan José Benítez, quien recrea el desembarco alienígena en una escena
de Planeta encantado, la serie que emite Televisión Española (TVE). El tercer episodio de esta superproducción, Los
señores del agua, está dedicado al misterio de
Sirio y llega a ser tedioso
cuando, durante minutos y minutos, el periodista juega al
documental etnográfico para que la historia de los dogones y
la estrella Sirio B, invisible al ojo desnudo, no se agote en
diez minutos.
La historia de
Sirio, la estrella más brillante del cielo, sus dos invisibles
compañeras y los dogon tiene más de medio siglo. Los primeros
que la contaron fueron los antropólogos franceses Marcel
Griaule y Germaine Dieterlen. En 1950, publicaron en el
Journal de la Société des Africainistes un artículo,
titulado "Un sistema sudanés de Sirio", en el que afirmaban
que la cosmogonía de la tribu africana giraba en gran parte
alrededor de Sirio -sigu tolo en la lengua dogon- y dos
estrellas compañeras, según habían narrado varios ancianos a
Griaule. Sirio B no pudo ser fotografiada hasta 1970 y Sirio C
fue descubierta en 1995. Entonces, ¿cómo sabían los primitivos
dogon de su existencia? Griaule y Dieterlen no hicieron en el
artículo original mención alguna a lo extraordinario del
conocimiento de los dogon, destaca el arqueólogo belga Filip
Coppens en el artículo sobre el enigma de The encyclopedia
of extraterresstrial encounters, una indispensable obra
colectiva dirigida por Ronald D. Story. Fue Robert K.G. Temple, autor de El misterio de
Sirio (1977), el primero que llamó la atención sobre el
fantástico conocimiento de ese pueblo africano y lo atribuyó a
visitantes extraterrestres, aunque ahora Benítez diga que él
ya se dio cuenta de la trascendencia del trabajo de Griaule y
Dieterlen en 1972, y quedó "desconcertado y fascinado".
El intento de
apropiación del descubrimiento del enigma es sólo el primero
de los desmanes cometidos por el periodista en Los señores
del agua. Benítez no cita en el documental a Temple en
ningún momento y presenta una versión de los trabajos de
Griaule y Dieterlen que poco tiene que ver con la
realidad. Así, afirma que
el primero "supo de la increíble cosmogonía dogon" en 1931 y
destaca que, por aquel entonces, Sirio B no había sido
fotografiado y era, por tanto, "imposible que la tribu
estuviera al corriente del hallazgo". La verdad es que Griaule
recibió la primera noticia de las creencias siriacas de
Ogotemmel, un viejo dogon ciego, en 1946 y, por otro lado, la
existencia de Sirio B era conocida por la ciencia desde 1862 y
varios observadores creyeron ver Sirio C entre 1920 y
1930.
Para quienes lo han
estudiado con seriedad, la clave del misterio estriba en que
no hay nada en la cosmogonía atribuida a los dogon que no
supiera la ciencia en 1931, cuando Griaule empezó su
investigación en Mali. Como indica Carl Sagan en El cerebro de Broca (1974), los
conocimientos astronómicos de ese pueblo africano incluían,
además, la existencia de los cuatro satélites interiores de
Júpiter y de los anillos de Saturno, así como que la órbita de
los planetas es elíptica. Todo ello se sabía ya en 1930. Sin
embargo, los dogon no conocían los anillos de Urano,
descubiertos en 1977, lo que, apunta Sagan, "propicia la tesis
de que sus informadores no fueron extraterrestres, sino
europeos". Seguramente, se trató de un fenómeno de asimilación
cultural, de transmisión de información por parte de un
misionero o un explorador antes de la llegada de Griaule. "El
pueblo dogon obsequió al visitante con su mitología sobre la
estrella. Luego, con una sonrisa, llenos de expectación, tal
vez preguntasen al visitante por su mito sobre Sirio,
interesándose por la leyenda de un pueblo extranjero sobre tan
importante estrella", lucubraba el astrofísico a principios de
los años 70, al tiempo que recordaba que "por entonces la
oscura compañera de Sirio era una sensación astronómica de
moda".
Pudo ocurrir eso o
que, como apunta Coppens, Marcel Griaule, quien era aficionado
a la astronomía, fuera el origen de todo. Posteriormente,
ningún otro antropólogo ha encontrado pruebas de ese
conocimiento astronómico procedente de visitantes de Sirio.
Walter van Beek, un antropólogo belga que pasó once años con
los dogon, no halló rastro alguno de ese saber secreto que
Griaule atribuía a un 15% de los indígenas. Además, hablando
con los informadores originales del investigador francés,
descubrió que discrepaban entre ellos sobre qué estrella era
sigu tolo, la que Griaule había tomado por Sirio B.
Para unos, se trataba de una estrella invisible; para otros,
de Venus. "Todos coincidían, no obstante, en que lo que habían
aprendido de la estrella se lo había enseñado Griaule", afirma
Van Beek. ¿Y qué dice Benítez?
El periodista
navarro no cuenta nada de esto en el episodio de Planeta
encantado dedicado al misterio de Sirio, del que pasa
media hora de aburrida etnografía de enciclopedia antes de ver
al primer anciano dogon sentado junto al escritor. Los viejos
de la tribu le cuentan entonces a las primeras de cambio -¡a
ver si aprenden los antropólogos!- la historia de los
hombres-peces que llegaron a la Tierra en una nave espacial
con forma de carro de supermercado interestelar, pero sin
ruedas. Y el escritor concluye que el encuentro entre los
dioses y los dogon tuvo lugar hace unos mil años y está en el
origen de la cosmogonía siriaca de Griaule. Hay tres momentos
en los que el ridículo llena la pantalla: cuando se recrea la
llegada de los habitantes de Sirio a Mali; cuando Benítez saca
de la cartera fotos de ovnis, se las enseña a los ancianos, y
éstos le dicen que son como la nave de los dioses y que, si él
tiene las imágenes, es porque es un hombre sabio; y cuando el
periodista relaciona el símbolo que corona las máscaras
rituales dogon con el de los ummitas, los extraterrestres
inventados por José Luis Jordán Peña que algunos ufólogos
creen que viven entre nosotros desde hace décadas. Por lo
demás, para vender sus extraterrestres, Benítez oculta a los
espectadores todas las investigaciones serias que se han hecho
tras la de Griaule. A fin de cuentas, ése es el negocio en el
que lleva metido más de tres décadas y por el que parece
apostar una televisión pública a la que, como al autor
navarro, da la impresión de que la verdad importa un
bledo. |
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Escrito por Luis Alfonso Gámez a las 02:20 am Ver/Hacer comentario (1) |
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del pasado, Juan
José Benítez, Dossier
'Planeta encantado' |
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Lunes,
13/10/2003
Las estatuas de la isla de Pascua se
trasladaron hasta sus altares volando |
El segundo episodio
de Planeta encantado, la serie de Juan José Benítez que emite Televisión Española
(TVE), incluye una de las
escenas más ridículas vistas en un documental: los
moais -así se llaman las estatuas de la isla de Pascua- levantan vuelo cual supermanes sin capa para
colocarse en sus ahus, como se denominan los altares
sobre los que reposan. Quien quiera disfrutar del momento
tendrá que esperar hasta el final de La isla del fin del
mundo, documental en el que nada tiene que ver el aburrido
y mentiroso discurso de Benítez con lo que contó Thor Heyerdahl en Aku-Aku (1957), libro cuya excelente
traducción fue obra del ufólogo Antonio Ribera y que tiene una
preciosa descripción del lugar en su primera página: "La isla
de Pascua es el sitio habitado más solitario del mundo. La
tierra firme más próxima que pueden ver sus habitantes está en
el firmamento y consiste en la Luna y los planetas".
Benítez no va a la
remota isla del Pacífico a la caza de vestigios de
extraterrestres en la Antigüedad. "Los moais encierran
aún algunos misterios, pero en mi opinión nada tienen que ver
con seres extraterrestres", sentencia en un arrebato de
sensatez. Que nadie se asuste; es sólo un espejismo. El
novelista es uno de esos expertos que rechazan un
disparate para decir inmediatamente después otro más gordo,
como el ufólogo sevillano Ignacio Darnaude Rojas-Marcos, quien
no habla de los ovnis como simples naves extraterrestres, sino
que mantiene que la mayoría surge "en nuestro provinciano
entorno espacio-temporal desde intangibles niveles de
vibración alternativos". Vamos, que los marcianos verdes son
nuestros vecinos de universos paralelos.
El gran problema
-"el verdadero e irritable enigma" de Pascua, en opinión de
Benítez- es cómo se transportaron los moais desde la
cantera del volcán Rano Raraku hasta sus emplazamientos
definitivos. Las "peregrinas soluciones" de Heyerdahl y otros
no convencen al periodista, para quien la teoría del arrastre
sobre troncos choca con dos grandes inconvenientes: la
necesidad de "cientos o miles de hombres" y la inexistencia en
la isla de madera idónea para llevar a cabo la tarea. Sin
embargo, como recuerda el arqueólogo Kenneth L.
Feder en su libro
Fraudes, mitos y misterios (1990), cuando Heyerdahl se
puso manos a la obra, "seis hombres sacaron de una cantera una
estatua de cinco metros de largo en sólo cinco días. Un grupo
conformado por varios isleños erigió un antiguo moai en
un periodo muy corto, utilizando cuerdas y palancas. Las
estatuas fueron movidas a lo largo de los viejos caminos
utilizando trineos de madera y sogas". Respecto al origen de
la madera, se sabe que el toromiro era muy abundante en la
isla en la época en la que se levantaron las estatuas, cuando
en Pascua crecían también otras especies vegetales ahora
inexistentes.
El novelista
recurre a mentiras para vender su ficción: que los
moais flotaron desde la cantera hasta los ahus
gracias al maná, el poder sobrenatural del rey y los
sacerdotes. Benítez afirma que ésa es la explicación que le
han dado los ancianos pascuenses y se lamenta de que no cuente
para los científicos. Lógico, no cuenta porque la ciencia
tiene desde hace décadas una explicación que no precisa ni de
poderes misteriosos ni de extraterrestres, ni de nada por el
estilo. Es lo mismo que sucede cuando alguien sostiene que
Dios creó el mundo en siete días, que modeló al hombre en
barro y a la mujer a partir de una costilla de aquél, que hubo
un Paraíso terrenal, que todos los seres vivos se salvaron de
un Diluvio universal a bordo de un arca y otras historias que
sólo se diferencian de la del maná de los reyes y
sacerdotes pascuenses en que son nuestros mitos. Poner a los
moais a volar sobre Pascua es tan ridículo como
explicar el origen del hombre recurriendo a un anciano de
barba blanca que trabaja la
arcilla. |
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Escrito por Luis Alfonso Gámez a las 02:18 am Ver/Hacer comentario (11) |
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del pasado, Juan
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