rasil,
India, Mozambique, Zaire, Hong Kong, Sudán, Indonesia, Tanzania. En todas sus
imágenes el protagonista es común. El hombre. En cualquier lugar del mundo se
puede contar la misma historia. La pobreza. El hambre. La huida. La injusticia.
La emigración. La ausencia de futuro y de esperanza.
Sebastião Salgado nunca usa flash ni toma fotografías en color. Con su Leica al
hombro, prefiere el silencio del blanco y negro para reflejar lo que siente al
contemplar una imagen. Espera que quien visite una de sus exposiciones, regrese
a casa, al menos, un poco transformado.
-¿Cuándo empezaste a dedicarte de manera profesional a la fotografía? ¿De qué
manera influye tu formación económica en el enfoque social que le das a tus
trabajos?
-A principios de los 70 mi mujer se compró una cámara para sus proyectos
de arquitectura. A partir de entonces la fotografía entró en mi vida de una
manera brutal, tanto que pensé en dejar realmente todo. Lo hice en 1973.
Abandoné la economía, que había estudiado siempre dentro de las ciencias
sociales, para dedicarme a la fotografía. Claro que viniendo de un país con
tantos problemas como Brasil, y con una trayectoria militante en la izquierda
muy fuerte, el día en que me metí en la fotografía, necesariamente yo salí en
dirección a la fotografía social. La base de la economía me ha dado una ayuda
muy fuerte para hacer los análisis, elegir a dónde voy y los temas que voy a
trabajar.
-Tu fotografía ¿mueve de alguna forma a la rebeldía?
-No creo que mis fotos muevan a la rebelión de ninguna forma. Mis fotos
solas no son nada, absolutamente nada. Pero mis fotos con todo un sistema de
información, con un grupo de organizaciones humanitarias que trabajan con ellas,
utilizadas por instituciones, sí. Juntos podemos hacer algo.
-De todos tus trabajos ¿cuál consideras más optimista?
-En fotografía hay un trabajo que terminé el año pasado y que va a salir
publicado en un libro, sobre el fin de la poliomielitis en el mundo. Dentro de
cuatro o cinco años no habrá más poliomielitis en el planeta. Yo trabajé en
India el año pasado. Hace diez años en India había doscientos mil casos de polio
al año, este año pasado tenían menos de cuatrocientos casos. Es fabuloso.
-¿Qué nuevos campos vas a explorar próximamente?
-Posiblemente mi fotografía la voy a orientar a partir de ahora en
dirección a la naturaleza, a la denuncia de situaciones, un poco ligada al
desarrollo sostenible y a la recuperación ambiental. Voy evolucionando dentro
del movimiento social del que formo parte. Yo creo que así ha sido siempre mi
fotografía.
-En Brasil, la llegada al poder del Partido de los Trabajadores, de Lula,
parece que trae una nueva esperanza, tanto para el país como para la izquierda
en general.
-No creo que vayamos a tener unas reformas radicales. Para mí Lula no es
un iluminado que llegó empujado por un movimiento popular instantáneo. Ha sido
un proceso muy a largo plazo. Se ha tardado más de 30 años en crear el Partido
de los Trabajadores y llegar al poder. Yo creo que las cosas se harán a través
de muchas reformas y de muchos cambios en las leyes y en los comportamientos.
-¿Será posible para Lula llevar realmente a cabo una política basada en la
solidaridad? ¿Será capaz de hacer frente a las presiones externas, especialmente
de Estados Unidos?
-EE.UU. está en una posición que necesita calmar las cosas en América
Latina, por eso no creo que vayan a presionar a Brasil, ni a Europa tampoco.
Además, la propuesta de Lula es una propuesta de distribución de renta, que va a
crear consumidores, que va a ofrecer una base de desarrollo para la industria,
por eso no veo una gran resistencia externa. El problema va a estar dentro de
Brasil, principalmente con el sistema financiero brasileño, porque es un sistema
muy mal acostumbrado a recibir unos beneficios fabulosos. Para hacerse una idea,
el año pasado la productividad del sector agrario no llegó al 1%, el sector
servicios e industrial no llegó al 2%, mientras que en el sistema financiero,
principalmente en el sector bancario, la productividad ha sido del 22%.
De modo que para mí el problema va a venir de ahí. Si se llegase a organizar una
coexistencia pacífica con este sistema y regular este sector, yo creo que
tendríamos la oportunidad de crear realmente un país.
-El modelo de agricultura, que empobrece a los campesinos, deberá dar un giro
importante.
-Sí. En Brasil la agricultura es una agricultura del negocio agrario, de
gran volumen de dinero, de gran superficie de tierra. El desarrollo rural
brasileño ha ido hasta ahora en esa dirección. Yo creo que con Lula las reformas
van a ir dirigidas hacia la redistribución de renta, y la propiedad de tamaño
familiar. Es más o menos la lucha del movimiento de los Sin Tierra. Uno de los
objetivos es evitar el éxodo rural en Brasil, que ha sido brutal en los últimos
años. En 35 años hemos pasado del 80% de población rural al 80% de población
urbana. Este cambio en la política podría favorecer el regreso de población al
campo.
-¿Qué perjuicios ha causado en Brasil este modelo de agricultura intensiva?
-Lo peor de la agricultura intensiva es que son muy pocos propietarios,
muy ricos, con enorme concentración de renta. La mano de obra es una categoría
de trabajadores temporales contratados por intermediarios, de manera que la
hacienda no tiene ningún tipo de compromiso empresarial con ellos. Es terrible,
porque no es sostenible ni ecológicamente ni socialmente. Son deformaciones
dentro de un modelo de exportación de monocultivo que lleva a una destrucción de
la naturaleza y una deformación del comportamiento social.
Brasil necesita muchas divisas para equilibrar su balance comercial, y la
agricultura intensiva está fundamentalmente orientada hacia la exportación,
dentro de una lógica de economía global, no una lógica para la economía
brasileña.
Pero esto no es verdad sólo para Brasil. Es algo que hay que cambiar en este
planeta.
-La tierra en manos de unos pocos.
-Sí, pero hoy estas empresas ya no pertenecen a terratenientes, sino que
pertenecen a los bancos, empresas de grandes capitales. Cuando hablamos de una
hacienda grande en Brasil nos referimos a unas 80 mil hectáreas. Es como una
provincia entera aquí en España. Son empresas de centenas de millones de
dólares. Los grandes terratenientes tradicionales de Brasil, dueños de los
latifundios, son cosa del pasado.
-Brasil es una referencia en la lucha antiglobalización. ¿Qué supondrá el
hecho de que el próximo año el Foro de Porto Alegre se celebre en otro lugar?
-Se celebrará este año en la India, pero volverá en años alternos,
porque es necesario tener una base semifija. Pienso que los dos años en Brasil
han sido necesarios para afianzar el principio de este movimiento, y hoy yo creo
que los resultados han sido muy interesantes. Todo el movimiento antiguerra, por
ejemplo, ha sido una idea básica lanzada en Porto Alegre y coordinada a partir
de las instituciones que allí se crearon.
Está siendo muy interesante lo que pasa en Brasil hoy. El movimiento de los Sin
Tierra es una referencia fabulosa, pero también hay otras cosas muy
interesantes, los Sin Techo en las grandes ciudades; todos los grupos que
estamos luchando por la recuperación ambiental, etc. Lula no ha llegado al poder
surgiendo de la nada. Hay una base muy fuerte, por eso pienso que realmente es
sólido lo que puede conseguir.
-¿Que piensas de todo el movimiento social global contrario a la guerra?
-Me parece muy interesante este movimiento planetario anti-violencia,
anti-guerra. Es muy fuerte que países considerados como grandes aliados
americanos, como Turquía, den la sorpresa general y no permitan la penetración
de fuerzas americanas dentro de su territorio; que en un país como España, el
gobierno imponga una posición, que no es la que quieren los españoles; que
Inglaterra, cuya población también está contra la guerra, mantenga una postura
de aliado tradicional de Estados Unidos que está haciendo explosión dentro del
mismo partido... Todo lo que está sucediendo es una definición.
También se está definiendo el gobierno americano, al atacar sin la autorización
de las Naciones Unidas, lo que le está llevando al aislamiento.
-¿Qué cambio de valores hace falta de cara al nuevo siglo?
-Si yo tuviera que elegir una cosa, sería la solidaridad y la idea de
comunidad. Hoy es lo principal para mí. Es la idea de que vivimos en comunidad y
tenemos que comportarnos como animales comunitarios que somos. Para mí es
crucial. Además de eso, tenemos que descubrir el debate. Yo creo que estamos
entrando en un momento fabuloso de la humanidad, y que desde Porto Alegre el
diálogo es una variable importantísima dentro de este modelo. Hoy se ve en
Europa el debate que se está generando a través de las manifestaciones. Hemos
recibido durante mucho tiempo unas imposiciones, un punto de vista
preestablecido, pero hoy yo creo que hay un cuestionamiento global a todas las
cosas. Posiblemente así podamos llegar a la verdadera democracia, porque ahora
mismo está más amenazada que nunca por el poder casi totalitario del sistema
financiero global, y por el aparato militar brutal que hay en Estados Unidos.
-Has estado trabajando recientemente en España. ¿Qué opinión te merece el
momento que vive nuestro país ahora?
-España para mí está viviendo un momento muy fuerte. Es un país que
quedó muy rico, millonario. Veo la cantidad de plata que hay aquí y me deja
paralizado. Por ejemplo, el Banco Bilbao Vizcaya llega a Brasil y compra el
banco del Estado de San Pablo, por billones de dólares. Hace veinte años esta
plata no existía, ¿de dónde ha salido? Este es el sistema financiero que hemos
creado. Hemos hecho una transferencia de toda la riqueza que tenía todo el
planeta, a ese veinte por ciento de arriba, del norte, que lo ha concentrado
todo. Toda la humanidad trabaja pero la riqueza sólo se concentra en algunas
partes.
Por otro lado, es un momento que yo creo que más que nunca necesita un debate,
que está llegando. La experiencia que yo he tenido recientemente en Valencia es
muy interesante. La cantidad de propuestas alternativas es muy grande, muy
fuerte, así como el número de jóvenes organizados en la cultura, teatro,
movimientos de calle, debates públicos. La necesidad de discusión va aflorando
de una manera increíble. Es la semilla que ha sido plantada y hoy tiene el
terreno propicio para crecer. En este país, que ha pasado tantos años bajo una
dictadura brutal, yo creo que va a aflorar algo muy, muy interesante. ∆