Esta es una novela de cruces y de sustituciones. Muy a la usanza de
la literatura francesa, o de esa idea más o menos extendida que solemos
tener sobre todo de la narrativa francesa como el campo de la
recursividad, la distensión, la reflexión casi meta-narrativa y la poca
importancia que se le da (a diferencia quizás de la línea más
norteamericana) al nivel episódico del relato. La narración de André
Maurois, en “Climas”, no es, desde luego, ni de lejos, lo que será con
los años el tour de force (para mí agotador) de Robbe-Grillet. Está
bien. “Climas” responde más a la tradición previa que a una idea de lo
que está por venir. Sin embargo, se trata de una novela que, con todas
sus discretas volteretas de la pasión amorosa y el deseo, con sus
permutaciones y transformaciones, habría encantado a más de un crítico
post-estructuralista convaleciente en su cama y dispuesto a llenar
alguna que otra página con un montón de triangulitos y elipsis y
flechitas para todos lados.
“Climas” está dividida en dos partes, con sendos narradores. En la
primera, “Odile”, el narrador es Philippe, quien a lo largo de una
extensa epístola le cuenta a Isabelle la historia de su primer
matrimonio. Philippe y Odile se conocieron en unas vacaciones en
Venecia, cuando ambos eran muy jóvenes. Luego del idilio italiano y
después de una luna de miel en las islas británicas, empieza casi la
verdadera narración. Philippe trata de rodear el misterio del
matrimonio, que es, para el caso, el misterio de abismarse en el alma
ajena. Los celos carcomen la paz a la que se había acostumbrado Philippe
en su soltería. Sin embargo, dejar a Odile se le hace imposible. Hasta
aquí, sin agotar la intriga de cómo termina esta relación, habría que
decir que el encanto principal de este libro, más que lo que pueda
interesarnos de la historia en sí, es la narración misma. Por supuesto
que en el caso de mi lectura se trata de una traducción, pero creo que
hay aspectos que un buen traductor puede dejar traslucir en el pasaje de
una lengua a otra. Uno lee y lee “Climas” porque hay una amenidad muy
bien lograda en cómo se trata la historia. Es decir, se trata de un
asunto de distancia, de la distancia que permite el narrador con
respecto a su mundo. Y eso es precisamente lo que uno puede extrañar
cuando se pasa a la segunda parte de la novela, titulada “Isabelle”.
Ahora la narradora es la destinataria de aquella larga carta, quien,
tiempo después, repasa la historia de su matrimonio con Philippe. Por
supuesto: se trata de la hora de los cambios. Que si Philippe ve en
Isabelle una sustitución de Odile; que si Isabelle sufre con Philippe lo
que este sufrió con Odile; que si los celos ahora corren en otra
dirección; que si el valor que se le da al matrimonio ya no es el mismo;
que si el narrador de la primera parte, que antes era “sujeto”, en la
segunda pasa a ser “objeto”, etcétera… Son aspectos interesantes… Pero
aquella “calidad de la distancia” que encontrábamos en la primera parte
ya no está, y lo que tenemos en frente es ya una pura tesis.
Mucho tiempo después, hará cosa de unos seis meses, alguien me dijo que François había hecho el siguiente comentario:
-Era muy guapa y la quise mucho. Lo que ocurre es que su primer marido la tenía muy mal acostumbrada. Era una coqueta insoportable. Es la única mujer que me ha hecho sufrir… Tuve que defenderme… Por decirlo de algún modo, la disequé, la dejé sobre la mesa desnuda y abierta de arriba a abajo y descubrí todas sus mentiras… Le demostré que podía saberlo todo… Luego creyó que podía volver a conquistarme con sus encantos… Finalmente comprendió que yo había ganado aquella batalla. Siento lo que ocurrió, faltaría más, pero no tengo remordimientos. No fue culpa mía.
Cuando me lo contaron sentí asco de François, pero también de algún modo le admiré. Fue más fuerte que yo y mucho más inteligente; sobre todo fue mucho más fuerte porque comprendió tan bien como yo a Odile, pero tuvo el valor de enfrentarse a ella.
¿Fue mejor su cinismo que mi debilidad? Pensándolo bien, ahora, al cabo del tiempo, tampoco yo tengo nada que reprocharme. Es fácil vencer a las personas y conducirlas al desespero. Después de aquel fracaso sigo creyendo que es más hermoso tratar de amarlas tal como son.
Calificación: Bueno.
Título original: Climats
Editorial: Ediciones del Bronce, Barcelona, 1997.
Traducción: Assumpta Roura
ISBN: 84-89854-07-6
Archivado en: André Maurois
Buena reseña. Me queda la duda de a qué te referís con la “distancia” que se pierde de la primera parte a la segunda… Abrazo.
Se trata de la perspectiva. No tiene porqué existir la misma perspectiva cuando se trata de diferentes narradores, pero con eso me refiero a qué el tratamiento que se le da al lector, o cómo se siente el lector (yo, en mi lectura) no es el mismo. Quizás no sea un demérito. Simplemente percibí que, con ese cambio, la novela también cayó un poco al final.
Abrazo grande.
Ok… Ahora sí…