Refundación

LOS PARTIDOS están abrasados. El sistema democrático está en estado de coma. La conexión entre los ciudadanos, sus representantes, las instituciones y las leyes está cortada: un puente volado. La situación es de extrema gravedad. No se puede seguir adelante con semejantes dosis de dolor, indignación, escepticismo, nihilismo, desilusión, inoperancia, corrupción y miseria económica, cultural, ética y política.

Llevamos un tercio de siglo -por redondear- disfrutando de un sistema democrático, que -con disgustos, carencias, errores y delitos- ha operado básicamente bien.

Pero numerosos signos indican que los defectos estructurales, de funcionamiento, de uso, de interpretación y de filosofía del sistema que hemos utilizado durante más de treinta años han contribuido -anemia, intoxicación, astenia-, a un fallo multiorgánico. Estamos al borde del fracaso de los órganos vitales.

No es momento de que un partido piense en sustituir a otro en el poder. No es momento de que un partido piense en crecer arañando votos a otro. Es momento de regenerar y refundar la práctica totalidad de los partidos políticos, cuyos vicios, deficiencias, ineptitudes, vagancias, intereses bastardos, componendas y gangrenas están en la base del mal todavía mayor e íntimamente relacionado: el colapso de la democracia.

No nos representan. Este grito del 15-M en la Puerta del Sol adquiere hoy una dimensión nueva. Sobre todo, para los que entonces no lo vieron claro. Sea por el saqueo del dinero, sea por el desmantelamiento de la seguridad, protección y servicios que nos habíamos dado, sea por el secuestro de las libertades y derechos con cuotas, bicocas, intervenciones, tasas, copagos, controles y manejos de todos los poderes e instrumentos del Estado en su propio beneficio, los partidos políticos, en evitación de males aún mayores e inminentes, deben abordar la regeneración y la refundación del sistema democrático mediante una comisión parlamentaria constituida por todos ellos, que se ponga a trabajar y comunique pronto un calendario y un programa de reformas en todos los ámbitos administrativos, legales, electorales y, en definitiva, políticos que conciernen a la recuperación de la salud democrática. A la resucitación de un cadáver. Si no lo hacen, con la contribución comprometida y exigente de la sociedad, va a pasar algo muy malo.