Ha costado mucho llegar hasta aquí. Nuestro lento abandono de las cavernas algo tuvo que ver con la convicción y la necesidad de dejar de considerar al otro como una fiera y de adquirir la conciencia de que uno tampoco era tal. De que el otro y el uno necesitábamos algo mejor que sentirnos animales.
Hemos sido capaces de dotarnos en Europa de un sistema de libertad, seguridad, convivencia y confianza que es fruto de la aportación reflexiva de grupos e individuos que, con templanza -aunque no siempre-, han elaborado un escenario y unas reglas de comportamiento, entre la ética y la moral, que cuentan con considerarnos, y considerar a los demás, personas.
Las personas, estimuladas por los acontecimientos, tenemos sentimientos y emociones. Pero lo que hemos construido es un sistema que, sin negar ni anular del todo los sentimientos y las emociones, ha de funcionar y funciona bajo la razón. Por ello, hemos levantado unos preceptos para el comportamiento individual y colectivo y unos andamiajes y estructuras que responden a valores constitucionales democráticos y al respeto a lo que llamamos derechos humanos.
En las últimas semanas, es observable que algunos acontecimientos -digámoslo: la excarcelación de ciertos presos tras cumplir sus penas- están siendo valorados mucho más desde las emociones y los sentimientos que desde los baremos de sosiego, humanismo y fiabilidad de la ley y los jueces, que son básicos en el citado larguísimo camino que hemos recorrido para abandonar las cavernas, y la lóbrega edad media de la humanidad, y el impulso del ojo por ojo y el diente por diente, y la calentura de la turba congregada en la plaza pública ante el cadalso y la picota, y la nostalgia por el pudridero y la mazmorra, las cadenas pesadas y la larga blanca de un metro. ¿Alarma social? Alarma, en todo caso, ante el posible desistimiento en la profundización de los valores que, por hacernos personas a todos, garantizan, mejor que la adrenalina y el instinto, la libertad y la seguridad de todos. En resumen, la ley civilizada y civilizatoria. Desahogo: ¡necesitamos más que nunca una buena Educación para la Ciudadanía! ¿Y qué civilización y qué respeto a los derechos humanos han tenido ellos? Ya digo, como respuesta: educación y civilización. ¡Y otra -o menos- televisión!