LA TERCERA EDICION IMPRESA | sábado 17 de marzo de 2012
Aparece Gótico carpintero, la tercera y más accesible novela del autor fallecido en 1998.
La falsedad y la falsificación, la corrupción y el egoísmo profundos, la estupidez y la decrepitud social, la imposibilidad del arte en una época dominada por la tecnología y el consumo, el caos que amenaza cualquier sistema de vida: estos son algunos de los temas de William Gaddis (1922-1998), escritor norteamericano casi ignorado en castellano hasta ahora, cuando la editorial Sexto Piso se embarca en la publicación de su obra entera: las novelas monumentales Los reconocimientos (900 páginas, 1955), JR (700 páginas, 1975) y A frolic of his own (700 páginas, 1994), además de los ensayos recogidos en The rush for second place (2002).
Este verdadero acto de fe editorial comenzó con Agape se paga (2003), un monólogo póstumo, breve, radical y culto contra la mecanización del arte, y hoy continúa con la novela Gótico carpintero (1985), articulada con diálogos ácidos y personajes malignos en un encierro inquietante. Todo esto se construye con una prosa crispada, exigente, con voces excesivas y ambiguas, características que han hecho a Gaddis tan literariamente célebre como crítica y popularmente nulo.
Fue un incomprendido durante años. Cuando publicó Los reconocimientos, hoy considerada piedra angular de la novela americana (modelo, por ejemplo, para Jonathan Franzen en Las correcciones), lo tomaron por un erudito difícil, mientras él pretendía ser popular y humorístico. "Quería que fuera una gran novela cómica a la manera tradicional", señaló. "Al fin y al cabo, en EE.UU. todos salimos del bolsillo de Mark Twain".
Su inteligencia para tratar lo fraudulento y lo auténtico en las relaciones y en el arte, en casi mil páginas pobladas por personajes innumerables y referencias culturales, fue demasiado para los críticos y los lectores, que lo tacharon de ambicioso y sobreintelectual. Pero algunos se volvieron rápido sus fanáticos; el caso extremo fue Jack Green, seudónimo de un improbable periodista contracultural que publicó en Nueva York el fanzine newspaper, donde desdijo palabra por palabra todas las críticas del libro. Esta labor de odio y estilo consta en el libro ¡Despidan a esos desgraciados!, recién publicado por Alpha Decay para amenizar el revival Gaddis.
Sin el éxito esperado y con dos hijos, trabajó durante años como redactor publicitario y logró escribir a ratos gracias a diversas becas. Fue afinando su ojo y sus temas, los cuales investigaba acuciosamente también en la prensa: observó el falso estándar cultural social y sus implicancias para desarmarlo sin tregua. "Aunque desde Los reconocimientos supe que el mundo no esperaba mi mensaje, que ya estaba bastante contento de vivir con valores falsos, me siguió intrigando la farsa del supuesto libre mercado, la supuesta libre empresa, el mercado de capitales concebido como capitalismo popular, etcétera". Fue así que en 1975 publicó su segunda novela, JR, sobre un niño que estafa por teléfono en los recreos escolares: el sueño americano llega a su grotesco apocalíptico y, por lo demás, profético. Tuvo mejor suerte: ganó el National Book Award y fue comparado (incluso confundido) con Thomas Pynchon. Otra vez, varios críticos se abrumaron con la extensión y los diálogos imparables.
Nunca quiso facilitar el trabajo literario, ni a él ni al lector: "Ninguno de mis libros tiene monólogo interior, efectos fáciles del tipo 'él deseaba poder verla esa tarde'. El personaje debe mostrar ese deseo, decírselo a alguien. El autor está ausente de modo que el personaje mismo crea la situación. Esto me parece más provocativo para mí como escritor y para el lector. Por esto, mis novelas fueron consideradas inaccesibles, pero pienso que ahora se pueden leer sin problemas", dijo a mediados de los 80. Los tiempos habían cambiado: gente como Joyce o Thomas Bernhard, con quienes siempre se compara a Gaddis, ya no eran literatos raros para iniciados, sino grandes autores. Entonces se propuso bajar el tono: escribir una novela corta, un ejercicio de técnica y estilo reducido a un solo mundo, con pocos personajes en un tiempo acotado. Eso es Gótico carpintero: "Quise unir los clichés de la narrativa y hacerlos funcionar. Así, tenemos al hombre mayor con la mujer joven, la ruptura matrimonial, el adulterio obligatorio, la habitación cerrada, el extraño misterioso, y así sucesivamente". Se trata de gente siniestra y divertida, desmoronándose en una mansión decrépita a manos de sus egos y su poderío imposible, un reflejo a la vez realista y grotesco de una sociedad dominada por la ambición y la estupidez.
Se ha dicho que con Gaddis no hay futuro, que su oscuridad es hermosa pero total. Otro malentendido: si en esta época nos enfrentamos al universo sin sentido y a la imbecilidad triunfante, la literatura se mantiene en pie de guerra contra ese caos uniforme. Es la pelea, ética y estética, de la gran novela desde Dostoievski, decía Gaddis, la misma que siguen dando sus libros.
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