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DIALOGO ENTRE LAS CULTURAS PARA UNA CIVILIZACION DE AMOR Y PAZ
Entrevistas con CHOUKRI PDF Imprimir E-mail
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Escrito por Administrator   
Domingo, 20 de Septiembre de 2009 13:20

Primera Entrevista : 

Chukri: “Yo me he casado con mis lecturas, mis escritos y mis amigos.”*

Mohamed Chukri le pide al camarero que traiga 'una botella del mejor vino que haya', y el camarero, que ha entendido perfectamente a Chukri, aunque éste haya hablado en castellano, trae una de Médaillon, un cabernet de la zona de los Uled Thaleb, en Benslimane. Chukri prueba y aprueba el vino. '¿El primer trago del día?', pregunta el periodista con una sonrisa que indica que sabe que la pregunta es tonta y la respuesta negativa. 'No', responde Chukri. 'Esto es vodka', dice señalando el vaso con un líquido blanco que bebía antes de la llegada del periodista. 'Aquí ya me he tomado tres; y en mi casa, un whisky de Chivas para desayunar'. Chukri dirige la mirada a un plato con rodajas de plátano bañados en otro líquido y añade: 'Y eso tiene un poquito de Baileys'.

PREGUNTA. Usted siempre ha bebido mucho, ¿no?

RESPUESTA. ¡Ufff! ¡Barriles! Tabernas enteras, bodegas enteras, grandes bares, pequeños bares, restaurantes, burdeles, hoteles... He bebido sin parar.

P. Y sigue bebiendo.

R. ¡Claro! Mi cuerpo lo soporta hasta ahora. Y a mi edad no tengo nada que perder. Nada que perder, oye.

Chukri nació en una aldea del Rif en 1935, en la época del Protectorado español en el norte de Marruecos, y desde su juventud vive en Tánger. A sus 67 años es un tipo de cabello leonino y canoso, amplia frente cruzada por una cicatriz, bigote de puntas caídas bajo una nariz de halcón y ojos chicos y tan vivos e inteligentes como tristes. También es una leyenda viviente de la literatura magrebí y árabe. En 1972 escribió El pan desnudo, el furibundo y doloroso relato de su infancia y adolescencia en el rebelde y miserable Rif ocupado por los españoles y en el Tánger cosmopolita de la época internacional. Fue el retrato de un lugar y un tiempo desde el lado de los que limpiaban botas, vendían cigarrillos de contrabando, trapicheaban con quif, cometían pequeños hurtos o se prostituían con los extranjeros. Luego, en Tiempo de errores, Chukri contó su extraordinario esfuerzo para convertirse en escritor desde su condición de pícaro analfabeto. Ahora cuenta un puñado de historias tangerinas, autobiográficas una vez más y de las que te golpean al hígado, en Rostros, amores, maldiciones, recién publicado en España.

P. Rostros arranca con los personajes del bar Granada, unas prostitutas llamadas Lala Chafika, Malika, Fati... Usted ha ido mucho de putas, ¿verdad?

R. ¡Mucho! Antes yo podía follar dos o tres veces al día con mujeres distintas y luego hasta me masturbaba antes de dormirme. Cuando tenía 19 años, hubo un día en que eché nueve polvos. Claro, ahora sólo una o dos veces al mes, ya no estoy tan en forma. Pero las putas de antes eran más cariñosas y tenían cultura, al menos tenían cultura oral. Sabían contar historias, ¿entiendes? Como Fati, Fátima, marroquí pura, de Larache, que todavía vive en Dinamarca. Y las de antes tenían tiempo. Las de ahora ponen el reloj y ni disimulan: 'Son quince minutos'.

P. ¿Hay algún gran amor frustrado en su vida?

R. He tenido algunos amoríos. Pero yo me he casado con mis lecturas, mis escritos y mis amigos. Y si me casara algún día con una mujer, no querría tener un hijo. Temo comportarme como mi padre se comportó conmigo, ¿entiendes? Siempre he vivido con ese complejo.

El padre de Chukri era un desertor del Ejército colonial español que ataba al niño Chukri a un árbol y le azotaba con un cinturón de cuero, y que un día, en un arrebato de cólera, estranguló hasta causarle la muerte al hermano de Chukri. Chukri contó esa historia, y el odio al padre que enraizó en su alma, en El pan desnudo. Y lo hizo del mismo modo directo y descarnado con el que ahora habla en Rostros de las prostitutas del Granada o de Alal, el hijo que le hace una felación a su anciano padre para evitar que se case de nuevo y tener que compartir su herencia. Así que sus temas y su estilo le han convertido en un escritor maldito, en un escritor que ha sido comparado al norteamericano Bukowski y al cubano Pedro Juan Gutiérrez. Pero la condición de maldito es aún más explosiva en el mundo árabe y musulmán. En 1989, Chukri fue condenado a muerte por el régimen de Jomeini y en los noventa sus obras fueron prohibidas en Egipto por la presión de los ulemas.

P. Cuando salió la traducción al castellano de El pan desnudo, Juan Goytisolo escribió que usted había escrito la primera autobiografía árabe honesta, sincera, verdadera. En el mundo árabe es rarísimo el que uno proclame públicamente sus debilidades y sus vicios. ¿De dónde le viene la fuerza?

R. Las autobiografías árabes, que se cuentan con los dedos de una mano, están escritas con pocas confesiones. Yo, para escribir mi trilogía autobiográfica, me he servido más bien de ejemplos occidentales, como san Agustín y sus Confesiones, Jean-Jacques Rousseau, Somerset Maugham, Colin Wilson, Les mots de Sartre, Juan Goytisolo y Coto vedado... Estas lecturas me han dado coraje para expresarme. Sabemos muy bien que la literatura árabe clásica era más libre que la de ahora. Ahora abundan los tabúes. Pero en la época preislámica y al principio del islam había una literatura, como Las mil y una noches o El jardín perfumado, que tenía más libertad de expresarse. Hubo una decadencia en la cultura árabe, sobre todo cuando los árabes salieron de España, hace cinco siglos. Se perdió la libertad de expresarse y reinaron el fanatismo y la religión. Y la religión lo ha matado todo, ¿entiendes? Los tabúes matan la libertad, la creación.

P. El fanatismo también quiere matarles a Salman Rushdie, Naguib Mahfuz y usted.

R. Sí, vamos para abajo, no para arriba. Pero esto no me para, no es el muro de Berlín, ni es la Muralla de China. Esto no me impide seguir escribiendo lo que escribo. Si a mí me ataca un loco por la calle y me da una puñalada y muero, me importa un pepino. Porque tú te vas pero la idea queda. Yo no busco el martirio, pero si me toca la mala suerte, pues que toque. No tengo miedo de seguir escribiendo tal como escribí el primer libro. Yo también llevo conmigo un cuchillo. De gran tamaño. No quiero irme solo al cementerio. Que vayan conmigo uno o dos, oye. Puedo llevarme por delante uno o dos de esos locos. No me voy solo.

P. Cuando le he contado a algunos amigos de la burguesía tangerina que venía a la ciudad para entrevistarle, me han dicho: '!Oh, no, Chukri da tan mala imagen de Tánger!'.

R. Claro, los compatriotas son a veces... Bueno, yo te voy a hacer otra pregunta: esta gente que te dice que Chukri da una mala imagen de Tánger, ¿quiénes son esta gente? Son gilipollas, gilipollas sociales. Que te invitan a un tayín, un cuscús o una harira en sus casas y no han leído ni media docena de libros. Yo he leído cuatro mil libros y puedes creer en mí más que en ellos. A ti te invitan a un tayín y a pasarlo bien y a fumar unos pitillos de quif o de hash, pero, oye, no te van a convencer con esto, ¿no? Lo que te convence más es la palabra. Al principio existió la palabra. Éstos son cagones, no han realizado nada en sus vidas.

P. Vale, Chukri. Hablemos, pues, de Tánger. Hubo tres grandes ciudades cosmopolitas en el Mediterráneo árabe: Alejandría, Beirut y Tánger. A Alejandría se la han cargado el nacionalismo y el islamismo, pero con Beirut y Tánger aún no han podido, aunque las han dejado pachuchas. Tánger sigue siendo diferente, libre y canalla. ¿Tú cómo definirías Tánger?

R. Hombre, Tánger es una ciudad mítica. Y el mito no se explica. Si lo explicas cesa de ser un mito. Tiene sus secretos.

La conversación se desarrolla en el tangerino hotel Ritz, que no tiene nada que ver con los lujosos Ritz de París y Madrid. Allí tiene su oficina Chukri, allí recibe por las mañanas. Y mientras el escritor y el periodista almuerzan y charlan, la botella de Médaillon mengua a marchas forzadas. La charla es en castellano, lengua que Chukri, como tantos tangerinos, habla con fluidez y gracia.

P. Chukri, a usted se le nota que le gusta mucho España.

R. ¡Hombre, hombre! Yo he tenido aquí grandes amigos españoles, a partir de los gitanos y los andaluces, que eran como nosotros, marginados. Y también he tenido maestros, profesores y escritores españoles que han sido y son mis amigos. Pero nunca he tenido un amigo francés. Francamente. Y con los ingleses y norteamericanos era otra cosa. Era para follarles y para follarme. No físicamente, espiritualmente.

P. ¿Lee a escritores españoles?

R. ¡Claro! Y también he traducido poetas españoles. He traducido poemas de Bécquer, los Machado, Vicente Aleixandre, Gabriel Celaya, Lorca, Labordeta, Susana March... Los he traducido al árabe.

P. ¿Y cuál es su escritor español favorito?

R. Ahora me da la impresión de que América Latina ha superado a España. Con Juan Rulfo, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa... Esos nombres no tienen equivalentes en la actual narrativa española. Pero admiro a Juan Goytisolo y Torrente Ballester. Y de los clásicos, soy un gran admirador de Cervantes.

P. ¿Los lee en español?

R. ¡En español! ¿En qué voy a leerlos?

Con la botella de tinto vacía y los estómagos apaciguados, Chukri y el periodista se van a la casa del escritor, un ático en un inmueble próximo al Ritz. Chukri sube los cinco pisos a pie -no hay ascensor- y sin dejar de fumar. La casa es un rastrillo de ropas, vajillas, aparatos electrónicos anticuados, libros, folletos y fotos de Chukri con escritores: Paul Bowles, Alberto Moravia, Jean Genet, Goytisolo, Tahar Ben Jelloun... Hay también un retrato bien visible del líder rifeño Abdelkrim. Chukri enseña a su invitado sus propios libros, incluidas las 48 traducciones a otras tantas lenguas de El pan desnudo, y su colección de muñecas inválidas -así las llama él-; muñecas a las que les faltan ojos, brazos, piernas, cabezas.

El periodista le ha traído a Chukri dos botellas de vino Málaga, una de parte del arabista Bernabé López García, que vivió muchos años en Tánger, y otra como regalo propio. Chukri abre una, sirve dos vasos generosos y pone en el vídeo una casete. Es una emisión de Apostrophes, el programa televisivo de Bernard Pivot, de hace 20 años y aún en blanco y negro. Chukri estaba invitado -'fue mi primera salida de Marruecos'- a hablar del odio al padre con motivo de la aparición en Francia de El pan desnudo. 'Ahora', dice, 'comprendo mejor a mi padre. Su violencia venía de la violencia y la miseria en la que vivía Marruecos bajo el colonialismo. Cuando me escapé de casa, yo vivía en los cementerios para no ser violado por los mayores'.

P. Pero la cosa no ha mejorado tanto tras más de cuarenta años de independencia. Las ciudades marroquíes están llenas de niños, adolescentes y jóvenes que viven en chabolas, se ofrecen como guías, venden chocolate, se prostituyen o hacen de alcahuetes, sueñan con emigrar a Europa en patera.

R. Ahora es casi peor, oye. Y yo sigo hablando de eso. Estoy considerado un escritor pornográfico en el mundo árabe porque hablo de la sexualidad. Pero intento dar algunos valores en mis libros.

P. ¿Qué valores?

R. Yo estoy comprometido socialmente. Me inclino a defender a las clases marginadas, olvidadas y aplastadas. No soy Espartaco, pero creo que todas las personas tienen una dignidad que tiene que ser respetada. Aunque no hayan tenido oportunidades en la vida.

P. En el Tánger de los años cuarenta, cincuenta y sesenta vivieron o recalaron personajes como Paul y Jane Bowles, Truman Capote, Cecil Beaton, Tennessee Williams, Gore Vidal, William Burroughs, Allen Ginsberg, Jean Genet, Alberto Moravia, Jack Kerouac... Era la época del Tánger bohemio, del Tánger jet-set, del Tánger beatnik, del Tánger de los globe-trotters. Y, sin embargo, usted dijo una vez que esos extranjeros venían a Tánger 'como quien va a ver saltar a un mono de árbol en árbol'. ¿También piensa eso de sus amigos Genet y Bowles?

R. No lo pienso de Genet, que era auténtico, pero sí de Bowles. Él vino aquí en busca de un Marruecos naif. Le hubiera gustado que Marruecos siguiera como en los años treinta. Bowles no amaba a los marroquíes, amaba a su propio Marruecos. Casi todos esos extranjeros de la época dorada de Tánger venían aquí en busca de exotismo y placeres, para fumar quif y hash, para tener chicas, chicos... Yo no estoy en contra de esa gente, pero a mí no me dieron la oportunidad de vivir como ellos. Lo malo era vivir en el otro lado. Lo malo era la humillación de los que vivíamos en el otro lado. A mí también me hubiera gustado vivir esa buena vida. Pero la buena vida de esa gente era a costa de aplastar a los demás. Y aplastar a los demás es algo primitivo, ¿entiendes?

P. Pero Bowles le hizo un regalo: tradujo al inglés El pan desnudo.

R. ¡Hombre, un gran regalo!

P. ¿Cómo trabajó con Bowles en la versión inglesa de El pan desnudo?

R. Yo lo traducía en mi cabeza del árabe a mi español y se lo iba dictando. Bowles, que hablaba un buen español, mejor que el mío, lo iba escribiendo en su español y luego lo traducía al inglés. Oye, un moro y un americano se entendían entonces en Tánger en español.

P. ¿Está escribiendo algo nuevo ahora?

R. No, estoy corrigiendo cosas viejas. Oye, te voy a hacer una confesión: yo quiero matar la fama que me dio El pan desnudo. Escribí Tiempo de errores y no se murió. He escrito Rostros y tampoco. El pan desnudo no quiere morir. Y me aplasta. Me siento como esos escritores aplastados por la fama de un solo libro. Como Cervantes con Don Quijote, o Flaubert con Madame Bovary, o D. H. Lawrence con El amante de Lady Chaterley. El pan desnudo sigue sin morir, el hijo de puta. Los niños por la calle no me llaman Chukri, me llaman El pan desnudo. Ese libro me dice todos los días: 'Aquí estoy, vivo'.

P. Así que va a seguir intentando matar El pan desnudo.

R. ¡Claro! Yo soy cabezón. Soy Aries. Sabes que el lobo te va a comer, pero le das cornadas. Rostros no es mi despedida de la escritura. El escritor nunca se despide hasta que lo llevan a su tumba.

P. Y usted no tiene la intención de irse pronto a la tumba.

R. !No, no, no!

Vaciada la primera botella de Málaga, Chukri abre la segunda. 

* Entrevista realizada el 5 de octubre de 2002 por Babelia.

Segunda Entrevista :

La irrupción de “El pan desnudo” supuso una conmoción en el panorama literario del Magreb. La autobiografía de Mohamed Chukri era un relato duro, cruel, sin concesiones, de la lucha de un mozalbete por sobrevivir en un Rif ocupado por las tropas españolas y en la ciudad “canalla” de Tánger durante la época internacional. “El pan desnudo” era la otra cara del último sueño orientalista. Mohamed nos hablaba de la misma ciudad que tantos otros escritores sólo que descrita desde el otro lado del espejo. Desde la venganza de quién limpiaba las botas, abría las portezuelas de los coches o cometía pequeños hurtos. Prologado por Juan Goytisolo en su edición española, traducido por Paul Bowles al inglés y por Tahar ben Jelloun el francés, el inesperado éxito de su primer libro, traducido a trece idiomas, acabó por aplastarle, en sus propias palabras, hasta tal punto que pocos seguían apostando por Chukri como escritor de producción regular. Chukri, con su tesón, amante del reto y del desafío, ha logrado superar el bache. Hoy atraviesa por un magnífico período productivo. Pero volvamos a su primer libro, interesante aparte de su valor literario porque habla de un período, el de la “colonización” española, sobre el que se ha ejercido la desmemoria histórica. Hemos mantenido con Chukri diversas conversaciones, en los jardines del desaparecido “Villa de France”, en su apartamento sobre el cine Río, en el bar “Geneina” o en el inefable bar Negresco, donde las malas lenguas afirman que pasa más tiempo que en su casa.
-P: ¿Cómo era la vida cotidiana durante la “colonización”?
-R: Hace bien en hablar de colonización porque en realidad se trató de una colonización y no de un protectorado. Si hubiera sido así, tanto los franceses como los españoles se hubieran ido a los cuarenta años, cuando concluyó el contrato. Pero se quedaron, y fue necesario organizar una resistencia para que esos hijos de puta se largaran. No estoy hablando de los pueblos sino de regímenes, el franquista y el colonialista francés.
En el Rif éramos tan pobres y la hambruna tan terrible que mucha gente moría. Unos vecinos, incapaces de conseguir alimentos, se inmolaron tapiando desde dentro las puertas y las ventanas de su casa. Cuando alguien logró entrar en la vivienda ya estaban muertos. Mi padre mató a mi hermano porque no paraba de llorar; agobiado porque no tenía absolutamente nada que darle, en un ataque de rabia le agarró por el cuello. Dos días más tarde moría. Desde entonces odié a mi padre.
- P : ¿Cómo eran sus relaciones con los ocupantes?
- R : Más de una vez compartí el pan con los españoles humildes, en el barrio de San Antonio en Tetuán. Sobre todo con los gitanos, a quienes siempre he defendido. Eran vecinos nuestros, vivían pobremente, sus puertas siempre estaban abiertas para mi familia y también para muchos payos. Entre los españoles existía una clase marginada de limpiabotas, carteristas, ladronzuelos, gente que se buscaba la vida. Cuando nos instalamos en Tánger también teníamos vecinos españoles. Me sentía mucho mejor con ellos que con el resto de extranjeros. No existía discriminación entre los “sin clase”.
Los españoles e llevaron de Marruecos hasta las ventanas y no se llevaron las puertas porque pesaban demasiado. Y tampoco construyeron mucho. En cambio los franceses dejaron más cosas, sobre todo en el plano cultural. España vivía la crisis política y económica de posguerra. Y, claro, quien no tienen nada, ¿qué va a dejar?
Un “sin clase” como yo no tenía acceso al Tánger cosmopolita. No conocí a la “crema”; nos estaba prohibida la entrada en muchos cafés o bares, sólo los marroquíes colaboracionistas o los miembros de las familias muy ricas podían hacerlo. Me largué de mi casa a los once años, cuando mi padre mató a mi hermano. Me dedicaba a buscar el pan cotidiano. Dormía en los cementerios para escapar a los controles policiales nocturnos. Viví así hasta los veinte años. Fregaba platos, hurtaba, llevaba en bote a los americanos borrachos que habían perdido la última lancha que les llevara a sus barcos. Me regalaban pantalones y paquetes de tabaco. También hice contrabando a pequeña escala. Recuerdo haber vendido tabaco a Antonio Machín, que a menudo actuaba en el Teatro Cervantes. Una vez pedí un autógrafo a Sara Montiel. La noche me “intoxicó” y desde aquella época aborrezco el día. Es para las hormigas humanas.
-P : Resulta increíble que un buen escritor como usted fuera analfabeto hasta pasada la adolescencia, ¿qué le hizo aprender a escribir?
-R : Fue un desafío. Compraba revistas para ver las fotos de las grandes cantantes y artistas egipcias: Um Kulthum, Asmahan, Fatti Hamama. Me sentaba en un café y siempre encontraba algún conocido que me leía los textos. Un día se entabló una discusión política sobre Gamal Abdel Nasser y quise intervenir, pero un tipo me lo impidió: “¿Cómo pretendes discutir un tema tan importante con nosotros si no sabes ni escribir tu propio nombre?” Salí a la calle y compré un libro de gramática elemental. A los dos días ya sabía el abecedario. Un tiempo después, trabajé de vigilante en una escuela de Larache y debo decir que aprendía más de los niños que de los profesores. Años más tarde, me presenté a unos exámenes y conseguí el título de Magisterio. Llegué a ser el maestro de Casa Barata, un barrio de Tánger tan pobre que los niños iban descalzos. Estaba tan contento que me compré una pajarita para lucirla el primer día de clase. Recuerdo que los niños reían y gritaban: “¡profesor camarero, profesor camarero!” Incluso hoy, cuando me cruzo con algún antiguo alumno, exclama: “¡profesor camarero!”.
- P : Imagino que la necesidad interior de explicar su vida personal, de exorcizar todo lo sucedido, le llevó a la literatura.
- R : Solía sentarme durante horas en un café frecuentado por un escritor muy elegante, con su traje siempre impecable y sus pajaritas, a quien la gente tenía enorme respeto. Un día compré sus libros y los devoré en una noche, eran basura, literatura rosa, y me dije a mí mismo: “Yo puedo escribir mucho mejor que él”. Fue otro desafío, quería demostrarme que podía llegar a ser escritor. La escritura se convirtió en venganza contra aquellos que robaron mi infancia. Mi clase, mi familia.
Leía mucho. Tuve casi mil libros. Comencé a escribir pero no estaba contento con el resultado y acabé con una gran depresión. Decidí “beberme” los libros. Los vendía uno a uno para comprar vino. Conseguí “beberme” toda la biblioteca. Salvé un libro de Rosalía de Castro en el que decía: “En el fondo de todo, el mío pensamiento”.
Un día, fui a un bar y amenacé al dueño; le dije que si no llamaba a los bomberos rompería todas las botellas. La amenaza surtió efecto pero no llamó a los bomberos. A los diez minutos vino una ambulancia y me llevaron al manicomio. Con una semana hubiera tenido suficiente, pero me quedé unos meses. Me tiré a las locas, a las jóvenes y a las viejas. Recuerdo a un loco empeñado en que le regalara una chilaba blanca porque, según él, el mismísimo rey había prometido visitarle. Se la conseguí y el mismo día la manchó de sangre en una pelea. Recuerdo a Abraham, un hebreo gordinflón que se quejaba porque los locos lo violaban cada noche. Un día lo encontré envuelto en una sabana masturbándose pensando en su novia, una bella hebrea llamada Estrella. Pasaban cosas muy raras. Una noche un loco estranguló a otro mientras el resto aplaudía.
-P : Su libro “El pan desnudo” refleja esos primeros años en Tetuán y en Tánger. Paul Bowles lo adaptó al inglés, quizá por ello a veces le asocian con Mohamed Mrabet, el narrador oral cuyas historias han sido transcritas por el escritor americano.
-R : Se confunden. Incluso Tahar ben Jelloun, antes de conocer mi obra en árabe clásico, la lengua en que yo escribo, escribió un artículo muy ingenuo donde decía que Mohamed Chukri había contado su vida a Paul Bowles y éste la había escrito. El presidente de los escritores marroquíes, Mohamed Barrada, le replicó: “Chukri no ha contado su vida a Paul Bowles. Chukri tiene su obra en árabe clásico y, si usted quiere, puede leer su novela y traducirla al francés”. Así lo hizo. Jelloun pidió el manuscrito y lo tradujo.
Sí, hay una gran confusión. Todo viene a raíz de la curiosa traducción de Paul Bowles. Un amigo común, Edward Roditti, nos presentó y le sugirió que tradujera algún cuento mío. Mis escritos le gustaron, pero como Paul no entiende, ni por supuesto lee, el árabe, se los dicté en español y él los traducía al inglés. Por ello mucha gente pensó que yo era un narrador oral como Mrabet y no un escritor. Y con ello no quiero decir que sea mejor o peor que Mrabet, cada uno tiene su estilo, pero una cosa es ser un escritor y otra un contador de historias. Expresarse en árabe dialectal es también difícil y puede ser muy creativo.
Paul no me enseñó a escribir, aunque debo reconocer que su presencia me estimuló mucho para continuar. Creo que se interesó en traducir mi primer libro porque los dos compartíamos un resentimiento hacia la figura del padre y habíamos sufrido mucho. El castigo que Paul recibió fue más psicológico que físico. Su padre no le pegaba como el mío, que me cogía como a un conejo, me amarraba a un árbol y me torturaba con su cinturón de cuero, que conservaba de cuando estuvo en el ejército español. Otras veces me abofeteaba con todas sus fuerzas o me molía con un palo. La figura del patriarca agresivo está presente en mis obras porque forma parte de mi vida personal y de la de mi generación. He sufrido lo indecible por culpa del padre. Aunque en honor a la verdad debo decir que estoy viendo un gran cambio entre los padres de hoy. Son más tolerantes, educan mejor a sus hijos, son más comprensivos. La vida está mejorando en Marruecos. Cuando hay mucha miseria las cosas son muy distintas. Aparecen los malentendidos, incluso el odio. Y eso es lo que a mi me ocurrió.
-P : Usted tuvo la oportunidad de conocer e incluso codearse con parte de la pléyade de escritores que pasaron por Tánger durante el período de ciudad internacional. Escribió un libro sobre ellos: “Jean Genet y Tennessee Williams en Tánger”. ¿Cómo conoció a Jean Genet?
- R : Me presenté por las buenas. Había leído artículos sobre sus obras. Los libros no porque, hasta hoy, siguen prohibidos en todo el mundo árabe. Se le considera un escritor inmoral, no por ser un ladrón sino por su condición de homosexual y los árabes son los mayores homosexuales. Lo hacen “todo” a escondidas y luego lo niegan. No tienen la voluntad de hacerse un autoanálisis. Antes no era así. La literatura árabe era más franca y atrevida que la europea. Leyendo la poesía árabe preislámica y la islámica, la de la época de Harún al Rashid, y la andalusí, uno se da cuenta de que era una cultura muy abierta, sin prejuicios morales, luego vino la decadencia.
Yo no soy homosexual. Nunca tuve intimidad física ni con Genet ni con Tennessee Williams, Allen Ginsberg, William Burroughs o Paul Bowles. No me importaban sus preferencias. Establecí con ellos relaciones humanas. Apreciaban algunas cosas de mí y yo también les apreciaba. A pesar de que Tennessee Williams también conoció la pobreza, siempre ocultó su origen. Se avergonzaba. Jean Genet era diferente. Hablaba un árabe coloquial muy divertido salpicado de palabras argelinas. Compartíamos muchos sentimientos. Los dos fuimos ladronzuelos, bohemios y desarraigados. Jean era un hombre sencillo que despreciaba lo que yo despreciaba, por eso existió una corriente de simpatía mutua entre los dos. Pasábamos horas y horas sentados en un café hablando de la sociedad marroquí y de política. A Tennessee, en cambio, le fascinaban las fiestas burguesas. Le gustaba armar escándalos. Era un gran escritor, no lo niego y le admiro, pero no simpaticé con él. No compartíamos ni el amor ni el desprecio.
Entre Genet y yo las cosas eran muy diferentes. Eramos cómplices. Empezábamos a almorzar a la una y terminábamos a las nueve, entre el Café de París, el Café de France, el Minzah o el Negresco. Genet ya no escribía. Le gustaba observar y hablar. Recuerdo una noche que me estuvo esperando en el bar Negresco. Me retrasé y él dejó un France Soir y una copa de vino sobre la mesa en la que solíamos reunirnos y dijo al camarero: “ Que nadie toque ni el periódico ni la copa hasta que llegue el señor Chukri, aunque tarde una semana”. No volví a verle. Quiso que le enterraran en el cementerio de Larache y así se hizo. Era un hombre de una personalidad muy especial. Su amante se volvió loco; habían adoptado un niño que decían que era palestino aunque no era verdad. Genet rendía de ese modo un homenaje al destino de un pueblo que admiraba. El amante de Genet, tras su muerte, solía emborracharse mucho. Llevaba al niño “palestino” a visitar la tumba de Jean. Un día su coche se estrelló contra un árbol cerca de Assilah. Sin Genet la vida había perdido todo su sentido.
- P : ¿Qué sentía un rifeño en ese Tánger internacional, ciudad de artistas, millonarios, aventureros, mafiosos y espías?
- R : Me sentía un simple observador. Hacia el final del período internacional estuve en algunas fiestas. Quería saber lo que pasaba pero no era muy agradable. Lo que reprocho a casi todos esos extranjeros que vivieron tanto tiempo en Tánger es que nunca escribieron de una manera objetiva. Siempre trataron a los marroquíes de manera secundaria. No analizan la personalidad marroquí. Hablan de botones, simples camareros, o de cuerpos que les proporcionan minutos de placer. Los marroquíes aparecen tan sólo para decorar. Esos escritores jamás se interesaron por la sociedad marroquí. La mayoría venían para descansar o para “gozar de sus placeres”. Otros, para escribir o terminar alguna obra. Incluso Paul Bowles, que ha vivido aquí desde 1931, aconsejado por Gertrude Stein, confiesa que desconoce por completo la sociedad marroquí. Para Bowles, Tánger murió con la independencia. Sus escritos son muy exóticos y nunca ha analizado la sociedad, excepto en La Casa de la Araña, donde trató de escribir algo politizado. Tiene una idea muy confusa sobre el país.
Sentía un gran respeto por personas como Samuel Beckett o Moravia. Siempre respeté la soledad escogida de Beckett; no se mezclaba con la crema. En cambio, casi todos los demás, sólo buscaron lo primitivo y lo exótico. Vinieron un poco como quién va al cine a ver una película de aventuras. A ver saltar a un mono de árbol en árbol; y por supuesto el mono era el marroquí. Eso es lo que eramos para ellos. Simios.
-P : ¿Cómo ve el Tánger de hoy?
-R : Durante el colonialismo, Tánger era una ciudad más abierta, viva y cosmopolita pero no siento ninguna nostalgia porque vivía en el fango. Ese Tánger internacional murió. Gracias a la independencia fui a estudiar a Larache y pude convertirme primero en maestro y luego en escritor.
Tánger es una ciudad donde si no sabes cómo comportarte, te aplasta. He visto desvanecerse grandes fortunas y cómo buenos pintores y escritores se perdieron aquí. Tánger ha cambiado. Los tangerinos están contentos con escuchar a Um Kulthum y mientras tanto, los del sur de Marruecos lo están comprando todo. El tangerino tiene el culo sobre la roca, la mirada en la bahía y la oreja para escuchar los chismes.
Yo conocí una “miseria bonita”. Ahora Tánger es distinto. La mayoría de mis compañeros han empobrecido, enloquecido, emigrado o han muerto. Mis amigos tenían para vivir, no les faltaba nada y ¡ahora! Claro que yo no puedo ayudar a todos. Muchos amigos del Zoco Chico no tienen hoy ni para tomar un café, y me duele. Me duele porque hemos compartido toda una vida.
-P : Le gusta definirse como escritor tangerino.
-R : Conozco muy bien mi comarca, mi región, yo no soy un Hemingway que hace escritura de la circulación y tan pronto escribe un libro sobre Cuba como sobre la guerra civil española o Africa. Ni soy Malraux ni Blaise Cendrars ni un Paul Bowles que escribe sobre el Sáhara, Guatemala o la India. Conozco muy bien mis límites que no van más allá del triángulo Tánger, Tetuán, Larache. Tetuán supone la infancia y adolescencia, Larache mis estudios y el resto es mi vida tangerina. Por ello digo que no soy un escritor marroquí sino un escritor tangerino. Aunque cuando escribo no lo hago para los marroquíes, sino para quien pueda leerme, sea argelino, occidental o lo que sea. “El pan desnudo” ha sido traducido a trece lenguas. Escribo sobre la sociedad marroquí pero para todo el mundo. No es por decirlo, pero yo soy el único escritor tangerino. Hay cuatro o cinco profesores que pretenden escribir, pero escribir unas líneas no significa hacer poesía. No han aportado nada. Los tangerinos sólo han dado guías de turismo, juergas, mujeres y hombres guapos. He tenido siempre una conciencia muy fuerte de clase, de pícaro, de marginal y eso nadie me lo puede quitar. Ni Dios mismo. Claro que como Dios siempre come en las mejores mesas, pues que se coma él las langostas. Soy un escritor con un cierto don. Soy pequeño entre los grandes y grande entre los pequeños. Tampoco soy humilde porque he hecho cosas que no han hecho los demás. Soy lo que soy. Pero le voy a decir una cosa, mi vida es más interesante que mis escritos.
-P : Muchos marroquíes no le consideran escritor, le quitan mérito porque opinan que se ha limitado a contar su vida.
-R : ¿De quién viene el insulto. A mí no me insultaron ni Jean Genet, ni Tennessee Williams, ni William Burroughs, ni Paul Bowles. Me insultan unos burócratas, salchichas humanas. ¡Chorizos humanos, hombre!, que comen, digieren, cagan y mean. ¿Quiénes son?, ¿qué han hecho?
-P : Le acusaron de ser un escritor de un solo libro.
-R : La fama de “El pan desnudo” me aplastó. Me encontraba en un callejón sin salida. No sé si la escritura se apartó de mí o yo de ella. Había dejado de escribir porque prohibían todo lo que hacía. Tuve como un reumatismo en la función mental. Quizá lo había contado todo en poco tiempo y no exagero si digo que había condensado el máximo de pensamiento con el mínimo estilo. El verdadero escritor debe reconocer sus límites. Yo no fuerzo mi destino porque, si se fuerza, la literatura se convierte en diarrea o en un empacho, y yo ni quiero empachar a la gente ni mucho menos provocar diarreas. Me interesa la literatura para embellecer lo que es feo en la vida. No para hacer otras cacas de escrituras, para ganar dinero y premios. Hemingway hizo bien en suicidarse cuando ya era impotente para la creación. Es una cobardía seguir viviendo en ese caso
Cuando no tengo nada que escribir, me callo. Lo hice durante diecisiete años. Los pasé sin escribir una porra, porque hasta entonces escribía y acumulaba, escribía y acumulaba. Cuando tradujeron mi “Pan desnudo” al francés y me pagaron los derechos de autor, comenzaron a pedirme textos inéditos, y en vez de escribir, abría los cajones y sacaba lo acumulado. Para cuando quise volver a escribir me fue extremadamente difícil. Y ahora con la computadora, ¡hija puta! Ahora mismo no sé cómo recuperar lo que he estado escribiendo durante un mes.
Cuando comparo los primeros relatos que escribí en los años sesenta, tanto los que publicaba como los que leía en público, me doy cuenta de que eran más agresivos que mi obra actual. Eran como una bofetada, porque lo que yo escribo choca moralmente, incomoda. Se sienten ofendidos y me atacan. Hoy ocurre pero en menor medida. La mentalidad ha cambiado, incluso la censura, aunque algunos libros míos siguen estando prohibidos. Querían programar “El pan desnudo” en las universidades comparándolo con otras biografías de escritores árabes, como la del egipcio Taha Hussein. Mi libro es la primera autobiografía de un escritor árabe que desvela algunos tabúes. Unos profesores armaron un escándalo porque encontraron a un chico de 14 años leyendo “El pan desnudo” y consiguieron que el libro fuera censurado. Consideran que pervierto a la juventud con libros inmorales.
A mí me toman por un maldito porque los tangerinos dicen que escribo cosas podridas sobre la ciudad. La censura de mis libros comienza en Tánger y para castigar a esa ciudad no permití que mi libro “Zoco chico” se vendiera en Tánger. Era una broma, una forma de reírme de la censura y de la mentalidad de la gente que está en mi contra. Puede comprarse en Kenitra o en Rabat pero no aquí.
En Marruecos estamos en el proceso de creación de una tradición de lectura. Somos un pueblo joven. Conseguimos la independencia hace apenas 35 años. Vivimos la infancia de una cultura. Una generación no es suficiente para crearla. El escritor marroquí de hoy no encuentra una tradición de literatura marroquí moderna, sólo clásica. Debe basarse en sí mismo. En cambio el escritor español o francés encuentra una acumulación. El francés tiene detrás a Madame de Staël, Mallarmé, Victor Hugo, Baudelaire, Genet...
-P : Y ustedes, en el Magreb, en el occidente del mundo árabe tienen a Ibn Hazm, Ibn Khaldun, Ibn 'Arabî...
-R : ¡Pero son clásicos! Luego hubo una ruptura. Tenemos textos religiosos escritos por hombres de religión, poemas para hechos religiosos. La literatura moderna empezó en el XIX en Egipto con la Nahda, el Renacimiento árabe. En Marruecos tenemos ahora autores de expresión árabe y francesa. La mayoría hemos adoptado muchas ideas de los orientales, sobre todo de egipcios y libaneses. Hace 20 ó 25 años nos considerábamos sus discípulos. Hoy nos hemos liberado de esa influencia, ya no estamos acomplejados, tampoco por Occidente. Aunque debo decir una cosa: tenemos grandes poemas pero no grandes poetas, no tenemos un Lorca o un Hernández, tampoco a un Baudelaire o a un Rimbaud. Tenemos buenas novelas pero no novelistas. Intentamos crear nuestra identidad literaria.
En mi caso fue decisivo el contacto con la cultura europea y americana que conozco mejor que la árabe. Mi frase no es árabe. Es una frase europeizada, a veces telegráfica porque la árabe es larga, casi proustiana. Yo la he corrompido. He creado mi estilo propio después de leer a Faulkner, Joyce, Woolf, Camus. Hoy conservo la admiración por todos ellos pero la influencia se fue.
-P : Usted acaba de sorprender otra vez a todo el mundo con su nuevo libro, “El tiempo de errores”. Muchos creían que ya no volvería a escribir.
-R : Para mí fue un reto romper el círculo vicioso en el que me encontraba. Me dije: “Puedo escribir otro libro que supere al primero”. Fue un desafío, ante los demás y ante mí, necesitaba recobrar la confianza en mí mismo. Lo conseguí y ha resultado. El primero lo escribí en el año 72 durante dos meses y el segundo lo escribí en el mes de Ramadan del 92. Me encerré. No abría la puerta a nadie excepto a mi amigo Abdelatif Benyahia, poeta marroquí que me visitaba de vez en cuando. Cada día trabajaba diez, doce, quince, ¡diecisiete horas! Escribí bajo un estado depresivo, una neurosis. Cuando lo terminé fue un desahogo. Fue muy buen recibido aunque en Marruecos no lo entendieron del todo porque no es una autobiografía que siga un orden cronológico. No es ni clásica ni moderna. Mezclo prosa y poesía.
No me importa la realidad cuando escribo. O es buena escritura o mala. Lo único que puedo decir es que la primera edición de cinco mil ejemplares, en un país en el que la mitad de la población es analfabeta, se agotó a las cinco semanas. En menos de un año se vendieron 10 mil ejemplares y esto es un récord para un escritor marroquí.
-P : ¿Considera “El tiempo de errores” como la continuación de “El pan desnudo”.
-R : En cierto modo sí, aunque es muy diferente. A partir de la página cien ya no es una autobiografía propiamente dicha, como en “El pan desnudo”, sino una autobiografía contemplada. Si el primero lo escribí con el estómago, el segundo, tras unos capítulos, lo he querido escribir con madurez literaria y social. No hay mucha acción, hay más contemplación. Es una prosa poetizada. He poetizado la mierda humana porque no se puede escribir sobre la mierda a través de un estilo merdoso. Hay que sublimar lo cotidiano. El hombre sin imaginación es un criminal. Un salvaje.
He recuperado la agilidad perdida y tengo más confianza que antes. Me ha costado sufrimiento. “El tiempo de errores” lo escribí en un mes pero ya estaba más o menos fabricado en mi mente porque, como tengo memoria de analfabeto que graba las cosas como un ordenador, sé muy bien lo que voy a escribir. Lo escribo en la mente y cuando me pongo manos a la obra, lo hago muy rápido porque ya lo tengo muy trabajado. A lo mejor estoy en un café, o andando por la calle y voy trabajando. También hay muchas ideas que pensé hace quince años de cara a escribirlas y no acabo de encontrar la técnica para hacerlo. Sé cómo contarlas pero no cómo escribirlas y no quiero escribir como una cabra. No soy ni cabra ni cabrón. ¿Por qué tenemos que escribir basuras? ¿Para ganar dinero, para comer a la carta, para vivir con lujo, para bien fornicar? No.
-P : ¿Ha tenido problemas de nuevo con la censura?
-R : ”El tiempo de errores” es tan fuerte como mi primer libro e incluso a veces mucho más duro y sin embargo no ha sido censurado. Hay una mayor tolerancia. Lo que se puede decir en público en Marruecos, en el plano político, y no estoy defendiendo al régimen, no se puede decir en ningún otro país árabe. Sólo en Tánger hay 20 periódicos. Algo imposible en Irak o incluso en Egipto, donde hay cuatro o cinco oficiales y dos semioficiales. Si yo viviera en Irak o en Egipto, me habrían matado los fanáticos. Aquí, me prohíben algunos libros, pero no escribir. No vienen a inspeccionar mi casa.
Al contrario de lo que sucede en Argelia o Egipto, el integrismo en Marruecos está muy controlado. Al régimen no le conviene ese dragón y si algún día surge como en Argelia, soy persona muerta. Un Chukri muerto.
El integrismo es un desahogo falso para las salchichas humanas. Hacen la revolución en el vacío. No tienen ningún programa. Es la revolución por la revolución. Es como lo que sucedió durante la guerra del Irak, cuando toda la calle aquí estaba a favor de Saddam Hussein, a pesar de que en el fondo sabían que estaba llevando a todo su pueblo a la mierda. ¿Quién ganó? ¡Los capitalistas! ¡Que iba a ganar Saddam Hussein! ¡Ha disparado scuds sobre Israel!, decían. ¿Scud?, ¿qué Scud? El que fabrica el coche no es como el que lo monta. Nosotros montamos coches. Compramos armas para hacer la guerra con aquellos que nos las venden. Es una contradicción. Volvamos a nuestros camellos y a nuestros burros. Nosotros no fabricamos ni armas ni nada. Compraron diez Scuds a Rusia y tenían ahí a una docena de sabios rusos y creían que con ello iban a desafiar a América y a Europa juntas. Saddam Hussein es un fascista que ha conducido a su país al caos. Ni siquiera tienen pan. Nosotros tenemos un pan más rico que el del Irak. Allí el toro más grande es como nuestro perro aquí. ¿Cómo van a ganar? Si hasta a la mismísima Rusia la han enviado a la mierda. ¡Una de las grandes potencias! Y ahora están pidiendo Coca-Cola, hay prostitución, y crímenes por todas partes. Quien más puede es quien gana por astucia, por potencia económica, por la fuerza de las armas. Saddam ha vendido a su pueblo por orgullo personal.
-P : Desde aquí mismo se ven las montañas de España en el horizonte, las luces de Tarifa al anochecer. Sin embargo esos trece kilómetros de distancia, diecisiete minutos con una tabla de windsurf, según un periodista tangerino, tras los Acuerdos de Schengen para muchos se han convertido en insuperables...
-R : ¡Ah no!, ya veo por dónde va. ¿Problema nuestro? En todo caso son ustedes quienes deben plantearse las preguntas. No quiero hablar de las espaldas mojadas. Si quiero atravesar el estrecho no me dejan. Si me cogen, me devuelven como a un bulto.
-P : ¿Qué está preparando?
-R : Estoy tratando de escribir un texto sobre Paul Bowles. En árabe tenemos un proverbio que dice que la persona que tienes más cerca de tí es la más lejana. Una noche, hacia las dos de la mañana, trataba de encontrar una expresión y en un momento dado aullé: “¡No, no es posible!”. Las ardillas se levantaron, luego Mozart el canario, mi perro Juba, y seguidamente los vecinos. Pensé: “Si continuo así van a llamar a los bomberos”. Creí que me volvía loco. Apagué la luz, me fumé un cigarrillo y me dormí. Quizá se trate del libro que más me ha hecho sufrir porque se trata de recrear cosas cotidianas que he vivido con él, a través de sus amigos y los amigos literarios. Pero como mi vida está basada sobre un reto, voy a acabarlo y será diferente a los otros que se han escrito sobre Paul Bowles. Será un libro sobre Tánger, sobre Jane Bowles, que era más profunda y original que Paul pero que quedó anulada por su marido. También será un libro sobre sus amigos, sobre mí, sobre mis amigos. Porque de vez en cuando me olvido de Paul y escribo acerca de mi techo o de mi perro Juba. Se llamará “El viaje de las voces” y será su biografía, también mi autobiografía.
-P : ¿Para cuando una tercera entrega de la vida de Mohamed Chukri?
-R : Empecé a escribir el tercer tomo de mi biografía, tengo pensado que arranque a partir de una pequeña historia que sucedió en el bar Negresco. Hace un tiempo solía ir a beberse sus copas un hombre que estaba enamorado de un pequeño pez, negro con velos pequeñitos. Un pez hippy. Nada más entrar en el bar, aquel hombre se acercaba al acuario y saludaba a su pez amigo. Y así cada día. Una tarde se dio cuenta de que el pez estaba agonizando y llamó a un médico que siempre está en el Negresco. Era un especialista del pulmón y le ordenó: “¡Salva a mi pez!, ¡salva a mi pez!”. Comenzó a gritar y el médico le dijo que estaba loco. “¡No -replicó desesperado aquel hombre-, mi pez se está muriendo! ¡Haga algo!” Era verdad. El médico metió la mano en el agua, cogió el pez con cuidado y lo sacó del acuario. Le hizo la respiración artificial en el lavabo, cuando lo volvió a echar en el acuario, estaba muerto. Cuando el hombre vio que el pez estaba ahí flotando se puso a llorar a raudales. Le dimos las condolencias y le dijimos que como se trataba de un pez y no de una persona en vez de guardar los cuarenta días de luto de rigor sólo lo haríamos durante veinte. Un caricaturista que solía acudir al Negresco le regaló un dibujo del pez, con sus velos. El pez hippy. Lo triste del caso es que muerto el pez, aquel hombre jamás regresó al Negresco.

*Entrevista realizada por Jordi Esteva.

 

Tercera Entrevista :

 

P.- Usted fue uno de los escritores con los que el Presidente Español D. José Mª Aznar se ha reunido en Tánger. ¿Se puede saber de qué han hablado?. Y ¿qué opina usted sobre este acontecimiento?

R.- Pienso que el encuentro que han realizado, un grupo de intelectuales marroquíes con el Presidente D. José María Aznar, ha sido muy positiva. El Sr. Presidente escuchaba más que hablaba. Es lógico porque él ha venido a escucharnos y a llevarse nuestras inquetudes culturales. En mi opinión le expresé que España nos ha dado la espalda culturalmente durante muchos siglos. Lo bueno que hizo España es salir de Marruecos sin derramar sangre, excepto una herida aquí y otra allá. Sin embargo los franceses han derramado mucha sangre y hemos tenido que crear una resistencia marroquí para que saliesen, pero aún así se dice que Francia ha dejado más instrucciones y cultura que los españoles. En este sentido dice un proverbio árabe “Quien no tiene no puede dar”; nosotros comprendemos que España ha sufrido muchas crisis desde 1898. Y la guerra civil española, catastrófica, inhumana y también las consecuencias de la segunda guerra mundial han influido negativamente sobre España y sobre todo el territorio que ocupaba en el norte de Marruecos. Y no olvidamos también la dictadura franquista, que duró 40 años. Yo le dediqué al Presidente dos de mis libros: “El pan desnudo “ o “Pan a secas” y “Tiempo de errores”; son dos novelas autobiográficas o dos autobiografías noveladas.

P.- ¿Espera algunos resultados positivos de esta reunión?

R.- En realidad no podemos estar seguros de esta posibilidad hasta después de obtener los resultados esperados. El Sr. Presidente no aseguró ni prometió nada; tan sólo su insistencia y su voluntad en reunirse con nosotros demuestran una buena iniciativa por su parte.

P.- En su opinión, ¿cuales son los criterios que han guiado a las autoridades españolas para la selección de las personas que fueron recibidas por el Presidente?

R.- Según mis conocimientos, una comisión le ofreció al Sr. Presidente una lista formada por 30 nombres de ilustres personajes marroquíes; sin embargo, por falta de tiempo, el Sr. Presidente rogò no recibir a más de diez personas representativas de la cultura marroquí.

P.- Usted tiene muchas relaciones con escritores occidentales. Pero con los españoles no, a pesar de la cercanía geográfica y del dominio del español por su parte. ¿Cómo explica esto?

R.- No hemos tenido grandes relaciones con los escritores españoles debido a que en la época del protectorado franquista la mayoría de ellos estaban exiliados en otros países.

P.- ¿Cuáles son sus obras que han sido traducidas al español?

R.- Hasta ahora se han traducido tres de mis obras: “El pan desnudo”, “Tiempo de errores” y “ Mi diario con el escritor francès Jean Genet”, todo esto sin olvidar cuentos breves y publicaciones de revistas literarias modernas.

P.- ¿Qué opina del escritor español Juan Goytisolo?

R.- Pienso que Juan Goytisolo es un escritor diferente de los demàs, ya que no hace escritos fantásticos o turísticos como la mayoría de los escritores que visitan nuestro país o residen en él. Es un escritor con una gran variedad de intereses y muchas dotes literarias; por ejemplo, escribe novelas, autobiografías y artículos políticos como aquel en el cual defendió la devoluciòn de Marruecos.

P.- Su libro "El pan desnudo" reaparece en librerías de Tánger. ¿Quién lo ha puesto en libertad?

R.- El pan desnudo se prohibió en 1983 por parte de las autoridades, ya que detrás había una presión de algunas ideologías reservadas que pensaban que el libro podía ser un mal ejemplo para la juventud. El pan desnudo es un libro que no afecta al orden social ni mucho menos a la educación de los jóvenes. Algunas autoridades y entre ellas el Ministro de cultura marroquí me comunicaron que “El pan desnudo” se volvería a publicar durante este año.

P.- ¿Hay algún libro nuevo que está a punto de aparecer?

R.- Tengo en la imprenta la tercera parte de mi autobiografìa con el título de “Retratos” empezando por “El pan crudo” como primera parte y “Tiempo de errores” como segunda. No puedo afirmar ni asegurar que esta es mi mejor creaciòn; tan sólo digo al lector que encontrarà un estilo distinto al utilizado en las dos primeras partes y con esto espero no decepcionar a mis lectores que se han acostumbrado a estar al corriente de toda novedad. 

*Entrevista realizada por Imad Aarabe (4°ESO)


Última actualización el Martes, 29 de Septiembre de 2009 21:35
 

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