Juan José
Benítez ha aprovechado la promoción de su última novela,
Caballo de Troya 7. Nahum, para salir en la revista Enigmas en defensa de lo que hizo
hace casi dos años en Televisión Española (TVE): presentar un montaje de
animación como si fuera una película rodada en la Luna en
1969. Las imágenes, en las
que se veía a dos astronautas explorando unas ruinas
extraterrestres en el satélite, se incluían en la penúltima
entrega de Planeta
encantado, la serie del
periodista navarro que emitió TVE tanto en tiempos del PP como del PSOE.
Después de casi dos años de
silencio desde que Magonia denunció el engaño, Benítez
recurre a la misma tonta explicación que dieron algunos de sus
delfines para justificarle: "En esas imágenes, si no recuerdo
mal, se decía Imágenes inéditas. ¿Qué significa eso?
Imágenes que no se han editado, que no se han publicado, que
no son conocidas. Al final de documental venían los créditos,
y estaba toda la gente que había participado en la grabación.
Lo que a la gente le llama la atención y le preocupa es si ese
documental era o no verdad", le dice a David E. Sentinella. Y
advierte ante la falta de la palabra recreación: "Y soy
muy dueño de poner lo que considere oportuno, sin faltar a la
verdad. Lo que han hecho algunas personas es coger el rábano
por las hojas, porque el fondo de esa historia era muy
distinto".
El fondo de la
historia era que los astronautas del Apollo 11 se toparon en la
Luna, según el ufólogo, con ruinas extraterrestres que
exploraron y luego Estados Unidos destruyó con bombas
atómicas. La prueba era una película que había dado al
periodista un militar estadounidense al que identifica como
Mirlo rojo. "Yo puedo recrear lo que considere
oportuno, pero la información que estoy aportando en ese
documental es lo realmente importante, y nadie me dice
absolutamente nada ¡Qué casualidad! Lo que he defendido y
siempre defenderé es que mi fuente de información era buena",
argumenta Benítez. Y lo que algunos siempre hemos dicho es que
todo es mentira. Así, claramente.
Puede decir el novelista lo que quiera;
pero, para que creamos sus sorprendentes afirmaciones, tendrá
que presentar pruebas. Recuerden cómo sentó a Jesús en el Coliseo romano años antes de
que el edificio se construyera, por citar sólo uno de los
disparates incluidos en Planeta encantado. Benítez
puede ser muy dueño de rotular las imágenes cómo quiera. Sin
embargo, cuando algo es una recreación, se advierte para no
llevar a equívoco a los espectadores. La calificación de
imágenes inéditas suele reservarse para material real,
no para montajes como el hecho por Dibulitoon
Studio.
Cuando hace mes y
medio volví de vacaciones, me encontré en mi mesa del
periódico un ejemplar del último Caballo de Troya. Me
lo había dejado Iñaki Esteban, uno de los responsables de Divergencias. Unos días antes, él
había contado en esa bitácora de que a Jorge Bucay, el psiquiatra argentino estrella de
los libros de autoyuda, le habían cazado en plagio.
Entonces, recordé que a Benítez ya le habían pillado en una
parecida hace tres lustros y que ahí sigue, como siguen Ana
Rosa Quintana y tantos otros. España es un país en el que,
como dice Esteban, "a los plagiadores no se les pasa factura
ni se les echa a los leones". Al contrario, ascienden en el
escalafón profesional y, por supuesto, es de mal gusto
recordar después que se han apropiado del trabajo de otros. De
mal gusto para otros; para mí, es de justicia. El caso de
Benítez es llamativo porque el editor Fernando Lara reconoció
en su momento que el novelista había copiado páginas enteras
de un libro en varias entregas de Caballo de Troya y en
La rebelión de Lucifer, y que en Planeta lo sabían;
aunque quitó hierro al asunto con justificaciones tan
peregrinas como las que ahora utiliza el periodista para
intentar convencernos de que en Planeta encantado no
trató de dar gato por liebre.
El plagio de Troya protagonizó, a finales
de 1987 y principios de 1988, tres entregas de la revista Interviu y hasta se publicó un libro
al respeto: lo escribieron el ufólogo Antonio Ribera y Jesús
Beorlegui, y se tituló El secreto de Urantia. (Ni caballos
ni troyanos.). Lo que se demostraba en los tres reportajes
de Interviu, obra de Jesús Beorlegui, Jesús Francés y
Francisco Mora, es que Benítez había copiado en sus
novelas páginas enteras de El Libro de Urantia, así
como párrafos de otras dos obras del contactado
Fernando Sesma y del ufólogo Antonio Ribera. El Libro de
Urantia es un tocho infumable que recoge las revelaciones
presuntamente hechas por Dios en los años 40 a un grupo de
estadounidenses que formaron en torno a la obra la Fundación
Urantia. Los trabajos de Sesma y Ribera -Ummo, otro planeta
habitado (1967) y El misterio de Ummo (1979),
respectivamente- recogen los llamados informes de Ummo, que
llegaron por correo a un grupo de españoles en los años 60 y
70, y cuya autoría se atribuye a unos extraterrestres, los
ummitas. Los reportajes de Interviu presentaban los
originales y cómo partes sustanciales de ellos habían sido
copiadas literalmente en la obra del periodista navarro. "Un
capítulo entero, de más de 7.000 palabras, lo copia el autor
J.J. Benítez casi al pie de la letra", escribían Beorlegui y
Francés el 25 de noviembre de 1987.
“Reconozco que,
evidentemente, todas estas obras están inspiradas en
documentos de Urantia publicados en Estados Unidos y
que, en algunos párrafos, el autor Benítez ha transcrito
literalmente lo que dice ese libro”, declaró a
Interviu, el 3 de febrero de 1988, Fernando Lara, hijo,
entonces consejero delegado de Planeta. Admitía la copia, pero rechazaba el
plagio con maestría de malabarista: "No es plagiar, si, como
es el caso de Urantia, ese libro es para la fundación
que lo ha publicado como la Biblia para los cristianos. Se
trata del catecismo de una secta religiosa y está siendo
copiado, de un modo u otro, por la mayoría de los escritores
que creen en él. Es un libro, según la citada fundación,
"revelado", lo que lo convierte en materia de fe para sus
creyentes". Y añadía que en la editorial estaban al corriente
de la actividad copista de Benítez: "Sabíamos que estaba
copiando, pero no si lo estaba haciendo con tres párrafos o
con ocho páginas seguidas". El novelista retaba a demostrar la
existencia de copia -había quedado probada en los dos
reportajes previos- y decía que, aunque así fuera, tenía todo
a su favor: "La naturaleza de tales textos, de origen
extra-humano, me autoriza a beber o inspirarme en
ellos, de la misma forma que podría hacerlo (y otros muchos lo
han hecho) con cualquier libro sagrado o de inspiración
divina. Legal y moralmente, el asunto del copyright es,
cuando menos, discutible".
Bonitas justificaciones, pero El Libro
de Urantia lleva en sus primeras páginas un
copyright como la copa de un pino que Benítez ignoró,
aunque Planeta parece tomarse un poco más en serio, dijera lo
que dijera en su día Fernando Lara, hijo. ¿Cómo se explica, si
no, que no haya intentado poner Caballo de Troya en el
mercado estadounidense? ¿No será por miedo a que la Fundación Urantia
muerda en el cuello al equino de Benítez y le quite a la
editorial española una sustanciosa tajada? "En España, un
escritor llamado J.J. Benítez ha estado plagiando durante años
El Libro de Urantia al incorporar extensos fragmentos
del libro en sus cuatro novelas fantásticas, con otra en
camino. La Fundación se muestra impotente para luchar contra
esto", escribió Martin Gardner en su obra Urantia.
¿Revelación divina o negocio editorial?, publicada en
Estados Unidos en 1992 y en España en 1995. Visto lo visto con
el plagio de Troya, lo del montaje lunar del novelista es una
cosa menor que, con el tiempo, sus partidarios achacarán a
maniobras de los malvados escépticos. Es la lógica paranormal,
si a algún experto le pillan en haciendo trampas, la
culpa la tiene quien le pilla. |