Simone Weil
Nació en París en 1909, y murió 34 años más tarde en Ashford, cerca de Londres. Su padre,Bernard Weil, un médico de origen judío alsaciano, había sido movilizado durante la PrimeraGuerra Mundial, y trasladado a Neufchâteau, Menton y Mayenne, lugares a los que le habíanseguido su mujer, Selma, una judía de origen galiziano, y sus dos hijos, André y Simone. Allí tuvo ocasión Simone Weil de conocer los horrores de una de las guerras más cruentas de lahistoria y pudo dirigir su pensamiento por primera vez hacia la miseria humana.En 1925 ingresó en el Lycée Henri-IV para cursar sus estudios de Preparatorio, estudiandofilosofía con Alain.Sin militar en partido alguno, pero sin abandonar nunca el ámbito de la izquierda, Simone Weilse afilia al movimiento pacifista de la Liga de los Derechos Humanos, y da clases enorganizaciones obreras de París, Le Puy, Auxerre y Roanne, sus primeros destinos comoprofesora de filosofía. Todos sus artículos de este tiempo de finales de los años 20 y comienzosde los 30, recogidos en diversas revistas casi todas ellas de origen sindicalista, reflejan supropósito de definir las «condiciones de una cultura obrera» a partir del reconocimiento de quecada etapa de la historia humana ha asistido a la «dominación de los que saben manejar laspalabras sobre los que saben manejar las cosas».A fin de 1934 abandona su vida docente para llevar una existencia obrera trabajando endiversas fábricas; participa brevemente en la Guerra Civil española, en la «Columna Durruti»,reincorporándose después a su labor docente hasta que el agravamiento de una enfermedadcrónica le obliga a abandonarla.Horas antes de la entrada de las tropas alemanas en París, abandona la ciudad, instalándosefinalmente en Marsella y publicando en la prestigiosa revista
Cahiers du Sud.
En Marsellaescribiría el grueso de sus
Cahiers,
todos los textos de
A la espera de Dios
(publicado por estaEditorial), la mayor parte de las
Intuiciones precristianas,
buena parte de
La fuente griega y dePensamientos desordenados.
Con intención de volver a la Francia ocupada para integrarse enla Resistencia, viaja de Casablanca a Nueva York. Finalmente, a mediados de 1942, llega aLondres, siendo destinada a tareas burocráticas por los servicios de la Francia Libre. Susolidaridad con los franceses de la zona ocupada le lleva a negarse a comer más de lo queellos comían; esta anorexia voluntaria agrava una recién diagnosticada tuberculosis, y muereel 24 de agosto de 1943.Desde 1934 hasta su muerte, Simone Weil acostumbró a apuntar en sus
Cahiers
ideas yreflexiones que serían núcleo de sus numerosos ensayos.
La gravedad y la gracia
es unaantología de estos escritos: textos desnudos y carentes de ardides que traducen unaexperiencia interior de una autenticidad y exigencia poco comunes.Simone Weil es la mayor pensadora del amor y la desgracia de nuestro siglo. En supensamiento, luz y gravedad son los dos imperios que rigen la realidad del hombre; pero, yaque toda desgracia del hombre no es sino el efecto del despliegue de una fuerza, apareceninseparablemente enlazados dos conceptos capitales en la filosofía weiliana: desgracia yfuerza. A lo largo de su breve existencia, Simone Weil trató de desentrañar el grado y losmodos de la participación de la gracia divina en el mundo, así como el punto de intersección dela misma con las leyes que lo dominan. Toda su vida anduvo buscando ese momento delencuentro entre la perfección divina y la desgracia de los hombres. La gracia, si bien no puedeevitar los efectos de la «gravedad» y la fuerza, sí logra que esa subordinación a la aplastantenecesidad, a la pura impotencia, no corrompa el alma.Además, para Weil el verdadero objeto de la ciencia debería ser el Bien, como lo fue en laciencia antigua, y no el poder, la eficiencia o la utilidad de la ciencia moderna, que se convierteasí en un instrumento más al servicio de la opresión humana. Dado que todo conocimiento dela verdad pasa por la experiencia de la desgracia, cualquier acercamiento al misterio del Bien yde la Belleza deberá contemplar el no perderle la cara al sufrimiento ya la desgracia allí dondeacaezcan.
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