1960
El origen del terror
La máquina del terror comenzó a funcionar en las navidades de 1958. Un
grupo de disidentes de las juventudes del Partido Nacionalista Vasco
(PNV) se reunió en un bar del barrio donostiarra de Gros para crear una
nueva organización a la que llamaron Euskadi Ta Askatasuna (ETA).
Insatisfechos con la pasividad del PNV frente al régimen de Franco,
decidieron crear un nuevo grupo volcado en el activismo militante. El
paso hacia la violencia se dio pronto: en diciembre de 1959, un año
después de la creación del grupo, colocaron sus tres primeras bombas
contra objetivos simbólicos en Vitoria, Bilbao y Santander. No
ocasionaron daños personales, pero fue el primer acto de una historia
que con el tiempo se iba a teñir de sangre.
Cuando ETA nació había otros grupos en España que también empleaban la
violencia contra la dictadura. Subsistían los últimos restos del
maquis, aparecido tras la Guerra Civil, y existían también grupos
anarquistas que de cuando en cuando cruzaban la frontera desde Francia
para colocar algunas bombas. De todos ellos solo la organización
terrorista ETA ha llegado hasta nuestros días, medio siglo después de
su constitución, tras causar centenares de muertos y heridos.
Begoña Urroz Ibarrola
27 de junio de 1960. San Sebastián.
Begoña Urroz
Ibarrola tenía apenas veintidós meses cuando fue alcanzada por una
bomba incendiaria colocada en la estación de Amara, en San Sebastián,
el 27 de junio de 1960. Era hija de un matrimonio residente en la
cercana localidad de Lasarte. El artefacto le ocasionó graves
quemaduras en las piernas, los brazos y la cara, por lo que fue
conducida a la clínica Perpetuo Socorro, donde falleció al día
siguiente. La misma bomba causó heridas a otras seis personas.
Aquel atentado coincidió con una sucesión de explosiones en
instalaciones ferroviarias ocurridas entre los días 27 y 29 de junio.
En San Sebastián, además del artefacto que mató a Begoña Urroz estalló
otro en la estación del Norte; en Barcelona, a las ocho de la mañana
del día 28 se registró otra explosión en la estación del Norte; el
furgón del tren correo Barcelona-Madrid sufrió los efectos de otra
bomba cuando la unidad ferroviaria circulaba entre las localidades
zaragozanas de Quinto y Pina de Ebro. Por último, otro artefacto
incendiario oculto en el interior de una maleta estalló el día 20 en la
estación de Atxuri, en Bilbao.
Durante mucho tiempo el asesinato de Begoña Urroz, al igual que el
resto de atentados de aquellos días, fue atribuido al anarquista
Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL). ETA nunca
asumió la autoría de la colocación de la bomba de la estación de Amara,
aunque el 29 de marzo de 1992, a raíz de la captura de la dirección de
ETA en Bidart, en el ordenador del jefe del Aparato Político, José Luis
Álvarez Santacristina, Txelis, fue encontrada una cronología de diversos acontecimientos en la que figuraba la mención a ese atentado.
Dos años más tarde, el Anuario del diario Egin correspondiente a 1994 y la obra Euskal Herria y la libertad
(Txalaparta, 1994), ambos vinculados a la denominada izquierda
abertzale, publicaron un texto similar: se trataba de una cronología de
episodios relacionados con ETA en la que se incluía la muerte de Begoña
Urroz, aunque no se mencionaba expresamente que hubiese sido obra de la
banda terrorista. El que fuera vicario general de San Sebastián, José
Antonio Pagola, en su libro Una ética para la paz. Los obispos del País Vasco 1968-1992 (Idatz, 1992), afirma de manera expresa que la primera víctima de ETA fue Begoña Urroz.
El ex ministro y catedrático de la Universidad de Barcelona Ernest
Lluch Martín (pág. 1091), tres meses antes de su asesinato, llegó a la
misma conclusión tras investigar aquel atentado de 1960: "La fuente en
la que se basó el vicario general Pagola era impecable y a partir de
ella he podido obtener informaciones comprobatorias y adicionales. La
familia recibió versión oficial de la autoría de ETA, y en su entorno
vecinal no hay duda de ello", escribió Lluch en el artículo "La primera
víctima de ETA" aparecido en El Diario Vasco el 19 de septiembre de 2000.
1968
La decisión de matar
En París, los universitarios protagonizaron la revuelta pacífica del
mayo francés que ha marcado a toda una generación. Los campus de otros
muchos países también fueron escenario ese mismo año del descontento de
los jóvenes que tenían prisa por cambiar el mundo. En el País Vasco, en
esas mismas fechas, la organización ETA tomaba una decisión que
cambiaría muchas cosas, pero a peor: la decisión de matar. La
propaganda armada que había practicado ETA en los años anteriores dio
paso a los primeros asesinatos intencionados. A partir de 1962 la
denominada "rama acción" del grupo se había convertido en "rama de
acción militar", continuando con una progresión que pronto causaría
víctimas mortales.
En 1968 ETA provocó los primeros muertos de manera deliberada y sufrió
también la primera baja en sus filas. Nada sería igual después de la
primera sangre derramada. A los asesinatos de ETA el régimen de Franco
respondió con la declaración del estado de excepción y con el
restablecimiento de las medidas de represión contra el bandidaje y el
terrorismo que recuperaban la jurisdicción militar para juzgar estos
delitos.
José Antonio Pardines Arcay
7 de junio de 1968. Villabona (Guipúzcoa). Guardia civil.
Una placa azul con letras blancas identifica en la localidad coruñesa
de Malpica la calle que lleva el nombre de José Antonio Pardines Arcay:
"Guardia Civil 1943-1968. Morto en servicio. 7 xunio". Fue el primer
agente del Instituto Armado asesinado por ETA.
Ocurrió el 7 de junio de 1968, en la localidad guipuzcoana de
Villabona. José Antonio, soltero, de veinticinco años, estaba regulando
el tráfico en una zona de obras de la carretera Nacional I, junto a su
compañero de patrulla Félix de Diego Martínez (pág. 189), que sería
asesinado en 1979. Pardines estaba en un extremo de las obras y su
compañero en el otro, a dos kilómetros de distancia. Un Seat 850 Coupé,
con matrícula de Zaragoza, ocupado por los miembros de ETA Iñaki
Sarasketa y Francisco Javier Etxebarrieta (él escribía Echebarrieta)
Ortiz, Txabi,
se detuvo junto a Pardines. El agente debió de encontrar algo
sospechoso en la matrícula porque solicitó la documentación del
vehículo y se dirigió a la parte trasera de este para mirar el número
del bastidor y contrastarlo con el que aparecía en los documentos que
le habían entregado.
Treinta años después del crimen, Iñaki Sarasketa relató a la periodista Lourdes Garzón (Suplemento La Revista de El Mundo de 7 de junio de 1998) cómo habían ocurrido los hechos:
Txabi me dijo: "Si lo descubre, le mato". "No hace falta", contesté yo,
"lo desarmamos y nos vamos". "No, si lo descubre lo mato". Salimos del
coche. El guardia civil nos daba la espalda, de cuclillas mirando
el motor en la parte de detrás. Sin volverse empezó a hablar: "Esto no
coincide
". Txabi sacó la pistola y le disparó en ese momento. Cayó
boca arriba. Txabi volvió a dispararle tres o cuatro tiros más en el
pecho. Había tomado centraminas y quizá eso influyó. En cualquier caso,
fue un día aciago. Un error. Como otros muchos en estos veinte años.
Era un guardia civil anónimo, un pobre chaval. No había ninguna
necesidad de que aquel hombre muriera.
El otro guardia civil, Félix de Diego Martínez, alertado por un
camionero, se acercó con su motocicleta hasta el lugar donde se hallaba
Pardines, al que encontró muerto en medio de un charco de sangre.
El autor material del crimen, Txabi Etxebarrieta, murió unas horas más
tarde en un enfrentamiento con la Guardia Civil en Tolosa. Sarasketa
fue detenido y condenado a muerte, aunque la pena le fue conmutada por
cadena perpetua. Salió en libertad en 1977 con la amnistía aprobada
como parte de las medidas de democratización y reforma impulsadas
durante la Transición. El día que mataron a José Antonio Pardines los
etarras se dirigían a San Sebastián para preparar otro asesinato: el
del inspector Melitón Manzanas.
Pardines era hijo y nieto de guardias civiles. Siguiendo los destinos
de su padre, había estado residiendo en varias localidades gallegas y
en Santa Pola (Alicante). Su primer destino tras incorporarse al
Instituto Armado fue Asturias, pero decidió realizar el curso de
Tráfico y fue destinado a Guipúzcoa, donde conoció a una chica, Emilia,
de la que se hizo novio. Había perdido a su madre de joven y se había
criado con la ayuda de una tía. Cuando empezó a ganar dinero como
guardia civil, ayudaba económicamente a su padre y a sus dos hermanos
menores para que pudieran estudiar. El padre, Antonio, estaba destinado
en Alicante cuando se produjo el asesinato.
Los restos de José Antonio fueron trasladados a Malpica, donde
se celebró el funeral con la asistencia del director general de la
Guardia Civil y de diversas autoridades. Un año después, el 17 de julio
de 1969, la localidad natal de José Pardines le rindió homenaje
descubriendo una placa con su nombre, con el que fue bautizada una
calle del municipio.
Melitón Manzanas González
2 de agosto de 1968. Irún/Irun (Guipúzcoa). Policía.
Villa Arana, en Irún, era una casona con la forma del típico caserío
vasco y sillares de piedra. En la planta baja se alojaba un negocio de
equipos de imagen y sonido, y sobre la tienda había dos plantas de
viviendas. En el primer piso de Villa Arana vivía el policía Melitón
Manzanas González, jefe de la Brigada de Investigación Social de San
Sebastián, con su mujer y su hija.
El 2 de agosto de 1968, Manzanas se trasladó en autobús desde la
comisaría de San Sebastián a su domicilio en Irún para comer. A las
15:15 horas, el policía franqueó la puerta de la calle y subió la
escalera. Su esposa le oyó llegar y abrió la puerta de la casa. "Vienes
mojado", le dijo. En ese momento sonó un disparo y Melitón Manzanas,
alcanzado por la espalda, cayó al suelo. La mujer vio al agresor -un
individuo de unos veinticuatro años, de estatura media, con bigote y
largas patillas, jersey gris y pantalones claros- y forcejeó con él. A
pesar de ello, el pistolero logró hacer varios disparos más. Hasta
siete proyectiles del calibre 7,65 se encontraron después en el suelo.
La hija de la víctima, al oír el primer disparo, se asomó a la puerta y
tuvo tiempo de ver al agresor antes de que su madre la empujara al
interior de la casa. La joven se acercó a una ventana, pidió ayuda a
gritos y llamó por teléfono a la Policía, pero nadie pudo salvar a su
padre.
Los preparativos del asesinato del jefe de la Brigada Social de San
Sebastián, bautizados por ETA como "Operación Sagarra" (manzana, en
lengua vasca), habían comenzado bastante antes de la muerte de Txabi
Etxebarrieta. Sin embargo, el asesinato de Pardines sería presentado
posteriormente como respuesta de ETA a la pérdida del primer miembro de
la banda. Iñaki Sarasketa, que acompañaba a Etxebarrieta cuando mataron
al guardia civil José Antonio Pardines Arcay (pág. 19), explicó (El Mundo,
7 de julio de 1998) cómo se preparó el atentado contra el policía: "La
primera información sobre sus movimientos me la dio Jon Oñatibia,
miembro del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y antiguo delegado del
Gobierno vasco en Nueva York. Fue una decisión personal, no digo que el
PNV tuviera nada que ver. Supimos qué autobús cogía, a qué hora,
incluso dónde solía sentarse. Yo se la pasé a Txabi". Etxebarrieta y
Jokin Gorostidi fueron los encargados de realizar los primeros
seguimientos del policía.
Tras la muerte de Etxebarrieta, el Biltzar Tzipia de ETA (Comité
Central) decidió llevar a cabo el asesinato de Manzanas y el del
policía que desempeñaba las mismas funciones en Vizcaya, aunque este
último atentado no se materializó. Xabier Izko de la Iglesia se encargó
de organizar el asesinato del policía de Irún y fue condenado en el
Consejo de Guerra de Burgos de 1970 como autor material del atentado,
aunque siempre negó que fuera la persona que hizo los disparos.
El asesinato del policía constituyó una de las acusaciones centrales
contra los dieciséis miembros de ETA que en diciembre de 1970 se
sentaron en el banquillo del Consejo de Guerra celebrado en Burgos.
Seis de los acusados fueron sentenciados a muerte -aunque la condena
fue revocada y sustituida por penas a perpetuidad- y los diez restantes
acumularon condenas que sumaban más de quinientos años de cárcel.
Melitón Manzanas había nacido el 9 de junio de 1909 en San Sebastián,
ciudad en la que estudió Peritaje mercantil y en la que formó parte de
un grupo teatral en su juventud. En agosto de 1936, recién iniciada la
Guerra Civil, fue detenido y encarcelado en el fuerte de Guadalupe,
donde permaneció hasta ser liberado por las tropas alzadas contra la
República. Terminada la guerra, en 1941 entró en el Cuerpo General de
Policía como inspector, y fue destinado a Irún, de donde pasó más tarde
a San Sebastián como jefe de la Brigada Social. "Desde Irún fue
trasladado a San Sebastián, en cuya comisaría prestó sus servicios al
frente de la BIS de manera constante, fiel y abnegada, haciéndose
acreedor de cincuenta felicitaciones públicas por sus destacadas
acciones policiales al servicio de la región en donde encontró una
alevosa pero gloriosa muerte", señala una reseña oficial difundida tras
su asesinato.
Sin embargo, la figura del policía asesinado era ampliamente
cuestionada, ya que había sido acusado por miembros de la oposición al
franquismo de practicar malos tratos y torturas a los detenidos. José
Ramón Recalde, quien luego sería consejero socialista del Gobierno
vasco y superviviente de un atentado de ETA en el que resultó herido,
relata en sus memorias (Fe de vida, Tusquets, 2004) las circunstancias de su detención en San Sebastián en los años sesenta:
Los golpes fueron la primera fase de las sesiones de malos tratos a las
que me sometieron en un interrogatorio llevado a cabo por policías de
"la social" de Madrid y por Melitón Manzanas, comisario de Guipúzcoa
asesinado por ETA y condecorado a título póstumo en 2001; si bien debo
aclarar que este, cuando de las preguntas se pasaba a los hechos,
abandonaba la estancia, movido por alguna repentina urgencia.
La respuesta del Gobierno al asesinato de Manzanas fue la declaración
del estado de excepción en Guipúzcoa durante tres meses a partir del 5
de agosto, medida que fue prorrogada en octubre por otros tres meses
más. Al amparo de esta decisión quedaban suspendidos los artículos 14,
15 y 18 del Fuero de los españoles que regulaban la libertad de
residencia, la inviolabilidad de domicilio y el periodo de detención
policial. Además, el 14 de agosto, el Consejo de Ministros aprobó un
decreto ley sobre represión del bandidaje y el terrorismo que incluía
en el ámbito de la jurisdicción militar delitos de propaganda, huelgas
o sabotajes si perseguían un fin político.
El crimen sirvió para hacer realidad la teoría de la
acción-represiónacción que habían elaborado los terroristas como una
forma de provocación al régimen franquista.