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Más Allá del Mundo de los ContrariosEn «El Tao de la Física», resultado de cinco años de trabajo, exploro las correspondencias entre los conceptos subyacentes a la física moderna y las ideas fundamentales de la mística oriental. El campo de investigación que he recorrido ha sido indicado por gente como Oppenheimer y Heinsenberg, del lado de la ciencia, y por grandes maestros orientales contemporáneos. Me he referido a las teorías de la física atómica y subatómica, a la teoría de la relatividad y a las de la astrofísica, incluídas las investigaciones más recientes. Y la visión del mundo que emerge de estas teorías las pongo en relación con las tradiciones místicas del hinduísmo, del budismo, del taoísmo, del Zen y del I Ching. Del texto se desprende una cierta imagen del mundo material: no como una máquina hecha de una multitud de partes, sino un todo armonioso y «orgánico», en que los componentes se definen por sus interrelaciones. El universo del científico moderno, como el del místico oriental, está involucrado en una perpetua danza cósmica. Es un sistema formado de elementos inseparables, sin cesar en movimiento y en interacción, y del cual el observador es parte integrante. Este universo refleja una realidad más allá del mundo de la percepción sensorial ordinaria, una realidad que implica dimensiones más elevadas y que transcienden la razón y el lenguaje. Cuando los místicos orientales nos dicen que ellos experimentan todos los objetos y los fenómenos como siendo manifestaciones de una unidad fundamental, esto no significa que ellos declaren que todas las cosas son iguales. Ellos reconocen la especificidad de los fenómenos, pero, al mismo tiempo, son conscientes que las diferencias y los contrastes son relativos al interior de una unidad, incluyéndolo todo. Aunque en nuestro estado normal de consciencia esta unidad de los contrastes - y particularmente la de los contrarios - es extremadamente dificil de aceptar, ella constituye una de las características más fundamentales de la filosofía oriental. Es, por lo tanto, una intuición que se encuentra en el origen mismo de esta visión del mundo. Los contrarios son nociones abstractas perteneciendo al dominio del pensamiento y, en tanto que tales, ellos son relativos. Por el acto mismo de concentrar nuestra atención sobre no importa qué noción, suscitamos su contrario. Así lo dice Lao-tse: «Todo el mundo tiene lo bello por bello, y es en eso donde reside la fealdad. Todo el mundo tiene lo bueno por bueno, y es en eso donde reside el mal.» El místico transciende el dominio de los conceptos intelectuales y, al transcenderlo, él toma consciencia de la relatividad de todos los contrarios. Comprende que bien y mal, placer y dolor, vida y muerte, no son experiencias absolutas perteneciendo a categorías diferentes, sino simplemente dos aspectos de una misma realidad, los extremos de un conjunto único. La consciencia de la bipolarización y, por consiguiente, de la unidad de los contrarios, es considerada como uno de los más grandes propósitos humanos en la tradición del Asia. «Sé eterno en la verdad, más allá de los opuestos terrestres» tal es el consejo de Krishna en la Bhagavad-Gita, y el mismo consejo es dirigido a los adeptos del budismo. Así, D, T. Suzuki escribe: «La idea fundamental del budismo es de ir más allá del mundo de los opuestos, un mundo diseñado por distinciones intelectuales y mancillas emocionales, y tomar consciencia del mundo espiritual de no distinción, que implica la realización de un punto de vista absoluto.» Toda la enseñanza budista - y, de hecho, la totalidad de la espiritualidad oriental - gira en torno a este punto de vista absoluto que es alcanzado en el mundo de «sin pensamiento», donde la unidad de todos los contrarios llega a ser una experiencia viviente. Según un poeta zen: «Al crepúsculo, el gallo anuncia la aurora; a media noche, el pleno sol.» La idea de la polaridad de los contrarios - que luz y oscuridad, ganancia y pérdida, bien y mal, son sólo diferentes aspectos del mismo fenómeno - es uno de los principios básicos en la manera de vivir del extremo oriente. Puesto que todos los opuestos son solidarios, su antagonismo no podrá jamás llevar a la victoria aplastante de un solo lado, sino que será siempre una manifestación del juego mutuo de dos fuerzas. En oriente, una persona virtuosa no es alguno que emprende la tarea imposible de ensayar ser bueno suprimiendo el mal, sino más bien alguien que es capaz de mantener un equilibrio dinámico entre el bien y el mal. La noción de equilibrio dinámico es esencial a la forma en que la unidad de los contrarios es experimentada en la espiritualidad oriental. No es jamás una identidad estática sino siempre un juego dinámico entre dos extremos. Este punto ha sido subrayado por los sabios chinos en su simbolismo de los polos arquetípicos yin y yang. Ellos llaman Tao a la unidad que les sirve de fondo y lo ven como un proceso que determina su juego mutuo. «Lo que hace aparecer unas veces la oscuridad, otras veces la luz, es el Tao.» Una de las principales polaridades en la vida es la que existe entre los aspectos femenino y masculino de la naturaleza humana. Como en la oposición del bien y del mal, o de la vida y la muerte, nosotros tenemos tendencia a sentimos incómodos vis-a-vis de la bipolaridad masculino/femenina en nosotros mismos, y, en consecuencia, hacemos resaltar uno u otro aspecto. La sociedad occidental favorece tradicionalmente el lado masculino más que el femenino. En lugar de reconocer que la personalidad de cada hombre y de cada mujer es el resultado de una sinergia de elementos femeninos y masculinos, ella ha instaurado un orden estático donde todos los hombres son considerados como masculinos y todas las mujeres como femeninas, dando a los hombres los primeros roles y la mayor parte de los privilegios sociales. Esta actitud ha llevado a una valorización excesiva de todos los aspectos yang - o masculinos - de la naturaleza humana: actividad, pensamiento racional, rivalidad, agresividad, etc. Los modos de consciencia yin - o femeninos - que pueden ser descritos como: intuitivos, religiosos, místicos, esotéricos o psíquicos, han sido constantemente reprimidos en nuestra sociedad de orientación masculina. En la espiritualidad oriental estos caracteres femeninos son fomentados buscando una unidad entre los dos aspectos de la naturaleza humana. Un ser humano plenamente realizado es alguien que, según Lao-tse: «Conoce lo masculino y adhiere a lo femenino». En varias tradiciones orientales el equilibrio dinámico entre los modos de consciencia masculina y femenina son la finalidad principal de la meditación, y es a menudo ilustrado por obras de arte. En el budismo tántrico, la bipolaridad masculino/ femenina es a menudo explicada con ayuda de símbolos sexuales. La sabiduría intuitiva es considerada como la cualidad femenina pasiva de la naturaleza humana, el amor y la compasión como la cualidad masculina activa, y la unión de los dos en el proceso de iluminación es representada por el abrazo sexual estático de divinidades masculinas y femeninas. Los místicos orientales afirman que una tal unión no puede ser realizada más que sobre un plano más elevado de consciencia donde el dominio del pensamiento y del lenguaje haya sido transcendido y donde todos los opuestos se funden en una unidad dinámica. Un nivel similar ha sido alcanzado en la física atómica. La exploración del mundo subatómico ha revelado una realidad que está más allá del lenguaje y del razonamiento y la unificación de conceptos que, hasta ahora, parecían contradictorios e inconciliables, resulta ser una de las características más sorprendentes de esta nueva realidad. Estos conceptos aparentemente incompatibles no son en general aquellos que les interesan a los místicos orientales, pero su unificación a un nivel no ordinario de realidad ofrece un paralelo con la espiritualidad oriental. Los físicos modernos, en consecuencia, deberían poder penetrar el sentido de las enseñanzas centrales del oriente aproximándolas a experiencias en su propio campo. Un número poco elevado, pero creciente, de jóvenes físicos ha encontrado esta aproximación a la espiritualidad oriental extremadamente preciosa y estimulante. Se pueden encontrar ejemplos de unificación de conceptos opuestos en física moderna al nivel subatómico donde las partículas son a la vez destructibles e indestructibles; donde la materia es a la vez continua y discontinua, y donde la energía y la materia no son sino aspectos diferentes de un mismo fenómeno. En todos estos casos parece que la sujeción dualista, proveniente de nuestra experiencia cotidiana, es demasiado estrecha para el mundo de las partículas subatómicas. La teoría de la relatividad es decisiva para la descripción de este mundo; en el cuadro relativista, los conceptos clásicos son sobrepasados por la introducción de otra dimensión, el espacio-tiempo cuatridimensional. Espacio y tiempo mismos, después de haber parecido distintos, han sido unificados en la física relativista. Esta unidad fundamental es la fuente de la unificación de los conceptos opuestos ya mencionados. Igual que la unidad de los contrarios experimentada por los místicos, ella se sitúa a un “nivel superior”, es decir, en una dimensión más elevada. Y, tal como en la experiencia espiritual, se trata de una unidad dinámica, pues la realidad espacio-tiempo relativista es una realidad intrínsecamente dinámica, donde los objetos son también procesos y donde todas las formas son esquemas dinámicos. El mundo de cuatro dimensiones de la física relativista es un mundo donde energía y materia están unificadas; donde la materia puede aparecer bajo la forma de partículas discontinuas, o de un campo continuo. En estas condiciones, de todos modos, no podemos representarnos muy bien la unidad. Los físicos pueden experimentar el espacio-tiempo cuatridimensional a través del formalismo matemático abstracto de sus teorías, pero su percepción - como la de cualquiera otro - está limitada al mundo sensorial de tres dimensiones. Nuestro lenguaje y nuestros modelos de pensamiento han evolucionado en este universo tridimensional, y a causa de esto nos es extremadamente difícil abordar la realidad en cuatro dimensiones de la física relativista. Los místicos orientales, en cambio, parecen capaces de experimentar directa y concretamente una realidad en una dimensión superior. En estado de meditación profunda, ellos pueden ir más allá del mundo de tres dimensiones de la vida cotidiana y hacer la experiencia de una realidad totalmente diferente, donde todos los opuestos están unificados en un conjunto orgánico. Cuando los místicos hacen el ensayo de expresar verbalmente esta experiencia, se ven confrontados a los mismos problemas que los físicos ensayando traducir la realidad multidimensional de la física relativista. Como lo escribe el Lama Govinda: «Una experiencia de una dimensión superior es realizada por la integración de experiencias de centros y niveles de consciencia diferentes. De allí el carácter indecible de ciertas experiencias de meditación, al nivel de la conciencia tridimensional y al interior de un sistema lógico que reduce las posibilidades de expresión imponiendo límites suplementarios al proceso de pensamiento». Al nivel atómico, la materia presenta un doble aspecto: puede aparecer bajo la forma de partícula o en forma ondulatoria. El aspecto que ella presente depende de la situación. En ciertas situaciones domina el aspecto de partícula; en otras, las partículas se comportan como ondas; y esta doble naturaleza es igualmente presentada por la luz y cualquier otro tipo de irradiación electromagnética. La luz, por ejemplo, es emitida y absorbida bajo la forma de quanta, o fotones, pero cuando esas partículas de luz viajan a través del espacio, aparecen como campos magnéticos y eléctricos vibratorios presentando el comportamiento característico de las ondas. Se considera normalmente a los electrones como partículas: sin embargo, cuando un haz de estas partículas es emitido a través de una pequeña ranura, es difractado exactamente como un rayo de luz. En otros términos, los electrones se comportan igualmente como ondas. Este doble aspecto, material e irradiante, es en verdad de lo más sorprendente y da lugar a «koanes cuánticos», conduciendo a formular la teoría de los quanta. La imagen de una onda propagándose sin límites en el espacio es fundamentalmente diferente de la partícula que implica una localización exacta. Fue necesario mucho tiempo para que los físicos pudieran aceptar el hecho que la materia se manifiesta de maneras aparentemente incompatibles, que las partículas sean igualmente ondas y las ondas igualmente partículas. Hay que refutar un malentendido en cuanto a la naturaleza de las ondas. No es que la partícula viaje por el espacio en un movimiento ondulatorio; eso no existe en la naturaleza. En una ola, por ejemplo, las partículas de agua no avanzan con la ola, sino que describen círculos mientras la ola pasa. De la misma manera, las partículas de aire en una onda sonora oscilan simplemente de adelante hacia atrás, pero no se propagan con la onda. Lo que es transportado a lo largo de la onda es la perturbación que provoca el fenómeno de la ondulación, pero no partículas materiales. En la teoría de los quanta, en consecuencia, no hablamos de la trayectoria de la partícula cuando decimos que la partícula es igualmente una onda. Lo que queremos decir es que el modelo ondulatorio en tanto que conjunto es una manifestación de la partícula. El diseño de las ondas propagándose es entonces totalmente diferente del movimiento de una partícula. «Tan diferente - según Víctor Weisskopf - como las olas sobre un lago y un banco de peces nadando en la misma dirección». El fenómeno ondulatorio se encuentra en varios contextos diferentes en física, y puede ser descrito con el mismo formalismo matemático cada vez que se presente. Se utilizan las mismas formas matemáticas para describir una onda luminosa, una cuerda vibrante de guitarra, una onda sonora o una onda acuática. En la teoría cuántica estas formas son utilizadas para describir las ondas asociadas a las partículas. Sin embargo, en este caso las ondas son mucho más abstractas. Están estrechamente ligadas a la naturaleza estática de la teoría cuántica, es decir que el fenómeno atómico no puede ser descrito sino en función de probabilidades. La indicación de las probabilidades de una partícula está contenida en una ecuación llamada «función de probabilidades» y la forma matemática de esa función es la de una onda, o sea, semejante a las formas utilizadas para describir otros tipos de ondas. De todos modos, las ondas asociadas a las partículas no son ondas tridimensionales «reales», a diferencia de las ondas acuáticas o sonoras, sino ondas de probabilidad, cantidades matemáticas abstractas relativas a las posibilidades de descubrir partículas en lugares diversos y dotadas de diversas propiedades. La introducción de las ondas de probabilidades, en un sentido resuelve la paradoja de las partículas existiendo bajo la forma de ondas, situándolas en un contexto totalmente nuevo: pero, simultáneamente, ello conduce a otro par de nociones opuestas, todavía más fundamental: la de existencia y no-existencia. Esta pareja de opuestos es aquí también superada por la realidad atómica. No podemos afirmar que una partícula existe o no en un lugar dado, ni decir que ella no existe. Siendo un modelo de probabilidades, la partícula tiene tendencia a existir en lugares variados y así manifestar un género desconocido de realidad física entre existencia y no-existencia. Podemos entonces describir negativamente el estado de la partícula. Ella no está presente en un lugar preciso, pero tampoco está ausente. Ella no modifica su posición ni permanece en reposo. Lo que cambia es el modelo de probabilidad, y, con eso, cambian las tendencias de la partícula a existir en ciertos lugares. Según las palabras de Roberto Oppenheimer: «Cuando nos preguntamos, por ejemplo, si la posición del electrón permanece la misma, debemos responder "no". Cuando nos preguntamos si la posición del electrón cambia con el tiempo, debemos responder "no". Cuando nos preguntamos si está en movimiento, debemos responder "no".» La realidad del fisico atómico, como la realidad del sabio oriental, excede la estructura limitada de nociones opuestas. Las palabras de Oppenheimer parecen hacer eco a los Upanishads: «Esto se mueve, esto no se mueve. Está lejos y está próximo. Está al interior de todo esto y está al exterior de todo esto.» Fuerza y materia, partículas y ondas, movimiento y reposo, existencia y no-existencia . He aquí algunos de los conceptos opuestos o contradictorios que son sobrepasados en la física moderna. De todos estos pares de opuestos , el último parece ser el más fundamental y, sin embargo, en física atómica debemos aún ir más allá de los conceptos de existencia y no-existencia. Es el rasgo más dificil de admitir de la teoría de los quanta, y reside en el corazón mismo del continuo debate a propósito de su interpretación. Al mismo tiempo, el sobrepasar las nociones de existencia y no-existencia es también uno de los aspectos más inquietantes de la espiritualidad oriental. Como los físicos atómicos, los místicos orientales hablan de una realidad que se encuentra más allá de la existencia y la no-existencia, y ellos acentúan frecuentemente este hecho. Según Ashvaghosha: «La realidad última no es ni existencia, ni no-existencia, ni lo que es a la vez existencia y no-existencia, ni lo que no es a la vez existencia y no-existencia.» La distinción entre materia y espacio vacío ha debido ser abandonada porque es evidente que las partículas virtuales pueden proceder espontáneamente del vacío y desaparecer de nuevo en él. Los eventos de esta clase se producen continuamente. El vacío no tiene nada que ver con la nada. Al contrario, él contiene un número ilimitado de partículas que nacen y desaparecen sin fin. Este es el más estrecho paralelo en física moderna con el vacío en el sentido oriental. Como el vacío oriental, el «vacío físico» - como se le llama en la teoría del campo - no es una pura nada, sino que contiene la potencialidad de todas las formas del mundo de las partículas. Estas formas, a su turno, no son entidades físicas independientes, sino simplemente manifestaciones transitorias del vacío fundamental subyacente. La relación entre las partículas virtuales y el vacío es una relación esencialmente dinámica; el vacío es verdaderamente un «vacío viviente», vibrante, según ritmos infinitos de creación y de destrucción. Muchos físicos consideran el descubrimiento de la cualidad dinámica del vacío como una de las más importantes de la física moderna. De su rol de depósito vacante de los fenómenos físicos, el vacío ha emergido como un algo dinámico de soberana importancia. Los resultados de la fisica moderna parecen confirmar las palabras del sabio chino Tchang Tsai: «Cuando se sabe que el Gran Vacío está lleno de Ch'i, se sabe que la Nada no existe». Confrontados a una realidad que se encuentra más allá de conceptos opuestos, los físicos y los místicos deben adoptar una manera de pensar original, donde el pensamiento no esté sujeto al esquema rígido de la lógica clásica, pero que no cesa de cambiar y de modificar su punto de vista. En física atómica, por ejemplo, estamos ahora habituados a aplicar tanto el concepto de partícula como el de onda en nuestra descripción de la materia. Hemos aprendido a jugar con las dos imágenes, pasando de la una a la otra, y viceversa, a fin de llegar a la realidad atómica. Es precisamente de esta manera que piensan los místicos orientales cuando ellos intentan traducir su experiencia de una realidad más allá de los contrarios. Según el Lama Govinda: «La manera oriental de pensar consiste en gravitar alrededor del objeto de contemplación. Se va formando una impresión multidimensional a partir de la superposición de impresiones singulares correspondiendo a puntos de vista diferentes ». A fin de comprender mejor la relación entre los pares de conceptos opuestos clásicos. Niels Bohr introdujo la noción de complementariedad. El considera la imagen de la partícula y la de la onda como dos descripciones de la misma realidad, cada una de ellas no siendo sino parcialmente justa y teniendo un campo de aplicación limitado. Cada imagen es necesaria para dar una descripción completa de la realidad atómica, y ambas deben ser utilizadas en los límites proporcionados por el principio de incertidumbre. Convendría citar a Heinsenberg: «Es probablemente verdadero que en general, en la historia del pensamiento humano, los desarrollos más fecundos nacen de la intersección de dos corrientes de ideas. Las corrientes pueden tener su origen en dominios completamente diferentes de la cultura, en épocas y en lugares culturales diversos. Cuando ellos se encuentran efectivamente y mantienen una relación suficiente para que se pueda ejercer una real interacción, se pueden esperar resultados nuevos e interesantes». La noción de complementariedad ha llegado a ser esencial para la manera como los físicos piensan sobre la naturaleza, y Bohr a menudo ha sugerido que ella podría ser un concepto igualmente útil fuera del campo de la física: en efecto, fue extremadamente útil hace dos mil quinientos años. Jugó un papel esencial en el pensamiento chino antiguo basado sobre la intuición que los conceptos opuestos están asociados en una relación polar o complementaria. Los sabios chinos representaban esta complementariedad de los opuestos por los arquetipos polares yin y yang, y veían en su relación recíproca la esencia de todos los fenómenos naturales y de todas las situaciones humanas. Niels Bohr estaba bien consciente del paralelismo entre su concepto de complementariedad y el pensamiento chino. Cuando visitó la China en 1937, en un tiempo en que su interpretación de la teoría cuántica estaba ya completamente elaborada, fue profundamente impresionado por la ancestral idea china de los polos opuestos y, desde entonces, tuvo un vivo interés por la cultura extremo-oriental. Diez años más tarde fue nombrado Caballero en recompensa de sus eminentes realizaciones científicas y sus importantes contribuciones a la vida cultural danesa. Cuando tuvo que escoger un símbolo para su blasón, eligió el símbolo chino del T'ai-Chi, que representa el yin y el yang. Agregando a su blasón la divisa "Contraria sunt complementa" (los opuestos son complementarios), Niels Bohr reconocía la profunda armonía entre la antigua sabiduría extremo-oriental y la ciencia moderna occidental. Fritjof Capra. Extractado por Carmen Bustos de Capra Fritjof.- El Tao de la Física.- Luis Cárcamo Más Información: Capra Fritjof.- Pertenecer al Universo.- Edaf Capra Fritjof.- Sabiduría Insólita.- Kairós Este artículo fué publicado en el Nº 9 de la Revista ALCIONE |
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