MUNICIPIS DEL BAIX PENEDÈS el Montmell | |
Del año 974 data la carta de población y franquicias del Montmell, zona estratégica por las particularidades idóneas para la defensa de las tierras conquistadas. A la cabeza del territorio llamado Montmell, se hallaba el castillo del mismo nombre. El año 974 es cuando Vives, obispo de Barcelona y señor de las tierras, de acuerdo con el conde Borrell (1), ordena su repoblación dando carta de franquicia, la más antigua conocida en Catalunya, de la que reproducimos un párrafo:
Su término llegaba hasta las tierras del río Gaià, por Vila-rodona y Vilaldina. Al estratégico castillo de Montmell se le unirían, con el fin de apoyar la defensa, torres de vigilancia, el castillo de Canferrer al noreste y el de Marmellar al este. En el XIV aparece, como administrador del castillo, Guillem d’Aiguaviva, aunque en este siglo, al parecer, parte de la zona perteneció a la Orden del Temple y a su desaparición pasó a la Corona. En el año 1023, aparece en los documentos la venta de Marmellar a un tal Guillem Amat por parte de los condes de Barcelona. En 1376 pertenecía a Bertran de Gallifa (2) pero el Ceremonioso se lo dio a Bernat de Fortià (3), pasando de nuevo a la corona a la muerte del rey. En el interior del castillo se alzaba una iglesia románica cuyas pinturas se encuentran en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. En él pueden contemplarse las pinturas del ábside, de técnica tosca y algo deterioradas, pero conservadas. Del siglo XIX abunda la documentación de toda la comarca del Montmell. Se sabe que la fragosidad de la sierra y la abundancia de masías sirvieron de refugio a los guerrilleros carlistas. Documentos de la Desamortización nos dicen que en el Montmell pueblo, al pie del castillo ahora en ruinas, en el corazón de la sierra del mismo nombre, la heredad era denominada castillo, propiedad del obispo de Barcelona, existían 10 jornales (tres o cuatro casas) y fue adjudicada, en abril de 1872, a Antonio Pons y Roura. Se deduce de la lectura de la documentación que este comprador podría ser lo que ahora llamamos un testaferro. Tal vez por el miedo inculcado desde los púlpitos para evitar la adquisición de los bienes desamortizados, tres meses después la hacienda sería adquirida por Agustín Andreu, del Vendrell, para, finalmente, ir a parar a manos de Josep Artigas (Vendrell) y María Güell, del Montmell, quienes la restituyeron a la parroquia de Sant Miquel.
Toda la sierra está colonizada con masías, en ruinas, restaurados o relativamente modernas. El estudio de todas y cada una de las masías, con dibujos y planos, fue llevado a cabo por Benjamí Català Benach y dado a conocer en una publicación de 1991 titulada “El Montmell –sostre del Baix Penedès-“, cuya consulta recomendamos vivamente. Al margen de estas consideraciones históricas y artísticas, nos interesa transmitir las sensaciones que percibimos y el impacto por la belleza de esta sierra, no obstante estar profundamente alterada por modernas urbanizaciones. Nosotros tuvimos la suerte de perdernos mientras buscábamos los enclaves que deseábamos visitar, así que recorrimos carreteras, pistas y veredas, unas veces en coche y otras caminando. Masías rehabilitadas y otras en ruinas aparecían ante nuestros ojos, algunas, como Mas Campanera, ajardinadas y con caballos. Llegamos hasta un centro de rehabilitación de drogodependientes perdido entre pinos donde, con seguridad, la vuelta a la vida sana, dentro de los límites en los que podemos inscribir esa salubridad, está garantizada. Cuanto más alto llegábamos más hermoso era el panorama, más amplio el horizonte, más comprensible el porqué de las edificaciones en ese enclave, y de su historia. Desde algunos puntos pudimos ver, por la vaguada formada por dos montañas, muy lejos, Montserrat, la montaña sagrada de los catalanes. El olor a romero nos acompaño siempre. Pinos, encinas, garriga, brezo… El sol y la limpieza del aire también, en un año especialmente seco. Resultaba difícil imaginar, en un pequeño universo de paz donde el único sonido era el cantar de los pájaros, a los hombres luchando. Pero seguro que sería suficiente con las fortalezas disuasorias para evitar el combate. Pocos osarían, desde la plana ahora cultivada y hasta mimada, ascender a los montes del Montmell a la vista de los vigías. La parte espiritual del hombre estaba también atendida. En la ladera del monte donde se alza el castillo del Montmell, una iglesia de estilo románico-lombardo cumplía esa función. Se edificó en el siglo XII y fue restaurada en 1953. Contemplar desde abajo la empinada vereda por la que los fieles que no residieran en el castillo debían ascender para satisfacer las necesidades espirituales, hace entender que unos siglos más tarde se construyera una hermosa iglesia más abajo, en medio del pequeño núcleo de viviendas que da nombre a toda la comarca, El Montmell, como la sierra y como el castillo, ahora también en ruinas. Esta nueva iglesia, dedicada, como la románica, a San Miguel, fue edificada en el siglo XVI, y se encuentra arruinada. Las ermitas, esos pequeños templos que buscan siempre la soledad del bosque o los enclaves altos, están presentes en la sierra del norte del Baix Penedès. Encontrar la de Sant Marc, de factura románica, nos costó más de una hora, pero cuando íbamos a abandonar, vimos lo que parecían restos de fortaleza, con un gran arco e hileras de piedras en las que casi adivinamos forma de cubo. Estaba abierta, algo que raramente sucede, por lo que pudimos ver su interior gótico, abovedado, de crucería. Todavía aparecen por el entorno los restos de la casa del santero, de un horno y una cisterna. Una vez al año se reúnen los habitantes de la zona en romería. Buscando esta ermita nos informaron de otra del mismo nombre, en terreno más llano y cerca de la carretera. Es, en efecto, otra ermita de Sant Marc que se construyó, al igual que la iglesia de Sant Miquel del Montmell, para acceder a la veneración del santo con más facilidad, y a donde se acercan los romeros cuando bajan de la del monte. El día de la romería, a primeros de mayo, los asistentes pueden escuchar cantar las caramellas. Según el programa que encontramos en Aiguaviva, las del año 2005 fueron interpretadas por los Cantaires del Pare Agustí. Forma conjunto el sencillo edificio de este templo nuevo de Sant Marc con dos casas principales y algunas pequeñas, rodeadas de cultivos. Nos han contado que se han perdido unas tradiciones que reconocemos en Castilla: la pingada del mayo y las enramadas (versos satíricos que se pintaban en las puertas para escarnio del destinatario) TRADICIONES del Baix Penedès. Se percibe en toda la sierra la presencia de caza y recursos micológicos, a pesar de las modernas urbanizaciones. Y quien acuda a visitar la zona puede comer en unos cómodos restaurantes donde sirven, entre otras especialidades, calçotadas cuando es la época. En el pueblo deshabitado de Marmellar hay una iglesia del siglo XVII y su interior custodiaba una pila bautismal visigótica (probablemente de la capilla del castillo) que fue trasladada, cuando el pueblo se deshabitó, a la iglesia de Sant Jaume dels Domenys. De él dice Madoz: “Aldea de casas diseminadas. Iglesia parroquial de San Miguel. Al pie de un monte los restos de un antiguo convento derruido que se dice fue de los jesuitas. Le cruza un riachuelo que da nombre al pueblo y nace en Montagut, corre hacia Castellet y desagua por el molino de las Masas en el río Foix. No lo cruza ningún puente, en la actualidad se construye uno en L’Arboç”. Varias carreteras cruzan la sierra en sentido horizontal y vertical. Aconsejamos acudir al Ayuntamiento de la Joncosa y adquirir un mapa a escala 1:20.000. Por otro lado el topónimo Montmell se repite: es el nombre de la sierra, del castillo y del pueblo abandonado. Otro tanto sucede con el de Marmellar, que se refiere al castillo y al pueblo abandonado. Lo mismo podría decirse de Sant Miquel (ermita dentro del interior del recinto del castillo del Montmell y otra del siglo XVI en el interior del pueblo abandonado) y de Sant Marc, dos ermitas asimismo, una en la sierra, románica, y otra, a pocos kilómetros, más accesible, en medio de dos casas.
© Isabel Goig e Israel
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