viernes 24 de septiembre de 2010

Aviones que desaparecen



Los casos de aviones y barcos que se pierden sin que vuelva a saberse nunca de ellos son más o menos conocidos por los lectores ya que últimamente muchas revistas se han dedicado a vulgarizar estos temas y sobre todo libros como los de Charles Berlitz (El Triángulo de las Bermudas y Sin rastro) han despertado un gran interés en este preocupante tema.

Es natural que cuando un avión o un barco se hunden o caen al mar, no sea nada fácil hallar restos de ellos y lo ordinario será que el incidente se haya debido a fallos normales sin que tengamos que acudir para explicarnos la tragedia a ninguna fuerza sobrehumana o misteriosa. Pero hay casos en que un número de circunstancias nos llevan a la evidencia o por lo menos a una sospecha muy fundada de que la cosa no ha sido natural y de que han intervenido en todo el asunto otras fuerzas para las que no tenemos explicación.

En el mes de abril de 1979 una «Vickers Viscount» turbohélice de cuatro motores, de la compañía «Saeta» del Ecuador, hacía el primer viaje de la mañana en su línea regular Quito-Cuenca (unos 600 kilómetros). Es de notar que ambas ciudades están situadas en sendos valles de los Andes, aproximadamente a 2.300 metros de altura, por lo que el viaje entre ellas no es nada fácil, teniendo además en cuenta que en medio del camino se encuentran dos de los colosos de los Andes, el Chimborazo y el Cotopaxi, que sobrepasan los 6.000 metros de altitud. Sin embargo, a pesar de la dificultad de la ruta, los pilotos que la cubren están perfectamente identificados con ella por haberla recorrido en cientos de ocasiones y varias veces al día.

Cuando el avión a que nos referimos estaba ya a la vista del aeropuerto de Cuenca, y tras haber pedido autorización para aterrizar, repentinamente dejó de oírse su señal y nunca llegó a tomar tierra, ni allí ni en ningún otro aeropuerto. Es de notar que en aquel instante no había mal tiempo, el piloto en ningún momento dijo que tuviera problemas y la visibilidad era ilimitada en el espacio aéreo que circundaba el avión y de 50 kilómetros en el aeropuerto de Cuenca.

Hice mi investigación de este caso unos veinte días después de que hubiese sucedido. Como no se trataba de un hecho privado en el que hubiese que andar buscando testigos escondidos, antes al contrario estábamos ante un hecho notoriamente público que tenía consternada a toda la nación, me fue fácil acudir a las oficinas de El Universo en Guayaquil, el principal periódico de la nación, y leer atentamente los despachos que constantemente llegaban de las diversas agencias de noticias acerca de cómo se iban desarrollando los trabajos de búsqueda. Pasado un mes no se tenía la más remota idea de adónde había ido a parar el aparato con sus 53 ocupantes, a pesar de la intensísima búsqueda que las autoridades organizaron.

En aquella búsqueda hubo varias circunstancias dignas de tenerse en cuenta. La primera fue que no se trataba de una búsqueda particular organizada por la compañía aérea o por algunos de los familiares de los desaparecidos, sino que se trataba de una búsqueda oficial, organizada por las máximas autoridades del país y por el Ejército del Aire ecuatoriano y en la que intervinieron diversos tipos de aviones y helicópteros, tal como nosotros mismos pudimos comprobar. Aquellos aviones y helicópteros sobrevolaron repetidas veces todos los posibles lugares en que el avión siniestrado pudo haber caído.

Un hecho favorable que teóricamente hacía más fácil la búsqueda es que se sabía con certeza que el avión estaba ya a la vista del aeropuerto de Cuenca y que de hecho se disponía a aterrizar, de modo que el área en que hubiese podido caer, de haberle sucedido un percance repentino, era mucho más reducida que si se hubiese perdido a mitad de la ruta, a mucha mayor altura y en un lugar más indeterminado.

Una prueba de lo eficientes que son estos trabajos de búsqueda desde el aire es el hecho de que durante los rastreos también se perdió una avioneta, y sólo fue cuestión de horas para los demás aviones que participaban en la búsqueda el dar con sus restos en medio de una zona boscosa.

Además, en la desesperación de las autoridades por desentrañar esta desaparición, se acudió a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos para que ayudase en el rastreo. Los norteamericanos despacharon desde Panamá uno de los aviones especializados en este tipo de trabajo, que son capaces de detectar hasta latas de sardinas enterradas a bastantes metros debajo de Ia nieve. De hecho descubrieron un viejo jeep despeñado en el fondo de una profunda sima, que se había dado por desaparecido hace bastantes años y del cual se había perdido ya casi la memoria. Pues bien, por más que este avión se cansó de pasar y repasar con sus sofisticados instrumentos electrónicos todo el territorio en donde el avión en dificultades hubiese podido caer, no halló rastro de él. Hoy, pasados alrededor de siete años, la extraña desaparición sigue en el mismo misterio.

Sin embargo, la circunstancia más extraña de este caso es la siguiente: Dos años y medio antes, en agosto de 1976, otro avión de la misma compañía «Saeta», exactamente igual a éste del que estamos hablando, en el mismo primer vuelo de la mañana de Quito a Cuenca y prácticamente en el mismo punto, a la vista ya del aeropuerto de Cuenca, desapareció de la misma manera misteriosa y ésta es la hora en que nada se ha vuelto a saber de él y de todos sus pasajeros y tripulantes, por más que se buscó con la misma intensidad con que se buscó el de dos años más tarde. Y esto es lo que tenía al borde de la desesperación a las autoridades más relacionadas con el suceso.

Naturalmente, no faltaron en la Prensa acusaciones a los dirigentes de la compañía de usar aviones viejos y de tenerlos en malas condiciones. Sin embargo, a juzgar por la documentación presentada por estos mismos dirigentes de la compañía, ésta cumple cabalmente con lo mandado por la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional) y con las inspecciones de rigor exigidas para las compañías aéreas que tienen vuelos regulares. El uso de turbohélices en vez de aviones de reacción, en aquel entonces era debido a que la pista de Cuenca no admitía este tipo de aviones. De acuerdo a su libro de vuelos, el «Vickers» de «Saeta» tenía en el momento de su desaparición 32.000 horas de vuelo desde su fabricación, pero desde el último «chequeo» total que lo capacitaba para seguir volando otras 5.000 horas, apenas había utilizado 981. En el caso que nos ocupa, la última inspección total duró cuatro meses y entre otras cosas se tomaron 2.400 radiografías del aparato con rayos X y gamma para detectar cualquier fallo en su estructura.

De todo esto se puede deducir con bastante probabilidad que de haber habido un accidente éste no pudo deberse a la edad de la aeronave o a falta de mantenimiento.

Otro detalle (al cual le damos mucha menos importancia aunque no deja de ser curioso, pues estos paralelismos los vemos con mucha frecuencia en todo el fenómeno OVNI) es el que cuando se cayó el primer avión de «Saeta» también cayó —al igual que cuando el segundo— una de las avionetas que estaban participando en la búsqueda. Pero tanto en la primera como en la segunda ocasión sólo fue cuestión de horas localizarlas, a pesar de haber caído ambas en medio de una vegetación ecuatorial y en lugares nada fáciles de rastrear.

La Prensa, a los veinte días del segundo accidente y cuando el número de conjeturas y el interés de la opinión pública eran más vivos, publicó una noticia que pasó casi inadvertida, pero que para mí fue un dato más para sospechar que todo el incidente se debió a nuestros «buenos hermanos del espacio», como tantos ingenuos siguen llamándolos todavía, sin tomarse el trabajo de hacer por lo menos alguna distinción. Según el despacho de Prensa, el piloto de un avión de la compañía brasileña «Varig» que en aquel momento sobrevolaba Cuenca en dirección al Sur, a unos 11.000 metros de altura (es decir, mucho más alto que el avión desaparecido) aseguró haber tenido en su radar al turborreactor y dijo asimismo haber escuchado sus conversaciones con Guayaquil y cuando pidió permiso para aterrizar en Cuenca; pero refiere que cuando momentos después intentó volverlo a descubrir en la pantalla o a escuchar sus comunicaciones con tierra ya no lo logró, extrañándose de su repentino silencio y de su desaparición tan inexplicable de la pantalla de radar, pues en realidad no había tenido tiempo de aterrizar.

También es muy de notar que en el primer accidente, ocurrido en agosto de 1976, ante la imposibilidad de encontrar el avión desaparecido, las autoridades trajeron de Europa al famoso clarividente Croiset, cuya fama como detector de objetos o de personas desaparecidas y como descubridor de criminales es bien conocida en el mundo entero. Pues bien, Croiset, después de haber hecho todos los esfuerzos posibles, llegó a la conclusión de que el avión «no estaba en un plano físico; sencillamente no estaba en ningún sitio».

Y se da la curiosísima coincidencia de que dos años antes, el mismo Croiset había sido llamado por la Policía de Puerto Rico para que tratase de encontrar a dos niños que habían desaparecido misteriosamente en una montaña llamada El Yunke, en la que ya había habido otras desapariciones y en donde sucede toda suerte de cosas extrañas.

Pues bien, Croiset, después de haber recorrido la montaña y haberse concentrado con mapas y con prendas de los niños desaparecidos dijo prácticamente lo mismo que diría cuando el avión ecuatoriano: «No los veo en este plano físico.» La contestación por supuesto no fue del agrado de los curiosos ni de las autoridades policíacas que lo habían traído desde Holanda, pero recuerdo que para mí fue una confirmación de las dotes de clarividente de Croiset.

A él nadie le habló de las muchas cosas raras que en aquella montaña suceden y trató de hallarlos al igual que hizo muchas otras veces contratado por la Policía de su país para resolver algún caso criminal. La Policía por supuesto no creía en ninguna desaparición causada por «entidades extrañas»; más bien se inclinaba a creer que habían sido raptados por elementos de la Mafia. Yo tenía la casi completa seguridad de que habían sido abducidos por las muchas misteriosas entidades que habitan aquella frondosísima montaña desde antes de la llegada de los españoles; y las posteriores desapariciones y hechos raros ocurridos en aquellos parajes me han dado la razón. Puede ser que algún día me decida a escribir algo de lo que tengo recopilado acerca de las muchas muertes sospechosas, desapariciones, y avistamientos de toda clase de criaturas extrañas, OVNIS y animales raros que se han producido en el macizo de El Yunke al nordeste de Puerto Rico.

Siguiendo con el tema del avión ecuatoriano, hasta mí llegaron rumores de que la madre de una de las azafatas de vuelo desaparecida en el accidente, había recibido una extraña carta de su hija en la que le decía que no se preocupase por ella porque «estaba bien y en un lugar del que no quería volver». Intenté llegar a la fuente de esta noticia pero no pude y la atribuyo más bien al histerismo colectivo desatado entre la Prensa y la opinión pública ante un accidente tan desgraciado en el que extrañamente se repetían las mismas circunstancias que en el anterior y que además era el sexto accidente aéreo en poco más de dos años.

Sin embargo, sí es totalmente cierto que una de las autoridades más prominentes, directamente relacionada con el avión desaparecido, me pidió una entrevista para que yo le dijese con sinceridad lo que pensaba sobre el asunto y qué posibilidad había de que el avión hubiese sido en realidad secuestrado por un OVNI.

Ante la falta de testigos directos que relacionen la desaparición de este aparato con un OVNI, necesariamente uno tiene que quedarse en el terreno de las conjeturas; pero conjeturas que tienen muchos antecedentes en todas las latitudes del planeta.

Por el mes de octubre de 1978 se perdió en Honduras un avión de una línea comercial con todos sus pasajeros. A pesar de la intensa búsqueda nunca fue hallado. Pues bien, el lector recordará, tal como narramos en un caso anterior, que precisamente en esas mismas fechas hubo en Honduras dos grandes apagones que, como vimos, fueron causados por OVNIS de diversos tipos.

¿Tenemos derecho a sospechar en este caso que los OVNIS no sólo fueron los causantes del apagón —cosa de la que estamos completamente seguros— sino que también fueron los causantes de la desaparición del avión?

Creo que sí, sobre todo si tenemos en cuenta los antecedentes de este caso.

Ante todo tengo que señalar el paralelismo que hay entre la desaparición de los dos aviones ecuatorianos que acabo de reseñar y la de dos aviones británicos con base en las islas Bermudas.

El mes de enero de 1948 el avión Star Tiger, un «Tudor IV» de la compañía «British South American Airways», desapareció cerca de las islas Bermudas.

Pues bien, un año más tarde, es decir en enero de 1949, otro avión «Tudor IV» llamado Star Ariel de la misma compañía «British South American Airways», desapareció misteriosamente entre las Bermudas y Jamaica.

Y bueno será saber que aunque es cierto que todo lo referente al «Triángulo de las Bermudas» se ha exagerado bastante, no deja de ser verdad que de las 60 desapariciones de barcos que Marius Alexander reseña en su lista, sucedidas en todo el mundo, 28 tuvieron lugar en el famoso «triángulo»; y de las 44 desapariciones de aviones, 24 sucedieron en aquellos mismos límites.

Para que el lector se convenza de que no estoy hablando de generalidades le daré noticia de unas cuantas desapariciones concretas de aviones; y aunque lo haré de pasada, podría darle muchos más datos en la mayor parte de los casos.

El 28 de diciembre de 1948 un «DC4», en ruta de San Juan de Puerto Rico a Miami, pidió el permiso habitual a la torre de control para aterrizar en Cayo Hueso. Le fue concedido pero el avión no aterrizó nunca ni se supo más de sus 36 ocupantes.

En junio de 1951 a un «Constellation» que iba de Johannes- burgo a Nueva York, con 40 pasajeros, y que se disponía a aterrizar en Dakar, le sucedió lo mismo. En 1973 el piloto de un «Caravelle» se disponía a aterrizar en Madeira. Los que esperaban en la azotea del aeropuerto vieron en la distancia al avión cuando enfilaba la pista. Momentos después ya no estaba en el aire y nunca aterrizó. Tengo los datos concretos de alrededor de 29 casos por el estilo, en los que el avión, después de haber estado en contacto con la torre de control, desapareció inexplicablemente.

En los casos hasta ahora referidos los boletines de Prensa no hablaron de OVNIS ni los relacionaron con la desaparición del avión, pero en el caso del caza norteamericano que volaba, en enero de 1964, sobre Alemania del Este, sí. El radar del aeropuerto militar a donde se dirigía, hacía rato que tenía en su pantalla «dos extraños objetos» que seguían muy de cerca al avión. Éste desapareció de repente de la pantalla y nunca se supo más de él.

Entre los hechos de este tipo, el caso clásico es el del Lancastrian Star Dust. Fue el 2 de agosto de 1947. Había sobrevolado los Andes y el piloto se había comunicado ya con la torre de control de Santiago de Chile, anunciándole «buen aterrizaje». Interrumpiendo estas palabras apareció en la radio una voz fuerte que dijo dos veces y muy rápidamente: «¡Stendec! ¡Stendec!» Nadie supo interpretarlas, pero el avión no aterrizó nunca.

Y mucho menos conocido, aunque más esclarecedor, fue el caso de un pequeño avión monoplaza que volaba por encima del Estado de Missouri (Estados Unidos): No lejos de su trayectoria se pudo ver, inmóvil en el espacio, una gran «nave nodriza» en forma de puro. En un rápido movimiento se acercó al pequeño avión al que inmovilizó en el aire. En uno de sus extremos se abrió una gran puerta por la que en segundos engulló al avión, que cupo perfectamente aun con sus alas extendidas. Por supuesto, los escasos y asombrados testigos fueron tachados de alucinados y el hecho pasó a formar parte del folklore popular de aquella región y en concreto de las «leyendas» relacionadas con los OVNIS. Pero lo cierto es que del avión no se volvió a saber nunca más, y los padres del piloto están todavía esperando a su hijo.

En las desapariciones de aviones suelen darse varias circunstancias extrañas que también suelen darse en las desapariciones de barcos, que son aún más numerosas.

En primer lugar suelen desaparecer sin haber lanzado ningún SOS. Sencillamente deja de oírse su voz en la radio, aunque hay unos cuantos casos en que se ha oído la voz aterrorizada del piloto pidiendo auxilio; pero hay que reconocer que son una insignificante minoría en comparación con los que se van silenciosamente.

Además estos hechos, al igual que el avistamiento de OVNIS, ocurren en oleadas. No es raro que cuando desaparece un avión en circunstancias misteriosas, desaparezcan otros en poco tiempo de la misma manera.

Varios ejemplos: En el año 1951, en poco más de un mes desaparecieron en Alaska sin dejar rastro 5 aviones, de los que ninguno dijo en algún momento que estuviese en dificultades. En total desaparecieron 81 personas.

El año siguiente, en menos de dos meses, volvieron a desaparecer en Alaska 8 aviones, y tres años más tarde, en 20 días perecieron en las Montañas Rocosas cerca de un centenar de personas en diversos accidentes aéreos. Al igual que en los otros casos, ninguno de estos aviones, que nunca fueron hallados, lanzó la menor señal de alarma por radio.

Se puede decir que en la desaparición de barcos y aviones se da el jungiano fenómeno de la «sincronicidad», que también ocurre en otros hechos paranormales Es frecuente que el mismo día que se esfuma un avión en algún lugar del Globo, desaparezca otro en alguna otra parte que puede estar a miles de kilómetros de distancia. El mismo día en que se perdió el avión de Honduras al que hicimos referencia, desapareció en Australia otro avión en circunstancias extrañas.

Por último es de notar que quienquiera que sea el que se dedica a hacer desaparecer aviones, da la impresión de tenerle cierta inquina a las escuadrillas o formaciones de aviones militares.

En 1952 una escuadrilla de «jets» norteamericanos efectuaba en Corea un vuelo de reconocimiento. Uno de los aviones penetró en una nube y ya nunca salió de ella.

En 1950 se estrellaron simultáneamente, cerca de Washington, 3 cazas norteamericanos. En 1951, el 8 de junio, nada menos que 8 «thunderjets» de la misma nacionalidad, que acababan de despegar, cayeron uno tras otro cerca de Richmond (Indiana) y dos años más tarde otros 4 «thunderjets» cayeron envueltos en llamas desde 3.000 metros en el Estado de Georgia.

En 1955 cayeron a tierra en Lisboa los 8 aviones de una escuadrilla militar portuguesa; el año siguiente le ocurrió lo mismo en Norfolk a 6 cazas ingleses, 5 cazas suecos que cayeron cerca de Estocolmo y 3 cazas holandeses en Alemania.

En julio de 1962 cuatro «F-104» alemanes se estrellaron en las proximidades de Colonia y el año siguiente tres aparatos norteamericanos cayeron simultáneamente en el noroeste de Francia.

El 25 de mayo de 1966, 6 «Mystére IV» cayeron sobre los límites de las provincias de Sevilla y Huelva, que es precisamente el lugar de más avistamientos de OVNIS en toda España... Y así podríamos seguir. Hace casi dos años (primavera de 1987) los periódicos de todo el mundo dieron la noticia de que tres aviones de reacción de los más modernos que tiene Francia se estrellaron simultáneamente.

Como no podría ser menos, los «técnicos» siempre tienen explicaciones para estos accidentes en grupo, pero cuando se habla con ellos extraoficialmente reconocen que es extremadamente raro que la totalidad de una escuadrilla se vaya a tierra y más aún sin haber dado ninguno de ellos por la radio la señal de alarma tal como ha ocurrido en la mayoría de los casos.

Muchos hechos como éstos, repartidos por todo el planeta, van a ir poco a poco haciéndonos despertar y ayudándonos para que en el futuro estemos más atentos a acontecimientos que en otros tiempos quedaban sin explicación y eran pronto olvidados. Los teletipos y los ordenadores nos están ayudando a conocer y a recordar todos estos hechos y sobre todo a relacionarlos entre sí, al mismo tiempo que nos hacen caer en la cuenta de que este planeta no es tan nuestro como habíamos pensado y de que alguien anda por ahí jugando bromas muy pesadas, haciéndonos creer, por otra parte, que todo ha sido producto de causas naturales.

Fuente: "La Granja Humana"; Salvador Freixedo

Un inesperado encuentro en la carretera



A eso de las 8.40 de la noche, el 7 de enero de 1974, un hombre de negocios belga conducía su coche cerca de Warneton, en la frontera con Francia, cuando de repente los faros se apagaron, el motor se detuvo y la radio enmudeció. Puso el freno de mano y vio en un campo, a unos 150 metros de distancia, un objeto "parecido al casco de un soldado inglés" apoyado sobre tres patas. Entonces, sintiendo un temor creciente, se dio cuenta de que dos extrañas figuras se acercaban a él. La más pequeña, que se parecía mucho al hombrecillo de la publicidad de "Michelin", llevaba un casco redondo, tenía ojos como canicas y un tajo en lugar de boca. La más alta llevaba una especie de uniforme, un cinturón con balas y un casco cúbico. Sus caras parecían idénticas. El ser más alto abrió la boca y el alarmado hombre de negocios sintió una conmoción en la nuca y oyó un sonido modulado. En ese momento, apareció otro coche a lo lejos. Los dos seres se volvieron al unísono y se dirigieron rígida pero ágilmente, haciendo movimientos idénticos y sin que el abundante barro los molestara, hacia su nave donde se reunieron con una tercera criatura similar. Todos entraron en el objeto; las piernas de la máquina desaparecieron, se elevó y se esfumó, justo en el momento en que el otro coche llegaba al lugar.

Fuente: "Enciclopedia Lo Inexplicado"; Tomo 2

lunes 20 de septiembre de 2010

Criaturas extrañas: mitad hombre, mitad pájaro



Una y otra vez, testigos fiables han visto aterradores humanoides alados, tanto en tierra como en pleno vuelo. Estas visiones misteriosas resultan sumamente intrigantes...

Las historias de aves enormes que han arrebatado niños son aterradoramente verosímiles, pero las visiones de criaturas semejantes a pterodáctilos exigen ya a la credibilidad un esfuerzo mucho mayor. Los casos que vamos a describir serían descartados por una gran mayoría como totalmente increíbles, ya que se trata de historias fantásticas de seres de aspecto humano provistos de alas. No obstante, han sido narrados por personas corrientes, sinceras.

El 18 de setiembre de 1877, en los Estados Unidos, fue visto un ser humano alado sobre Brooklyn, Nueva York. No se dispone más que de unos pocos detalles, pero una figura similar fue observada en setiembre de 1880, no muy lejos, exactamente en Coney Island.

Las visiones de humanoides alados parecen estar más ampliamente distribuidas alrededor del globo que las de aves gigantescas y supuestos pterodáctilos. El siguiente informe nos llega desde Vladivostok, en el extremo mas oriental de la URSS. El 11 de julio de 1908,

un hombre que caminaba por las montañas Sijoté-Alin vio lo que parecía ser una huella de pie humano en el camino. Su perro empezó a actuar de forma extraña, y oyó cómo algo rebullía entre las matas. Al cabo de varios minutos, el caminante, V. K. Arseniev, arrojó una piedra hacia la criatura invisible, e inmediatamente oyó el ruido de un batir de alas y vio que algo "grande y oscuro" volaba hacia el río. Por desgracia, no pudo obtener más detalles a causa de la niebla. Más tarde, cuando Arseniev explicó a sus vecinos lo que había ocurrido, éstos identificaron la criatura como "un hombre que podía volar por el aire", caso bien conocido entre los cazadores de la región.

Un matrimonio brasileño, los Real, tuvieron una visión más clara de estos seres alados. A principios de la década de 1950, caminaban una noche por un bosque cercano al mar, en la localidad de Pelotas, situada en el estado de Río Grande do Sul, cuando advirtieron la presencia de "dos aves" gigantescas en los árboles. Al acercarse más, las "aves" bajaron al suelo, y la sorprendida pareja comprobó que las criaturas medían 1,8 m de altura aproximadamente, y que tenían una apariencia humana. Estaban agazapadas en el suelo como si observaran a los caminantes.

Desde Houston (Texas, Estados Unidos) nos llega un extraño informe que describe una visión todavía más clara. La noche del 18 de junio de 1953 fue calurosa, y tres vecinos se sentaron en el porche delantero de una casa de apartamentos, al anochecer. La señora Hilda Walker explicó más tarde: Estábamos charlando, cuando levanté la vista y a unos 7 u 8 metros de distancia vi una sombra enorme sobre el césped. Pensé al principio que se trataba del reflejo ampliado de una gran polilla iluminada por un farol cercano. Entonces la sombra pareció dar un salto hacia arriba en dirección a un árbol... pude verle claramente y advertir que tenía unas grandes alas dobladas junto a los hombros. A su alrededor había una luz tenue y grisácea.

La sombra fue vista también por Howard Phillips y Judy Meyers, quienes la describieron como una "figura de hombre con alas semejantes a las de un murciélago. Llevaba una ropa muy ceñida, de color gris o negro. Estuvo allí de pie unos 30 segundos, balanceándose en la rama del viejo árbol. De pronto, la luz empezó a desvanecerse poco a poco". Estuvieron de acuerdo también en que media unos 2 metros de altura y llevaba una capa negra, pantalones muy ajustados y botas de media caña.

Al desvanecerse la luz, pareció como si la figura también desapareciera con un fuerte ruido siseante. ¿Primera visión de un hombre-polilla?

Mothman

No tan visible, pero con una forma humana bien definida, fue la figura que se plantó en medio de una carretera, frente a una mujer que acompañaba a su padre en West Virginia (Estados Unidos) en 1960 o 1961. Al acercarse, la mujer redujo la marcha de su coche. Los dos atemorizados testigos pudieron ver que la figura era mucho mayor que la de un hombre. La conductora del coche explicó lo que sucedió a continuación: A su espalda se desplegaron unas alas que prácticamente llenaron toda la carretera. Casi parecía un pequeño avión. Entonces despegó rápidamente... desapareciendo de nuestra vista en pocos segundos. Los dos nos quedamos aterrorizados. Pisé el acelerador y me apresuré a alejarme de allí. Hablamos de lo sucedido y decidimos no contarle nada a nadie. ¿Quién iba a creernos?

Es verdad, ¿quién? Aunque ella no lo supiera, esta mujer fue probablemente la primera persona que vio a un ser alado al que más tarde se apodó el "hombre-polilla" (Mothman), y que a finales de 1966 realizó frecuentes apariciones en una zona de West Virginia llamada Point Pleasant. Los primeros que vieron al ser fueron dos matrimonios jóvenes, los señores Scarberry y Mallette. El 15 de noviembre, ya entrada la noche, atravesaban en automóvil la "zona TNT", donde había una fábrica de explosivos utilizada en tiempo de guerra y ya abandonada. Al pasar ante una antigua central eléctrica, observaron en la oscuridad dos círculos de un color rojo brillante, que parecían ojos. Al moverse los círculos, las dos parejas pudieron ver una figura de forma humana, de una altura entre 1,8 y 2 metros, de color grisáceo y con grandes alas. Se desplazaba caminando sobre dos piernas.

Roger Scarberry, que iba al volante, describió un brusco viraje con el coche para alejarse de allí, cosa que hicieron a considerable velocidad. Sin embargo, pudieron ver a la criatura, o a otro ser similar, de pie junto a la carretera; al pasar ellos, la criatura desplegó sus alas de murciélago e inició su persecución. Aunque aceleraron hasta alcanzar los 160 km/h, el "ave" se mantuvo a su altura... sin batir las alas. La señora Mallette lo oyó chillar "como un gran ratón". Cuando explicaron su experiencia en la oficina del sheriff, éste pudo comprobar que estaban aterrorizados y les acompañó hasta la zona TNT, pero no vieron ningún hecho extraño.

Esta historia fue objeto de publicidad, y Point Pleasant se convirtió inmediatamente en foco de atención para los cazadores de monstruos. Hombres armados registraron la zona TNT, pero no encontraron a su presa. Sin embargo, el hombre-polilla seguía merodeando por allí, ya que el 16 de noviembre, al atardecer, se apareció a la señora Marcella Bennett, que se disponía a visitar a unos amigos que vivían en la zona. Estaba sentada en su coche estacionado cuando advirtió la presencia de una figura en la semioscuridad. "Le pareció como si hubiese estado tendido en el suelo. Se levantó lentamente. Era una cosa enorme y gris. Mayor que un hombre. Con unos terribles ojos resplandecientes y rojos." Al igual que las dos parejas la noche anterior, la señora Bennett se sintió hipnotizada por los rojos ojos del hombre-polilla. Mientras ella lo miraba, un amigo la cogió, junto con su hija de corta edad, y las arrastró hacia su casa.

Durante los días siguientes, numerosas personas vieron al hombre-polilla.., o creyeron haberlo visto. Nunca sabremos cuántas de estas visiones fueron causadas por el "contagio" de las historias publicadas por la prensa. El escritor John Keel se trasladó a la zona de Point Pleasant para investigar por su cuenta y, entre las diversas informaciones que reunió, estableció que el hombre-polilla medía entre 1,5 y 2 metros de altura, que era de color gris o pardo, y con forma humana pero sin brazos ni cabeza. Tenía unos ojos rojos, brillantes y luminosos, allí donde se encuentran los hombros de una persona normal. Las alas se plegaban hacia atrás, y su envergadura era de unos 3 metros. La mayoría de estas visiones tuvieron lugar en noviembre y diciembre de 1966, y seguidamente el hombre-polilla desapareció.

El hombre-búho de Cornualles

A veces, como en esta información, las visiones han sido individuales, es decir, el misterioso ser alado ha desaparecido después como si jamás hubiera existido. Y otras veces, como ocurrió en West Virginia en 1966, se han producido visiones repetidas en una zona reducida, pero sin dejar ninguna pista real acerca de la naturaleza de la aparición. Tal vez la serie más extraña de informes sobre "cosas aladas" es la referente al "hombre-búho", visto en Cornualles (Inglaterra) en 1976 y 1978 alrededor de Mawnan.

Fue visto por primera vez el 17 de abril de 1976, planeando sobre la torre de la iglesia, por June Melling (de 12 años) y su hermana Vicky (9 años). June describió y dibujó un hombre pájaro provisto de plumas. Pasaron casi tres meses antes de la segunda visión, que tuvo lugar el 3 de julio. De nuevo los testigos fueron niños: Sally Chapman y Barbara Perry, ambas de 14 años. Habían acampado en el bosque y alrededor de las 10 de la noche se dieron cuenta de que no estaban solas. Oyeron un extraño siseo y después vieron una figura cerca de ellas, entre los pinos. Sally la describió: Era como un gran búho con orejas puntiagudas, tan grande como un hombre. Los ojos eran rojos y brillantes. Al principio creí que alguien se había disfrazado para gastarnos una broma, con la intención de asustarnos. Me eché a reír, y mi amiga también, pero después se elevó en el aire y las dos chillamos. Cuando despegó, pudimos ver que sus pies eran como pinzas.

Barbara añadió: "es verdad. Era horrible, con una fea cara como la de un búho, con orejas muy grandes y ojos también muy grandes y rojos. Iba cubierto de plumas grises. Las garras eran negras. Se elevó repentinamente y desapareció entre las copas de los árboles."

Al día siguiente, 4 de julio, otra jovencita, Jane Greenwood, junto con su hermana, vio al hombre-búho. Jane describió lo que había visto en una carta dirigida al periódico local: Fue el domingo por la mañana, entre los árboles cerca de Mawnan Church, sobre la playa rocosa. Estaba de pie entre los árboles, como un hombre adulto, pero con las patas dobladas hacia atrás como las de un ave. Nos vio y rápidamente saltó y se elevó entre los árboles.

Mi hermana y yo lo vimos claramente antes de que se elevase. Tiene unos ojos oblicuos y rojos, y una boca muy grande. Las plumas son de un gris plateado, así como su cuerpo y sus patas. Sus pies son como grandes pinzas negras de cangrejo.

En aquel momento nos asustamos mucho. Era todo muy extraño, como en una película de terror. Después de alzarse la cosa, durante largo tiempo hubo ruidos y crujidos en el árbol.

Más tarde, aquel mismo día, hablamos con varias personas en el campamento, quienes dijeron que habían visto el sábado el Monstruo de Morgawr, cuando nadaban provistas de escafandras y tubos de respiración en el río, más abajo de donde nosotras vimos al hombre pájaro. Lo vieron desde debajo del agua y dijeron que era enorme y que tenía forma de lagarto.

Al hablar del "Monstruo de Morgawr", se refiere a un monstruo marino al que también se vio regularmente en Falmouth Bay a lo largo de 1976. También fueron vistos en esta zona varios OVNIS, y en 1976 Falmouth Bay era el mejor lugar al que uno podía acudir en busca de experiencias extrañas.

Después de julio de 1976, parece ser que el hombre-búho no reapareció hasta junio de 1978. A principios de este mes, una joven de 16 años vio "un monstruo, como un diablo, volando a través de los árboles cerca de la vieja iglesia de Mawnan". El 2 de agosto, tres niñas francesas lo vieron también cerca de la iglesia. Las asustó algo "muy grande, como un gran pájaro peludo". Era blanco, con una "boca enorme y grandes ojos rojos".

¿Por qué ocurren a la vez tan extraños acontecimientos en ciertos puntos del globo? Si alguna forma de energía, conocida o desconocida, se halla en la génesis de estos extraños sucesos, parecería como si tendiera a concentrarse en zonas limitadas y en momentos específicos. El resultado es un rebrote en las visiones de monstruos y OVNIS, y un incremento en sucesos extraños de toda índole.

Indudablemente, alguien volverá a ver extrañas criaturas aladas, pero, tal como ocurre con los OVNIS y con los hombres-bestia, parece improbable que consigamos pistas físicas e indiscutibles, como tampoco, probablemente, podremos contar con ningún cadáver que estudiar. Estos fenómenos parecen querer evitar todos nuestros esfuerzos investigadores.

Fuente: http://www.lo-inexplicable.com.ar